La promesa de un te quiero bajo la lluvia

Capítulo XVII

Brave

Casi hago una mueca al sentir sus manos frías sobre mis hombros. La lluvia caía con fuerza sobre esa tumba color crema y solamente yo me había quedado. Foster no soportó demasiado y decidió irse antes, me dolió tanto verlo destrozado, pero lo entendía

—Te tengo que presentar a alguien —susurró y me obligó a dar la vuelta—. Los Richards lo conocen bien, pero necesito que te familiarices con él.

—No quiero, voy a quedarme con mamá —me suelto de su agarre y él me pellizca el brazo.

—Está muerta. Se ha ido, solo iras a ver tierra y un cuerpo podrido —suelta con rabia haciéndome sacara unas cuantas lágrimas—. Ahora camina que nos esperan en casa. Esta vez no quiero que lo jodas ¿entendido?

—Yo no hice nada ¡Suéltame!

Accidentalmente empujo a la chica con la que venía y suelta una maldición.

—Niña estúpida ¡Manchaste mis zapatos! —chilla y hago una mueca.

Seguía sin creer que, en el funeral de mi madre, él se atrevió a traer a la chica con la que le era infiel desde hace años. No tenía ni los veintidós cumplidos. Cuando intenta acercarse a mí se detiene al ver dos niños tomando mi mano. Diana y Thomas, quien acababan de cumplir los trece.

—¿Hay que despedirnos de mami? —murmuró Diana rompiéndome el corazón.

—Si, vamos —jalo a ambos, pero Thomas mira fijamente a Amber.

—¿Tu piensas remplazarla? —le pregunta y antes de que la rubia responda yo lo hago por ella.

—Ella solo llegará a estorbar en la familia mientras recibe dinero ¿no es así, Amber?

—Maldita niña…

No dejo que termine y llevo a los niños con mi madre. Muerdo mi labio para no llorar, pero Diana si que se deja caer de rodillas y Thomas es quien la abraza. Sonrío viendo que se tenían a ellos dos y no necesitaban nada más. Diana le deja una flor y Thomas un anillo que compartían. Se van agarrados de la mano antes de subir a la limosina.

—Adiós mamá, te prometo que cuidaré de ellos —susurro y me quito la pulsera, no tenía caso usarla si no estaba ella—. Y por favor, donde sea que estes, perdóname ¿sí?

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Cuando llegamos a la casa, no pude contener la rabia de ver las cajas de mudanza. Todas eran de la rubia estúpida que mi padre ahora tenía como prometida. La vi dando ordenes como si fuera la dueña y antes de poder arrancarle la sonrisa de un puñetazo, escucho la voz de mi padre llamándome desde el salón.

La voces se van haciendo más fuertes y cuando finalmente llego, el señor Richards se levanta haciéndome dar dos pasos hacía atrás. Él sonríe y extiende su mano.

Por educación hago lo mismo y dejo que bese mis nudillos.

—Un gusto verla de nuevo señorita Jones, lamento tu perdida, por cierto —sé que no lo lamentaba en absoluto.

—Gracias señor Richards —me alejo e intento arreglar el vestido negro.

No quería estar aquí, quería ir con Foster. Él si entendía mi dolor.

—Queremos hablar contigo sobre algo —toma una carpeta distrayéndome de ver a los tres tipos que hay atrás de él.

—Hace más de dos meses que no nos vemos ¿sobre qué quiere hablar?

Su mirada tranquila pasa a una más seria.

—Tenemos un contrato nuevo, y debes firmarlo ahora mismo —tomo la hoja que me ofrece y sorbiendo por la nariz leo la fecha en la que termina.

“5 de octubre de 2024”

Un día después de mi cumpleaños número 18 ¿qué carajos era esto?

—¿Y que haré en el transcurso de ese tiempo?

—En la hoja dice todo Jones, además, después del 5 de octubre en tres años, debes firmar uno nuevo —murmura con voz amenazante—. Y así cada tres años, hasta llegar a uno que dure más.

Tomo el documento y lo leo con mas atención. Conforme voy leyendo las palabras “casamiento” “matrimonio” y “Lucas Richards M.” mi corazón late mas deprisa.

—Y un demonio —suelto tirando la carpeta al sofá.

Es entonces cuando el señor Richards y mi padre se me acercan.

—Sabes porque es el trato ¿no? —trago con dificultad y agacho la cabeza.

—Su hijo ya no quiere nada conmigo y yo tamp…

—¿Qué dices Jon? —al escuchar su voz no puedo evitar levantar la mirada casi al instante. Lucas cumplió los diecisiete hace dos días y aunque el odio seguía en mí, mi corazón traicionero aún latía loco por él. Su cabello tan negro como sus ojos estaba peinado perfectamente hacia atrás, traía consigo un traje color azul y ese reloj caro de siempre—. Yo aún sigo queriendo todo contigo.

—No voy a aceptar ese maldito trato, no soy un objeto —susurro.

Mi padre se acerca.




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