La reina de los engaños

6. Italianos

CLARENCE DOMINIC

Yvanna Kozlova se recostó de la pared de la sala mientras se miraba las uñas con aburrimiento. La mujer que conocí en mis años de servicio militar seguían ahí, solo que más endurecidos, ahora todo en ella era grueso y fuerte, como una gran luchadora que había sobrevivido al Gula y a las torturas de las fuerzas especiales cuando fue atrapada tiempo después. La rusa que había traicionado a su clan por amor, amor que perdió y la dejó echa nada. Por mucho tiempo supe que vivía su vida como nómada, matando gente pro diversión y sirviendo a señores distintos por dinero, sin pertenecer a ninguna mafia.

Era un soldado innato, era lea, lo único malo era que siempre regalaba una mirada como si hubieses un pedazo de mierda y a ella no le importara pisarte.

—¿Me mandaste a buscar, niño?

Era más grande que ella por dos años, pero pretendía ser más vieja de la cuenta y todo el tiempo criticaba mi cara, diciendo que parecía un crío saliendo de la adolescencia. Seguro que en ese momento no parecía un crío pero el apodo se había quedado.

—Hace tres meses, tardaste demasiado.

—No sabía que eras mi dueño para correr a ti a la primera llamada, niño. Tengo una maldita vida.

—Me debes un favor —le recordé —, te necesito aquí.

Yvanna se alejó de la pared y estudió la sala sin ganas, pero en el fondo miraba todas las salidas, las posibles cámaras y rutas de escape. Era analítica y desconfiada.

—¿Qué necesitas y que obtengo a cambio?

—Quiero que seas la sombra de la princesa de Liechtendachs, mucha gente quiere hacerle daño y no confío en nadie para mantenerla a salvo, en todo momento, quiero que busques a 4 de tus panteras más leales y les hagas entender que nadie toca, mira o le hace daño a la princesa —informé —, pero no te lo pido por su titulo, te lo pido porque es mi hija y ya una vez creí perderla, no quiero temer otra vez —me sinceré —, puedo ofrecerte lujos y dinero, pero voy a ofrecerte algo mejor. Conozco de alguien que puede crear un antídoto para el veneno que le fue suministrado a tu hermano.

Eso hizo que sus pasos se detuvieran, su hermano llevaba años en cama, había sido paralizado con un veneno que lo hacía parecer muerto en vida mientras lo mataba lentamente. Sabía que ellos habían desistido pero no eran lo suficientemente valientes para matarlos, por lo que habían decidido mantenerlo internado y vigilado en un hospital como si de esa manera pudieran contrarrestar el veneno.

—Fue desahuciado hace dos años, Clarence, solo estamos esperando que de su ultimo respiro, es demasiado tarde. La persona que podía salvarlo está muerta.

—Mi hija es nieta de esa persona y tiene sus diarios, no creí...Es talentosa, mucho, como si todo el conocimiento de Julietta hubiese caído sobre ella. Te daré la oportunidad de conseguirlo, solo necesito que la cuides con tu vida mientras no estoy.

Un brillo de esperanza se posó en sus ojos. Vi la lucha en su interior, seguro no quería ilusionarse, ¿pero qué quedaba del ser humano si no se permitía tener fe por un solo momento?

—Preséntame a la princesa, juraré lealtad.

Pude haber sonreído en ese momento. Le había tomado cariño a la actitud pesada de Yvanna, había sido la única persona que fue humanamente decente en ese lugar, el favor se originó a causa de como la salvé un día de ser abusada por otros militares en formación. Me gritó que no necesitaba ser salvada y que podía sola, al día siguiente me siguió como una sombra; terminamos entrenando juntos, jugando a la carta en tiempos libres y hablando de cosas profundas en otros momentos. Fue así de como me enteré de todo lo que había pasado en su vida.

Era una guerrera, la gente así merecía respeto.

Le hice una seña para que me siguiera.

—Por aquí.

Se detuvo en las fotos de los miembros reales que habían pertenecido a la dinastía Vandery, la guié hasta el salón del otro lado de la propiedad en donde mi hija tomaba clases desde su gran pantalla mientras su maestro del otro lado le explicaba algún asunto que ella procesaba con interés. Yvaine se giró cuando sintió nuestra presencia, su sonrisa creció, regresó su atención a la pantalla en donde se despidió del maestro y luego de que esta se puso negra, se levantó con esa gracia que solo ella poseía y se puso de pie para abrazarme. Le hice una reverencia antes de tomarla en brazos y arrullarla de amor, con el pecho tan hinchado de orgullo de amor, como el día en que la conocí.

—Papá.

La coloqué sobre sus pies nuevamente.

—Vine a presentarte a alguien, es una vieja amiga. Será tu protectora de hoy en adelante.

—¿Serás mi soldado personal? —Yvaine se giró hasta Yvanna y le dedicó una de sus deslumbrantes sonrisas, por primera vez, vi a mi amiga sonreír abiertamente.

Hizo un gran reverencia y luego se puso sobre una de sus rodillas y colocó una mano sobre su corazón, mirando directamente a los ojos de la princesa.

—Desde hoy mi aliento está dedicado a tu protección, princesa. Lo juro por todo lo que he amado en esta vida —susurró.

Yvaine la puso de pie y asintió.

—El honor es mío. ¿Cómo debo llamarte?

—Yvanna, princesa.

Donatello había recolectado los mejores profesores en todas las áreas para Yvaine, era por eso que en menos de 3 meses en mi presencia, que ya actuaba como reina y tenía un porte y una manera de hablar tan correcta, que incluso yo estaba impresionado. Era su forma de moverse, de interactuar con los demás, y al mismo tiempo, su mirada traviesa, y las cosas que hacía cuando creía que nadie la veía, como bailar alrededor de sus caballos o pasar de un idioma a otro y reírse como loca. Eran esos momentos únicos en donde veía a Bailey en ella y quedaba anonado.

—Tu nombre es muy bonito, no lo olvidaré. Gracias por cuidar de mí.

—Será un placer.

Asintió, feliz.

—¿Puedo enseñarte mi casa?




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