Let's Play

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La vida se divide entre los que arriesgan y los que no.

 

Enero,17.

11:26PM.

— ¡Tienes que esconderte, maldición! —Gritó Kendall, mi mejor amiga, frustrada. Estaba en su apartamento a las afueras de Liverpool mientras que dos sicarios malditamente buenos estaban cazándome por todo Londres. Reí—. ¿Puedes explicarme qué tiene esto de gracioso, Arabella? —Bufó.

— No tengo porque esconderme. Mi asesinato salió bien, Kends —recordé—. Ya sabes cómo es Harrison. Dentro de una hora tendrá a alguien para sacarme de aquí, darme una nueva identidad y una nueva vida.

Ella rodó sus ojos.

— Y tú seguirías con tus matanzas a sueldo —siguió ella por mí.

Encarné una ceja.

— Por supuesto —sentencié.

Mi trabajo era fácil y sin complicaciones. Harrison me daba un sobre con la persona que quería que yo eliminara y yo lo hacía. Luego de eso, dinero transferido a mi cuenta. Fin. Fácil y sencillo.

Harrison me encontró cuando yo estaba en banca rota y a punto de ser asesinada. Mi padre me había dejado de lado ya que no le servía para las apuestas y mi madre había muerto por ser una maldita adicta a las drogas. Pasé tres años de mi vida trabajando en casinos como mesera sin saber nada de mi padre hasta que entonces, comencé a apostar. Yo era buena. Era un jodido genio. Apostar y ganar se me hacía tan fácil como respirar y eso volvió a llamar la atención de mi padre, Nikolay Nóvikov.

Nóvikov era el mafioso más grande de Rusia. Sus negocios se expandían por toda Ucrania y más allá de Estados Unidos. El muy hijo de puta era tan reconocido en todos lados que lo primero que hizo Harrison al tomarme fue cambiar mi apellido y, luego de pensarlo, también mi nombre. Ya no era la pequeña Ekaterina Nóvikov, simplemente era Arabella Ross o dependiendo de qué nombre él me daba.

Mi padre, quién tenía una debilidad por las apuestas, cuando vio que su hija era experta en las apuestas, no dudó en ponerse en contacto con ella nuevamente. Yo para ese entonces era una idiota queriendo desesperadamente la atención de su padre así que dejé que entrara a mi vida otra vez.

Mi padre hizo un trato conmigo; yo le quitaba todo el dinero a Alexey Gólubev, enemigo número uno de él, y yo me convertiría en dueña de todas sus acciones. Acepté el trato, por supuesto. Tenía dieciséis años en aquel entonces y solo era una adolescente tratando de complacer los caprichos de su padre.

Las cosas no terminaron bien en ese partido de póker. Perdí, como fue de esperarse. Pero no solo perdí el dinero. Esa noche, perdí de nuevo a mi padre, perdí mi empleo y casi perdía mi vida. Resultó ser que Gólubev era bueno. Bueno e inteligente que dio por sentado de que yo, la hija del mafioso más grande de Rusia sería invaluable para mi padre por lo cual me secuestró.

Pensó que sería un trato muy justo intercambiarme a mí por las empresas y los negocios sucios de mi padre. Que gran decepción se llevó él cuando se dio cuenta que mi padre no iba a intercambiar su vida por mí. Nunca le había importado. Él solo me había usado para llegar a su peor enemigo y yo no fui consciente de eso. O quizás sí, pero omití el detalle por querer que él estuviese conforme con la hija bastarda de una drogadicta.

A pesar de todo, una de las tropas de mi padre logró sacarme del medio a mitad de un tiroteo que se empezaba a formar en el almacén en donde me habían secuestrado. Aunque lloré de agradecimiento a la persona que me había sacado de mi infierno, la satisfacción no duró mucho. El hombre que me había sacado de ahí tenía órdenes estrictas de mi padre para matarme.

Ahí apareció Harrison. Harrison era uno de los trabajadores personales de mi padre Hombre de cincuenta y tantos años quién tenía asuntos pendientes con la mafia. Él me salvó la vida. Mató al hombre que iba a matarme y me llevó a su casa. Estaba asustada. ¿Y si él quería matarme también pero no en un lugar tan plagado de gente? No confiaba en él.

 Para tu padre estoy muerto, Ekaterina. Al igual que tú fue lo que me dijo en su comedor—. Una ventaja para ambos.

Fruncí mi ceño.

 ¿Qué? Levanté mi voz, nerviosa.

 ¿Quieres hundir a tu padre? Me ofreció él.

No tuve que pensarlo dos veces para aceptar. Me entrenó, me convirtió en su pupila y ya cuando estuve lista, me mandó a cazar cabezas. A Harrison le debía mi vida y cuando me preguntó que si estaba lista para mi nueva vida en las sombras sin dudarlo acepté.

Al pasar los años, los planes de Harrison de desviaron y sus intenciones de tumbar a mi padre de su poder inmerecido se esfumaron junto con las mías. A él lo habían descubierto. Sabían que estaba vivo y ahora tenía problemas con la mafia. Mi trabajo era eliminarlos a todos y permanecer en el perfil más bajo existente. Podía desaparecer a sicarios, familias, amigos. A todos y cada uno de ellos, pero manteniendo mi perfil bajo.

No me opuse. Y ahí fue cuando empezó mi nueva vida. Cada semana cambiaba de vida. A veces era rica, otras pobres. Cambiaba de nombre como un hombre cambiaba de interiores. Eso lo requería el trabajo dado a que cazaba a hombres que sabían que Harrison estaba vivo y, por ende, yo.

No diré que yo era una asesina porque sería quedarse corto. Yo era todo lo que Harrison quería que fuese. Estudiante, mesera, sicario, lo que sea.

— Ésta vida te traerá problemas, Bells —habló Kendall, trayéndome de vuelta a la realidad.

— Kendall...

— ¡Es la verdad! Entiende que toda esta mierda acabará por matarte alguna vez —dijo exasperada.

Kendall y yo habíamos tenido y discutido la misma conversación cientos de veces. Ella decía, yo decía, y acabábamos peleadas por diferentes opiniones. Pero, en el fondo de mi cabeza, yo sabía que ella tenía razón. El trabajo tarde o temprano iba a matarme.



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En el texto hay: apuestas, acción , mafiarusa

Editado: 07.11.2020

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