Liga Del Asfalto: Retribucion - Libro 2

Capítulo 1

ALIANZA FORZADA

 

Una profecía puede transformar el futuro en una realidad inestable o en una mentira permanente.

 

Eso lo sabía la vieja Sessasi cuando le habló a una abuela sobre el futuro de su nieto, ese niño, al crecer se convertiría en una herramienta de la historia, que lo guiarían a un enfrentamiento para el cual no estaría preparado.

 

Y las circunstancias estaban obligando a Lázaro Ximénez a volverse nuevamente el piloto de Marcos en las carreras clandestinas, o al menos así sería hasta que pensara en un plan para sacárselo de encima.

 

Malas decisiones producto del orgullo y el dolor permitieron que el líder de la pandilla a la cual pertenecía se quedara con el disco informático perteneciente a su difunto padre, si quería recuperarlo tendría que ganar tres carreras como pago por sus deudas, ironías de la vida, antes el hijo de uno de los periodistas más importantes de la Unión Federal Latina conducía por las calles para sentirse libre, ahora lo estaban obligando a hacerlo.

Una realidad que Marcos no tuvo ningún reparo en recordárselo cuando llamó a Lázaro en la mitad de la noche solicitando su presencia para competir en una carrera.

 

—Acabo de enterarme de una carrera esta noche en la Villaflor —dijo el joven del tatuaje verde, su voz entremezclada con la fuerte música, seguramente de una discoteca—. ¡Alístate y sal ahora!

—¿Qué te crees? ¿Cómo hago para no despertar a mi vieja al salir?

—No pongas a prueba mi paciencia y ven pronto —finalizó así Marcos la comunicación.

 

En la vía, el chico de cabello negro conducía molesto por tener que correr nuevamente para Marcos. Recordó algo que su padre le había dicho años atrás: «Hay muchas reglas que son universales. Una de ellas es que la mitad del mundo siempre trata de joder a la otra mitad. Otra es que no es suficiente aliarse con los ganadores, hay que ser el mejor entre ellos».

 

Así, Lázaro razonó que Marcos simplemente había tomado una oportunidad para someter a su enemigo. ¿Si hubiera sido él quien hubiera encontrado la forma de someterlo, lo hubiera hecho igual? A pesar de haber sido despiadado con Damián Altopiedi, dudó al tratar de responderse esa pregunta. Era una señal inequívoca de que las calles y la sociedad corrompida no habían quitado todo lo bueno de su interior.

 

Eventualmente, recorriendo las calles con luces multicolores llegó a la avenida Villaflor, vía expresa usada en horas diurnas para llegar desde la zona este de la ciudad hasta el Sector Central, era útil pero con triste reputación entre los citadinos. Por debajo de los edificios, los hologramas publicitarios y las luces de los semáforos, hacían vida las prostitutas y travestis de vestimenta barata, listos para vender sexo aún más barato a los transeúntes noctámbulos que estaban dispuestos a querer entregarse a sus más bajos instintos. La autoridad procuraba recorrer la zona para controlar a las callejeras o aprovecharse de ellas según el estado de sus bolsillos.

 

Tenía una vía rápida en un nivel inferior, al aire libre. Arriba de ella, en algunas partes de la ruta, se encontraban vías elevadas que podían ser atravesadas por peatones o por autos, adornadas con mensajes electrónicos para que los que los conductores en el nivel inferior pudieran ver titulares de noticias, anuncios o el estado de la bolsa de valores.

 

Esa noche la Avenida Villaflor servía para otro propósito: en la entrada de la ruta principal, los motociclistas y pandilleros, vestidos con ropas y colores que los diferenciaban entre sí, arreglaban sus asuntos con el banquero. Esta vez, la cantidad de Créditos por la que se competía era mayor. Con las medidas de seguridad impuestas días atrás, las posibilidades de terminar en la cárcel eran altas, por lo que la recompensa por la victoria había aumentado.

 

Al llegar, Lázaro se percató que se había puesto una cuantiosa suma de Créditos Federales en manos del banquero. Caminó hasta un auto último modelo donde Marcos y dos chicas lo esperaban. Una de ellas era su acompañante habitual, Marina Dansey, que lo recibió con algunos cómicos comentarios.

 

—¡Ya cállense, malditas! —exclamó Lázaro, molesto—. Mis asuntos son con Marcos, ¿Dónde está el disco?

—Está seguro en mi casa—contestó después de reír con su entrada—. No creías que te lo traería, ¿verdad, Peregrino?

—¿Qué te pasa, lindo? ¿No confías en nosotros? —preguntó Una de las muchachas, con falsa picardía.

—Yo no confío en serpientes .

—No te conviene estar enojado, Peregrino —dijo Marcos—. Prepárate para correr, y será mejor que ganes. Si no, tu hermoso disco es historia. —Los ojos de Lázaro revelaban su aborrecimiento. Se colocó frente a Marcos, en postura amenazante.

—¡Recen para que yo no salga caminando de estas carreras, todos ustedes! —se dio vuelta y fue a ocupar su posición en la línea de salida.

—Oye, Marcos, ¿qué es ese disco del que hablaba? —indagó la segunda muchacha.




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