No había nada en aquel cielo estrellado, que dieran a entender, los sucesos extraños que habían de pasar esa noche – Leía Cameron con atención mientras sus ojos, marrón oscuro, se deslizaban por las palabras del papel seco de su libro favorito.
Pasaban las horas en aquella pacifica mañana, hasta que miró atónito su despertador, y vio que se le hacía tarde para llegar a su último día de clases.
Se levantó, buscó debajo de su cama su par de pantuflas azules como su pijama y se las puso. Luego bajó las escaleras, entró en la cocina y se sentó en la barra.
- mmm, aún debe estar dormida – Murmuró para sí mismo.
Se preparó un café, luego se sentó nuevamente y mirando por la ventana de la cocina, encima del lavabo, un viejo columpio que había estado en esa casa desde hace bastante tiempo.
Mientras bebía el café, y sus ojos se perdían en el remolino del líquido mientras lo batía con la cuchara, recordaba como él y sus amigos se divertían horas en ese viejo columpio, a la edad de seis años.
La mañana pasó volando, al acabar de beber su café subió las escaleras y se vistió especialmente bien, era su último día de clases, y él y sus amigos no se verían hasta acabar el verano. Mientras metía su carpeta escolar dentro de la mochila, al acabar de revisarla, vio en ella las firmas y cumplidos de sus amigos en su carpeta, cosa que él no recordaba tener.
Su madre continuaba durmiendo, entonces escribió una nota diciendo que se había ido a la escuela, la dejó sobre la mesa y partió viaje.
En el camino se cruzó con su compañero Gabe Rolling, un chico rechoncho, rubio de ojos claros, el cual, usualmente se metía en problemas por contestarle a los profesores.
- Hey ¿Cómo estás? – Preguntó Cameron
- Y... Depende como lo veas – Respondió Gabe, el cual muy seguramente se había metido en problemas de nuevo.
- ¿Los de sexto año te quieren pegar de nuevo, o le gritaste a un preceptor y te castigaron? –Dijo graciosamente Cameron
- Las dos – Respondió tranquilamente
Cameron emitió una risa leve.
-Creo que tendríamos que ir yendo a la escuela. No quiero que me castiguen también a mí- Dijo y partieron de camino.
Luego de haber llegado, tarde para variar, se reunieron con Cristian Weeks y Connor Wheels, el resto de su pequeño grupo de amigos.
Después de pasar sus primeras dos horas en clase de educación física, la cual, como no había ido la mitad del salón, habían hecho una clase solamente teórica. La totalidad de los seiscientos y pico de músculos del cuerpo, su clasificación, sus funciones, etc.
- Tanner, – Lo llamó la profesora– ¿Cuántos músculos hay en el cuerpo?
- ¿Doscientos sesenta y cinco? – Respondió diciendo lo primero que se le ocurrió
- Te pregunte los Músculos que hay en el cuerpo, no los días que debo desperdiciar dándote clase, y en mesas de examen contigo– Dijo con desgano
- Se hubiese dedicado a otra cosa – Dijo Gabe
- ¿Usted me va a decir a mi lo que tengo que hacer con mi vida? Castigado señor Rolling –Impuso a Gabe
- Nunca acabas bien los años- Dijo Cameron
Luego de la muy a aburrida clase de Educación Física, Cameron y sus amigos se dirigieron al aula de Física y Química, donde la profesora tenía preparada una lección práctica.
Al entrar se sentaron cada uno en sus pupitres. La maestra repartió la lista de ingredientes de una solución especialmente tóxica.
- Todos pónganse los guantes y no toquen la solución -Pidió
Cameron vertió soda cáustica en el recipiente, luego tomó un poco de alcohol, una pisca de un polvo blanco extraño.
¡PRRRUUUF!
La solución de Cameron explotó de una forma ruidosa y asquerosa. La espuma marrón se esparció por toda la mesa, mojando los apuntes y desprendiendo un olor ácido.
- Mierda. -Expresó con resignación.
- No pasa nada Cam, puedes volver a intentarlo. Quizá hayas puesto los ingredientes de forma errónea. El orden es importante.
Se puso manos a la obra y comenzó a preparar la solución de nuevo mientras la espuma se evaporaba. Puso primero el alcohol, Luego tomó un poco menos de polvo y lo echó a la mezcla, por último la soda y...
SHFFFF
Esta vez no explotó, pero empezó a vaciar su contenido por el pico como un volcán. Pero no debía hacer eso, no, debía cambiar pacíficamente de color.
- Bueno, creo que es mejor que el intento anterior, continúa intentando - Musitó la profesora
Editado: 26.08.2018