Linaje Kantirieri

CAPÍTULO II: NUEVO SOL, VIEJA LUNA

PARTE 1: BÚSQUEDA

Treinta y cuatro años después…

A su mente regresaban momentos lamentables de cuando su madre desapareció. Eran imágenes intermitentes en las que veía a su progenitora extender su mano desesperada, antes de perderse en medio de la estampida de murciélagos que aquel han´ yo controlaba.

Cada noche que buscaba conciliar el sueño era la misma historia. Los gritos afligidos de mamá y el triste llanto de ella cuando era niña se habían convertido en una rutina al momento de dormir. Tanta era la tortura que algunas ocasiones prefería mantenerse despierta con la excusa de que montaría guardia. Someterse a infinitas horas en vela le ganaron unas ojeras bien marcadas, que ni el maquillaje que su protegida le ofreció pudieron borrar.

Aquella noche, sin embargo, no pudo resistir más y cayó derrotada en un sueño profundo. La protegida se aseguró de dejarla acurrucada en su colchón plegable y con una cobija agujereada.

La situación, no solo local, sino a nivel mundial no les permitía acceder a más comodidades. Casi todo el globo se encontraba en ruinas. Las grandes potencias se desmantelaron irremediablemente, sin mencionar a los países más pequeños y pobres. Sin un campo fértil no se podía cultivar alimentos; la atmósfera roja y hostil impedía el aislamiento de oxígeno, lo que provocó la extinción de miles de especies animales. La capa de ozono estaba al borde del colapso y la radiación se hacía con las ciudades más cercanas al ecuador, volviendo esos lugares imposibles de habitar.

Casi el 40% de la población había perecido y los pocos que lograron sobrevivir ahora viven escondiéndose. Sin duda es por mucho, la peor crisis que pudo haber enfrentado la humanidad. Y todo tras la muerte de una sola persona…

El odio no entiende razones ni tiene excusas. Simplemente existe y lleva a su paso lo más deplorable que existe. Lastimosamente el planeta tuvo que ser partícipe del odio de un hombre que no se molestaba en lo más mínimo en alguien a quien proteger. Lo que hacía lo hacía por afán, por mera diversión. No le importa quién vive o quién no; mientras haya sangre, es su voluntad derramarla.

Ya no había lugar seguro para nadie. Afuera era un campo de guerra por subsistir y conseguir algo de alimentos. Los gobiernos en sí ya no existían y las reservas de agua potable estaban por agotarse.

Viven escapando, de agujero en agujero y saqueando cualquier cosa que les pareciera vital, como enlatados o mantas para cubrirse del sol.

Por fin habían encontrado un lugar en el que se sentían un poco más cómodas. Un agujero bajo un enorme edificio caído lo suficientemente amplio para que entraran e hicieran una fogata sin miedo a que alguien las encuentre.

-Aquí tiene, señorita -Genoveva le extendió una botella de agua medio llena.

-No, tómala tú. Te ves deshidratada.

-Tómelo usted, señorita, insisto. Usted es más importante.

-No me hagas repetirlo, Genny. Toma el agua.

-¿Y si lo dividimos? -Madeline la miró inquieta.

-Solo por esta vez -ambas tomaron un trago de la botella y la dejaron de lado.

-Ve a dormir, Genny. Mañana lo buscaremos de nuevo, y entonces podremos encontrar a mamá -Se levantó y estiró los brazos.

-Señorita, creo que debería dormir usted primera. Nunca duerme y siempre está cansada. Sabe que no me gusta eso.

-Lo intento pero no puedo. Además, me gusta la noche.

-La noche es para dormir, señorita -Genoveva se puso de pie violentamente-. Uso mi derecho a una orden semanal para que vaya a dormir.

-¿De verdad vas a desperdiciar tu orden en eso?

-Es solo que me preocupo por usted, señorita Madeline.

-¿Qué más da? No tengo otra opción. Pero tú tampoco debes quedarte tanto tiempo. Una vez despierte, tu dormirás.

-¡A la orden, señorita!

-Pareces una niña -fue a una esquina y se acostó sobre su colchón-. Nos vemos pronto.

Unos minutos pasaron y cayó rendida. El cansancio acumulado impidió que se mantuviera más tiempo consiente. Era reparador dormir de vez en cuando, más aún si no lo hace con frecuencia.

“Hay unos edificios que parecen estar hechos de tuberías. El cielo es gris con rastros naranjas y… no sé muy bien dónde estoy. Allá por el horizonte puedo ver el sol detrás de las nubes espesas que recubren el cielo. Se siente raro… No me puedo mover pero sé que no estoy sola. Hay alguien más aquí… Un momento… Ese no es el sol. ¿Qué es todo esto? ¡¿Qué me pasa?!

“Es más vivir con odio que perder el amor…”

¿Qué? ¿Quién dijo eso? ¿Qué significa? Tengo que salir de aquí. ¡Tengo que salir de aquí ya! No… No puedo… Siento algo cerca. Algo me aplasta las entrañas. No puedo respirar… No. No. ¡No, no, no, no, no, no! ¡¡NOOOO!!”

Respiraba agitadamente con gotas de sudor inmensas corriendo por su cuello. Del susto, gritó algo desconcertada. Por suerte, Genoveva seguía dormida y su sueño era tan profundo que no se despertó por cosa como esa.

-Menos mal -Suspiró.




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