SETH.
Hasta este momento, a esta hora de la madrugada, no sé qué hago aquí. Pero tampoco sé qué hace él ahí. Con esa chica que no está ni cerca de parecerse a Venus.
Están en un rincón apartados del mundo, él tiene una mano en la cintura de ella y la otra acaricia sus labios. La sonrisa de esa chica parecía forzada, sin embargo, el novio de Venus no lo notaba. O quizás le daba igual. Se empeñaba en clavar sus dedos en su cintura y devorarla con la mirada.
En un abrir y cerrar de ojos, sus labios estaban encima de los de ella. Fue cuando me di cuenta que estaba presenciando todo aquello que Venus no está ni siquiera cerca de enterarse y tampoco merece hacerlo.
Cerré los puños, mis nudillos están tensándose cada vez más con la fuerza de alguien que quiere actuar pero no tiene razones válidas. Venus no es mi novia ni nada parecido. Ni siquiera es mi amiga, por más que eso es lo que yo quiera. Simplemente es la hermana de mi mejor amiga y nada más, esa chica tan callada pero siempre al margen. Esa chica difícil de ignorar.
Mantengo la mirada fija en esos dos, él se ríe baho la luz tenue del lugar como si no le importara nada. La chica le sonrió un poco y se apartó un paso. Estaba nerviosa, sus manos temblaban. Él al notar eso deslizó su mano por su brazo, podría haber creído que es un accidente pero es muy íntimo para tacharlo como uno.
Intenté desviar la mirada de aquél momento apenas sentí una punzada de rabia inesperada, quisiera simplemente irme y fingir que no he visto nada. Seguir mi vida en paz. Pero mis pies parecen estar pegados al suelo. Como si estuviera obligado a observar todo y sentir la culpa de algo que no estoy haciendo. Decirlo.
¿Por qué no estoy haciendo nada?
Quizás porque no es problema mío.
En un intento de calmar mis pensamientos, pensé en Venus. Esa mirada que me dedica cada vez que me ve, como si yo tuviera todas las respuestas, como si pudiera solucionarle algo siendo que ni siquiera puedo manejar mi propia vida a mis veinte años. Esa risa tímida que suelta cuando nos quedamos a solas aquellas veces en la salita de su casa. La forma automática en la que baja la cabeza cuando habla, como si pidiera permiso para expresarse.
Pero...
No entiendo porqué estoy pensando así de Venus.
Por segunda vez, él se inclina sobre ella, aunque esta vez observó su entorno para asegurarse de que nadie vea nada. Tarde. Pero desvié la mirada inmediatamente para que no note que yo estaba ahí. No fue como la vez anterior, fue con más intensidad.
Por más que se asegure de estar a salvo, yo ya vi todo.
Saqué mi teléfono del bolsillo y lo observé unos minutos. Por un segundo me pareció una idea brillante enviarle un mensaje a Draco, confrontando la situación. Pero no lo hago. ¿Y si arruino todo? Quizás Draco haga algo peor al saber cómo actúa su cuñado, ese al que tanta confianza le tiene. Cerré el puño, esta vez odiando reconocer la confianza que Draco le tiene a aquél chico pero a mí no.
Lo único que quiero es que todo pare. Que la música deje de sonar, que todos guarden silencio. Como si todo necesitara un respiro para procesar lo que estuve viendo estos quince minutos.
Todo sigue, todo. Menos yo.
Cada vez mi teléfono pesa más, como si estuviera obligándome inconscientemente a decirle a Draco o a Venus. Pero no lo hago, porque al final, soy igual que todos; un cobarde. Un testigo que prefiere evitar lo que vio.
Di un paso hacia atrás, y otro, hasta darme vuelta y mezclarme entre la gente buscando la puerta de salida. El ambiente comienza a sofocarme.
No estoy huyendo, estoy convencido de que no. Dejo que todo fluya, ella lo sabrá, todo terminará, nadie sabrá que estuve ahí. Mientras iba chocando a toda esa gente, el rostro de Venus en mi mente me torturaba.
Ella no se merece nada de esto.
Pero tampoco debe saberlo a tres días de su cumpleaños.
Apenas llegué a la puerta, el frío de la noche me dio un golpe de realidad. Aquello que vi, no va a desaparecer. No es un sueño ni una alucinación. Es tan real que duele. Esto que decido callar, siempre estará ahí. Nada va a cambiar, huya o no.
Editado: 11.11.2025