— Es mamá, debo irme. —
Los latidos de ambos jóvenes laten con imponente fuerza, es evidente que eso estuvo muy cerca de ocurrir, y sobre todo que fue algo mutuo.
— Te... acompaño a casa. — el pelirrojo camina a su lado, y por mucho que disfrutan de estar juntos, Azira preferiría que Crow se hubiera ido a casa en lugar de acompañarlo, pues está mucho más incómodo y nervioso ahora que está caminando al lado de su amigo, con el que casi se da un beso.
Al llegar a casa del rubio, este le regala una sonrisa tímida a Crow, quien lo mira algo apenado, pero al mismo tiempo intentando de que no se note para nada.
— Bueno, yo... creo que me voy... —
— Sí, gracias por... acompañarme. —
— Está bien, ya sabes... eso hacen los... a... amigos. —
— Sí, supongo que sí... —
— Sí. ... Bueno, hasta pronto... —
— Hasta pronto... —
Su despedida más incómoda hasta ese entonces.
En su habitación, Azira lanza su mochila al suelo y se recuesta bocarriba, ya no podría permitirse pensar en otra cosa que no fuera que habían estado tan cerca, demasiado cerca, lo recuerda todo a detalle, recuerda cuando todo se puso lento de pronto, recuerda escuchar sus latidos, y ahora no puede dejar de pensar en él.
Su madre, que nunca le llama, había elegido el peor momento para hacerlo. Se levanta de la cama para ir a hablar con ella y preguntarle la razón de la llamada, imagina que quería contarle algo gracioso que vio en internet.
Por otro lado, Crow camina a casa, trae las manos en los bolsillos y la mente, muy atolondrada por el rubio, sube sus gafas dejándolas reposar sobre su cabello, suspira, liberando tensión. Es consciente de que no han hablado de ese tema en ningún momento, ni luego de que tomara su mano en la dirección, ni cuando lo volvió a hacer al huir de algún intento fallido de Azira al usar sus habilidades, y ahora que habían estado tan cerca, así de cerca, no podrían seguir aparentando que no ocurría nada.
Ninguno de los dos logra dormir plenamente esa noche, ambos saben lo que están sintiendo, por más que cuesta aceptar algo así, el tener ese tipo de sentimientos naciendo por un amigo tan importante, tan especial para uno, se les hace difícil asimilar que están sintiendo tanto, y claro que tienen algo de miedo por eso. Después de todo, las amistades más hermosas en el mundo se han arruinado por culpa del amor.
Pero está ocurriendo y ambos lo saben, lo saben muy bien.
A la mañana siguiente es un domingo perfecto, Crow agradece de que no es un día soleado, nadie nunca podría obligarlo a disfrutar del sol, así que está contento con el cielo gris. Sin embargo, sus pensamientos no están grises, sino, por el contrario, llenos de colores, todos los posibles.
Azira está ocupando cada rincón en su mente y no quiere que sea así, a pesar de que sabe de qué le gusta mucho, también está esa parte en la que no quiere ilusionarse, no quiere tampoco verse diferente con él por sentir algo, o actuar diferente frente a él. Y no sabe si Azira siente lo mismo, y pareciera que sí porque se pone muy nervioso cuando están juntos, pero ¿Y si no lo sintiera?
Esa tarde decide salir a caminar al parque St. Jane, visualizando cuando estuvo en ese lugar con Azira, recordando y tratando de descubrir en qué momento fue que le comenzó a gustar tanto, y por más que retrocede no encuentra un inicio, simplemente sabe lo que siente ahora.
Se sienta en la banca, la misma de siempre, se acomoda para dormir una pequeña siesta, recostando ligeramente la cabeza hacia atrás. Se acomoda las gafas para que no se le caigan y cruza los brazos, dispuesto a cerrar los ojos.
En la vida hay muchos encuentros inesperados, el destino juega un rol muy importante entre lo que sabemos que puede ocurrir, como lo que no, y a veces hay parte de nosotros mismos que no conocemos hasta que nos hacen una visita inesperada.
Crow siente que alguien se sienta en la banca, pero eso no hace que se tome la molestia de abrir sus ojos, solo quiere seguir intentando dormirse, y así está por varios minutos. No obstante, la incomodidad de la banca le comienza a generar un ligero dolor de espalda, el pelirrojo abre los ojos quejándose y tratando de estirarse, observa que a su lado hay una persona sentada leyendo el periódico, este le cubre el rostro así que solo puede notar que está vestido de negro.
— ¿Me podrías decir la hora? — le pregunta el hombre, sin retirar el periódico.
Crow revisa su teléfono tratando de ajustar su vista al bajo brillo del mismo, por haber estado con los ojos cerrados durante varios minutos, apenas logra ver la pantalla, sube el brillo como puede adivinando dónde están las opciones.
— Son las 6:00 p.m. —
— Es perfecto. — responde el hombre, que baja el periódico a sus piernas, revelando su apariencia al joven pelirrojo, que no tiene palabras ni forma de expresión para la sorpresa que siente al verlo. No le salen palabras, sus ojos están clavados en el hombre pelirrojo con gafas oscuras que está sentado justo junto a él.
— Bueno, debo irme ya. — dice el hombre antes de ponerse de pie y caminar alejándose, Crow nota que camina de una forma muy extraña, le recuerda un poco a su forma de caminar de él mismo, lo cual hace toda la situación más extraña.
No puede dejar de verlo, no entiende qué ocurre, ¿Era real? ¿Cuál era la posibilidad de encontrarse con alguien tan parecido a él? ¿O solo está viendo cosas porque está cansado?
— ¡Hola, Crow! —
¿Azira? ¿Qué está haciendo en el parque? Se sorprende mucho al verlo, pero cuando gira a ver al hombre de nuevo, este ya no estaba.