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El Ángel no ha sentido una preocupación igual en muchos años, ese miedo y sobre todo esa urgencia monumental por hacer algo de inmediato, cambiar las cosas. Dos humanos no deben poseer ese poder, lo sabe perfectamente, y además siendo tan jóvenes. Camina en círculos en su librería, que está en un lugar muy lejano al de aquellos adolescentes, se desespera.
— Aziraphale, será mejor que te tranquilices, ¿De verdad no hay nada que se pueda hacer? —
— Me gustaría decir que sí, pero por más que lo pienso, esto es irreversible Muriel. —
— ¿Qué tan malo podría ser que vivan con ese poder por siempre? Quizá pasan toda su vida y no causan ningún problema, piénsalo, no puede ser tan malo ¿Por qué es tan grave? —
— El problema es que deberían ser simples humanos, no pueden tener el poder, no solo porque pueden lastimarse a sí mismos o a otros, todo esto está muy mal porque el cielo y el infierno los verían como una amenaza, a ambos y... —
— Podrían buscarlos... —
— ¡Eso! ¡No quiero que les hagan daño! Se supone que en ese mundo no habría seres celestiales, no entiendo cómo pasó. —
— Tiene que haber alguna manera... —
— No puedo hacer nada, y si hubiera una manera, solo podría lograrlo con él... y no hay forma de volverlo a ver. —
El ángel se siente responsable, no puede permitir que nada ni nadie lastime a esos dos jóvenes, o peor, que se lastimen entre ellos por culpa de un poder que es mucho más grande de lo que imaginan.
— Lo extraño mucho... —
— Lo he buscado, he tratado de encontrarlo... pero no lo he logrado, él... —
— Lo sé, no quiere ser encontrado... y aunque lo hicieras, no tiene caso. —
Muriel lo observa sintiéndose muy mal por todo lo que pasó. Le gustaría poder ayudarle, hacerle sentir mejor, pero ya lo ha intentado durante un tiempo y el Ángel no puede ser el mismo, lo único que lo mantenía entusiasmado era poder ir a ver a esos jóvenes y sentirse feliz por lo menos un poco, pero, ahora que sabe que tienen ese poder, se volvieron una preocupación.
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Azira está sorprendido de las palabras de Crow, le sonríe ampliamente y traga saliva muy nervioso, es capaz de saber lo que siente y obviamente lo que siente es que; el pelirrojo le atrae, le atrae realmente mucho.
Cuando el momento parece perfecto y todo está encaminado para por fin poder tocar el tema de las manos, del casi beso, ambos se ponen tan tímidos que simplemente se regalan miradas de reojo, después de todo el intercambio de palabras bonitas había sido algo significativo para ambos.
— Bueno, creo que mejor voy a casa. — dice el rubio mientras mira al cielo que se torna oscuro poco a poco anunciando el anochecer.
— Te acompaño. — le dice Crow en costumbre.
Azira se pone de pie y Crow también, aunque tarda un poco, pues está desparramado en una posición perfecta en la banca, si es que se puede dormir cómodo en una banca.
— Hoy es mi turno de acompañarte a casa. — le dice el rubio, los ojos de ambos conectan como si estuvieran hablando un lenguaje secreto que nadie más entiende, se sonríen de una forma muy distinta a la de antes, cuando solo eran simples amigos, aunque siguen siéndolo, hay sentimientos nuevos que van creciendo poco a poco, entre ambos.
Los días avanzan, y ahora se sientan juntos en la cafetería de la escuela, pero en la mayoría de ocasiones no hablan mucho, saben que tienen ese deseo de estar junto al otro, aunque al mismo tiempo se ponen muy nerviosos al estarlo.
Incluso Azira comienza a hacer algo que no hubiera imaginado haría, algunas veces al ver a Crow a lo lejos, se esconde para que no pueda encontrarlo. Es que el pelirrojo lo pone tan nervioso que hay ocasiones donde no tiene idea de cómo lidiar con la situación y simplemente prefiere evitarlo, pero cuando lo observa y ve que lo está buscando, sonríe.
Esa mañana Azira está lavándose las manos y también el rostro, luego de desvelarse estudiando para un examen, se siente muy adormilado, se mira en el espejo acomodando su cabello cuando de pronto se escuchan pasos acercándose, alguien entra al baño, su expresión de sorpresa al ver a Brandon es una mezcla de miedo y arrepentimiento.
Intenta esquivarlo y salir rápidamente, pero Brandon es más fuerte que él.
— Brandon, yo... lo siento... En verdad... — no alcanza a terminar la oración porque Brandon lo empuja contra la fría pared, Azira se golpea fuertemente la cabeza y se queja del dolor, pero a Brandon no le importa, se acerca más y lo sujeta del cuello.
— ¡Por tu culpa! ¡Por tu maldita culpa! —
— Brandon, por favor... —
— ¡Cállate! —
— Lo siento, de verdad... —
— ¿Vas a seguir hablando, Azira? — le pregunta en amenaza, Azira niega asustado.
Brandon lo sostiene levantando el puño en dirección al rubio, mientras que la otra mano lo sujeta fuertemente de su camisa celeste. Azira tiene mucho miedo, esta vez todo se ve diferente, esta vez era una venganza y había mucho más odio de por medio.
— ¡¿Me vas a volver a acusar?! ¡¿Te vas a atrever a hacerlo?! —
Azira no dice nada, solo niega con la cabeza.
— No creí que fueras tan cobarde Azira, me sorprendiste... —
— Lo siento... —
— ¡Cállate! ¿Sabes lo que me hizo mi padre luego de la expulsión? Sé que puedes imaginarlo... ¿Y sabes de quién fue la culpa? ¡Tuya! —
— Perdóname...— esas palabras son en vano porque Brandon no duda ni un segundo en usar toda su fuerza para golpear su puño en el rostro de Azira, en el pómulo exactamente, los ojos del rubio se llenan de lágrimas, pero no dice nada, no quiere decir nada.