Me desperté adolorido en mí cama junto a mí esposa, apenas podía recordar lo que había ocurrido la noche anterior.
De esa noche tormentosa se me quedó el olor nauseabundo a muerte, así que me fui al baño donde me duché. Desnudo trataba de quitarme ese olor.
Bajé a la cocina, Isabela me esperaba con el desayuno y con una gran cantidad de preguntas a la cual respondí con un beso frío.
Consternado, me dirigí camino a mi trabajo, si, era un empresario en la industria automotriz, al igual que mí padre, mí abuelo, yo seguía con esa profesión familiar. En cambio, ella se iba camino a su consultorio, en pleno centro de la ciudad, al cual era concurrido por demasiadas personas.
Después de cuatro largas juntas con los inversionistas, me dirigí hacia una casa de ocultismo. Donde pregunte sobre los muñecos que se mueven, ellos me dijeron que antes de venir me tenía que asegurar que no haya sido una alucinación. No me querían dar más información hasta que llego una señora. Esta tenía un cuerpo delgado, unas uñas largas y una voz gruesa. Al parecer, ella era la dueña de aquel lugar, debido a que a cada arruga se podía ver la experiencia que vivió en toda su larga vida.
Ella me llevo hasta su consultorio donde le explique lo que yo quería saber. Ella me dijo que los muñecos pueden contener almas de seres que han muerto o de demonios que posesionaron el muñeco para poder atrapar el alma de un ser inocente. Luego me pregunto si mi casa no escondía un oscuro secreto al cual había permanecido durante años en el olvido. Yo no supe que responderle, lo único que le respondí fue que me mude a la enorme casa del bosque, afueras de la ciudad.
En ese momento, me dio una cruz, la cual me la puso en el bolsillo izquierdo de mi campera. Acerco su boca hacia mi oído, donde me dijo que me valla de esa casa de prisa ya que correría peligro. Yo me asuste, así que salí corriendo dejando unas monedas por la consulta. Podía sentir las miradas anonadadas de las personas que esperaban por la consulta.
Al salir del lugar me encontré con Isabela la cual se iba a la casa. Yo la retuve y le dije que sería mejor que nos hospedáramos en un hotel. Isabela me pregunto porque me comportaba de esa manera tan asustada. Yo no sabía que decirle, solo pensaba en las palabras de aquella anciana: "Vete de esa casa, tu vida está en riesgo".
No tuve más opción, me fui con ella. Pero aun sentía pavor por ir ahí pero no podía hacer nada, me tenía que acostumbrar a convivir con ese miedo.
En el camino, me quise ahogar en mis pensamientos tratando de olvidar de todo y volver a empezar. Pero sería difícil huir de aquel miedo que me atrapaba en cada rincón de mi mente.
Llegue a mi casa, al bajar del auto corrí hacia donde estaba el muñeco, lo agarre y lo guarde en un baúl bajo llave, creyendo que todo se terminaría pero no fue así, de pronto sentí golpes dentro del baúl. No quise abrirlo pero sentía las ganas por acabar con aquel misterio.
Pero una minúscula voz salía del baúl, diciéndome, "¡sácame de aquí, por favor, no tengas miedo!"
Yo asustado grite cállate, mi voz se escuchó en cada rincón de la casa, Isabela se acercó hacia mí. Al verla la abrase fuertemente, le decía que no me dejada pero lo que conseguí fue que ella se incomodada.