Pov Raven
Rave se acerca a paso amenazador hacia Ryan y lo toma por la remera bruscamente.
—¡Rave, hermano, vámonos! —interviene Rodrigo tomando por el hombro al mayor de los Ricci.
—Primero, quiero saber cuál es su maldito problema. Y segundo, quién mierda es para meterse entre ella y yo —sentencia con sus ojos clavados en Ryan que lo mira fulminante.
—Soy su maldito novio, ese soy, así que por tu bien te recomiendo que te alejes de ella —espeta Ryan desafiándolo.
¿Mi novio? ¿Qué carajos?
—Ryan, ya basta. No vale la pena, vámonos —intervengo, antes de que se arme un escándalo.
—No me iré a ningún lado hasta que este idiota me jure que se va a mantener lejos de ti —gruñe hacia Rave.
—Vuelve a decirme idiota y lo lamentarás. —Su acento extranjero es más notorio ahora que está enojado.
—¡Rave, ya basta! —Escucho gritar a Rhett detrás suyo.
Lo toma por el brazo, zafando la remera de Ryan —ahora arrugada—, de su agarre.
Ryan trata de acercarse nuevamente para atinarle un golpe pero me pongo entre medio de ellos dos.
—Basta, llévame a casa, Ryan. Por favor, para ya con esto —ruego, con un nudo de ansiedad en la garganta que apenas me deja hablar.
Gracias al cielo él asiente y le lanza una mirada furibunda a Rave.
—No puedes irte, no he terminado de hablar contigo. —Rave me toma por el brazo cuando intento seguir a Ryan.
Me zafo de su agarre con un movimiento brusco.
—Pues yo sí terminé de hablar contigo.
La decepción tiñe sus facciones pero no me detengo a echarle una segunda mirada.
—Lamento mucho lo de hace un rato... —musito, avergonzada.
—No fue tu culpa, preciosa. —Ryan ahueca mi rostro con una de sus manos mientras la otra está al volante.
Decidimos ir a su casa a pasar el rato debido a que en la mía no hay nadie, y no quiero pasármela aburrida el resto de la noche.
Hace alrededor de treinta minutos estamos conduciendo hacia su casa y por lo que veo estamos llegando. Puedo visualizar los pinos altos que caracterizan el barrio residencial en donde vive con sus padres.
Una vez entramos al garaje de su casa bajo del auto y me dirijo hacia la puerta donde Ryan me espera con una sonrisa.
Pasamos a su casa y nos adentramos a su cocina.
Sigue igual a como la recuerdo, amplia y de colores monocromáticos.
Tiene una isla en medio hecha de vidrio. Hermosa. Banquetas altas de color negro y lámparas con forma de cono colgadas en el techo.
Sin dudas quien haya hecho esta cocina tenía muy buen gusto.
—¿Te gusta? —Me sobresalto al escuchar su voz justo detrás de mí.
—Sí, es muy bonita —contesto.
—Mi madre tiene buen gusto. ¿Quieres tomar algo? —cuestiona, mostrándome sus perfectos dientes blancos.
—Sí, gracias —respondo, tomando asiento en una de las banquetas.
—Pero, ¿qué, exactamente quieres tomar? —cuestiona, riendo.
—Oh, lo siento, que estúpida, café cortado, por favor —respondo, jugando con mi cabello.
—No te insultes —contesta, sonriendo nuevamente—. Un café cortado entonces, a la orden.
Río por la manera graciosa en que lo dijo.
Minutos después deja sobre la mesa dos tazas humeantes con lo que supongo es el café. Yo estoy casi transpirando de los nervios. Hace rato ya me percate de que estamos solos en su casa y eso me pone nerviosa a niveles estratosféricos. Él sigue sonriéndome como si le hubieran puesto pegamento en las mejillas.
—¿Qué fue lo que pasó entre tú y el mayor de los Ricci? ¿Por qué ese idiota insistía en hablar contigo? —habla Ryan después de largos minutos de silencio.
Yo levanto la mirada que hasta el momento estaba puesta en mi celular, para mirarlo.
Una punzada de algo raro me atraviesa el estómago al escuchar nombrar a Rave.
—Preferiría no hablar de eso. No es algo relevante. —Sí, como no, estúpida. Se burla la voz en mi cabeza.
—¿Segura?
—Sí. —Le doy una sonrisa para tranquilizarlo.
Luego de eso nos quedamos en silencio terminando nuestro café.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que Ryan me ofrece ver una película en su living.
Me encargué de mandarle un mensaje a Jess que diga que cuide de Aria (a pesar de que mi hermana está más capacitada que yo para cuidar de sí misma).
Estamos sentados en el sillón de la sala viendo una película de romance algo cursi. Uno al lado del otro a pesar del amplio espacio con el que cuenta el sofá.
Sigo concentrada en la declaración de amor del protagonista cuando siento la mano de Ryan acariciar suavemente mi rodilla. Giro levemente mi cara para observarlo de lleno y noto que se encuentra a centímetros de mi rostro, con una sonrisa ladeada decorando sus carnosos labios.
La respiración se me atasca en la garganta en el momento en el que se acerca todavía más y roza su nariz con la mía. Su mano va a mi nuca y me acerca todavía más a él, ahora el espacio entre los dos es casi nulo.
—Quiero asegurarme de que quieres que te bese, Raven —pronuncia en voz baja.
Ya nadie presta atención al plasma frente a nosotros.
Incapaz de hablar me limito a asentir.
Lo último que veo es su sonrisa antes de plantar un beso en mis labios. Es un beso tierno, acompasado y gentil. Como si quisiera tomarse todo el tiempo del mundo.
Segundos más tarde su lengua se abre paso en mi boca y el beso se intensifica. Rian deja escapar un gruñido complacido cuando mis dedos tiran de su cabello, acercándonos todavía más.
De un momento a otro estoy recostada en el sofá con Ryan encima de mí. Mis piernas están envueltas a su cintura. El vestido ceñido que traígo puesto se ha subido bastante de su lugar original pero a ninguno de los dos nos importa.
Los labios del castaño encima de mí abandonan mi boca para atacar mi cuello.
Abriéndose paso por mi clavícula y el espacio entre mis pechos. Se encarga de dejar besos ansiosos por toda la zona.