Los Ricci

7(2da parte). Dos minutos

POV RAVE
 


 

—¿Quieres ir a tomar aire afuera? —cuestiono, mientras veo como intenta taparse el rostro con el cabello. 
 


 

—¿Qué? —pregunta sin mirarme.
 


Río levemente.

Me provoca gracia el efecto que causo en ella, y el hecho de que quiera negarlo todo el tiempo, me parece aún más gracioso.

Si solo me dejara causarle otro tipo de sensaciones.

—Que si quieres ir a tomar aire afuera —reitero, mi acento natal se hace presente al decirlo.

Veo que duda un momento. Mira hacia varios lados en busca de no sé que cosa.

Aprovecho para beberme el último trago de vodka que queda en mi vaso.

Ella vuelve a posar sus ojos verdes sobre mí y se rasca la nariz en un claro gesto de nerviosismo. Disfruto más de lo que me gustaría admitir el ponerla así de nerviosa.

Desde el primer momento en que bajé de mi camioneta y la vi con cara de perro asustadizo bajo las burlas de Rodrigo, supe que tipo de chica era.

El tipo de chica que se hace la difícil, pero que en menos de un mes la tienes comiendo de la palma de tu mano. Es el tipo de chica insegura que si le muestras algo de interés, se te prende como garrapata.

Sí, no voy a negar que es muy atractiva, pero no es el tipo de chica que querría para algo serio. Solo para un rato.

¿Es que acaso alguna chica estaría dispuesta a meterse en mi retorcido y peligroso mundo?

Lo dudo.

—Eh... Sí, está bien —responde con la mirada en el suelo.

¿Acaso hay algo que a esta niña no le dé pena?

Me levanto de mi asiento, dejo el vaso vacío sobre la barra y agarro mi chaqueta negra para volver a ponérmela.

Veo como ella baja torpemente del asiento, intentando que ese vestido corto que lleva puesto no se le suba más de lo debido.

Y una vez más queda parada mirando a todos lados menos en mi dirección.

Acorto la distancia que nos separa y apoyo una mano en su espalda baja.

Siento mis dedos arder por las ganas que tengo de bajar solo un poco más abajo.

En lugar de eso le doy un suave empujón para que empecemos a caminar hacia la salida.

Aprovecho para mirar su lindo culo que se nota todavía más con ese vestido apretado que trae puesto.

Me contuve todo el maldito rato de no mirar su cuerpo descaradamente con tal de que no tenga una mala imagen de mí; necesito convencerla de que yo soy lo que busca, lo que le gusta y lo que la enamora.

Todo con tal de probar su cuerpo, ese que me tiene loco desde la primera vez que lo vi.

Quiero descubrir que hay debajo de toda esa fachada de niña tímida.

Todas las mujeres con las que me enrollé en el pasado cayeron en la palma de mi mano con tal solo unas pocas palabras... Y quiero saber la maldita razón de porqué ella no es igual.

Logramos salir afuera luego de empujar a varios idiotas que se cruzan en nuestro camino. Las luces de los locales que le siguen al club, iluminan la acera en donde estamos parados.

El viento corre frío aquí afuera y el cielo se encuentra despejado, todo un manto negro sin estrellas lo cubre.

Esto me trae recuerdos de aquella noche. Pero los aparto de mi mente porque tengo a una hermosa señorita justo frente a mis ojos, temblando de frío, debido a la escasa tela que cubre su cuerpo.

—Toma. —Me saco la chaqueta y se la tiendo.

Ella alterna la mirada entre esta y mi cara. Otro escalofrío parece sacudir su anatomía y acepta el abrigo sin dudar.

—Gracias —farfulla en un susurro casi inaudible—. Me he dejado la mía en el coche —explica, avergonzada.

Me limito a asentir con una sonrisa ladeada. Lo siguiente que hago es encender un cigarrillo y darle una buena calada.

Siento sus ojos sobre mi perfil mientras mantengo la vista al frente.

—¿Qué me cuentas? ¿Qué hay de ti? —Me obligo a preguntar, aunque la repuesta me interese muy poco.

Lo que hace uno por un acostón.

—¿De mí? —No, niña. De tu perro.

—Sí, de ti —contesto en su lugar.

—Eh... —Está más que claro que no sabe qué responder—. Nada muy interesante en realidad. Quiero graduarme del Instituto e ir a Portland a estudiar criminalística. —Eso logra captar mi atención así que me giro para encararla.

Ella tiene la vista al frente luciendo pensativa.

Interesante.

—¿Y sobre qué trata la carrera en sí? —Me hago el desentendido, a pesar de que sé exactamente de que trata esa maldita carrera.

Los criminalistas son la jodida razón por la cuál tenemos que limpiar toda la porquería cada vez que nos ensuciamos las manos.

Gracias a ellos malgasto mi tiempo y dinero.

Aunque también me sorprende que alguien con su perfil psicológico esté interesada en una carrera tan... Peculiar.

Tan cercana a la muerte.

¿Qué más hay dentro de esa cabecita tuya?

—Se basa en encontrar indicios en la escena del crimen para poder resolver asesinatos, asaltos y ese tipo de cosas —responde sin mirarme.

—Así que te gusta la sangre y el misterio —bromeo.

Ella esboza una pequeña sonrisa y yo me quedo más tiempo del recomendado mirando ese gesto tan común. Pero que es el primero que me regala.

Es la primera vez que no me mira con miedo o repele. Podría acostumbrarme a esa sonrisa mientras trato de llevarla a la cama.

¿Qué te pasa, idiota? Es solo una sonrisa.

Su tímida voz me saca de mis pensamientos:

—¿Y a ti que te gusta? —cuestiona jugando con sus dedos.

Pelear, apostar, drogarme, tener sexo, alcoholizarm...

—¿Además de ti? —Finjo pensar un momento—. La psicología.

Mantengo mi mirada clavada en la coronilla de su cabeza mientras ella mira sus zapatos.

Otra vez nerviosa.

—No pensé que te interesara la psicología —murmura, afianzando mi chaqueta a sus pequeños hombros.

—A veces las personas pueden sorprenderte —respondo con una sonrisa socarrona.

Ella vuelve a sonreír tímidamente antes de ruborizarse completa. Cada vez que lo hace, mi mente no puede evitar pensar en otras prácticas que la hagan ruborizarse de la misma manera en que lo hace ahora.




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