Los Ricci

13. Clases de moral

POV RAVE
 


 

Ya me duele el culo de tanto estar sentado en esta maldita cama de concreto. 
 


 

Hace dos horas que nos metieron tras las rejas luego de hacer todo el procedimiento que ya me sé de memoria. Todavía no me dejan hacer la puta llamada que me corresponde por derecho.
 


 

Frente a mí, en la otra celda, está ella. Su rostro está decaído y no deja de temblar por el frío que hace en este jodido lugar. Su vista está pegada al suelo; está así desde que llegamos. Ni siquiera le ha contestado a Aria que se encuentra a su lado intentando entablar una conversación con ella. Comienzo a pensar que esa chica en verdad tiene serios problemas mentales. Todavía no me creo que les haya pegado una patada a cada policía que intentó acercársele. Claramente no le sirvió de mucho, la arrestaron de todas formas.
 


 

—Bueno, al menos estamos todos juntos, ¿no? —Rodrigo me mira desde el suelo en donde está tumbado y me contengo para no aplastar su estúpida cara con mi bota.
 


 

—Mejor cierra la boca antes de que te mate —espeto. 
 


 

Nada de esto hubiera pasado si no hubiera invitado a las hermanas Fox a la maldita fiesta. Mi hermano bufa y vuelve a cerrar los ojos intentando dormir.
 


 

Claro, el muy hijo de su madre está tranquilo porque es menor de edad. El único que está verdaderamente jodido aquí soy yo.
 


 

Esos hijos de puta me han quitado mis cigarrillos. En estos momentos necesito uno urgente. Mi paciencia se está acabando a medida que el tiempo pasa y no me han llamado para que pueda hacer la puta llamada. 
 


 

Vuelvo mi vista hacia ella. No me mira. Está estoica en el asiento de la celda y se abraza a sí misma con sus delgados brazos. 
 


 

Todo esto es mi culpa, ella no tendría porqué estar aquí. Solo ha ido a buscar a la irresponsable de su hermana. 
 


 

—Señor Ricci. —Escucho mi apellido y me levanto de ipso facto—. Ya puede hacer su llamada.
 


 

Me mantengo con expresión dura cuando me abren la celda y me guían hasta el pasillo. A pesar de que me lo sé de memoria. 
 


 

—Cinco minutos —expresa la oficial de policía y se va por donde vinimos.
 


 

Por suerte tengo buena memoria.
 


 

—Habla Joseph —dice una voz grave al otro lado de la línea. 
 


 

—Soy yo, Joseph. —Le aseguro. No hace falta decirle mi nombre porque mi acento hace todo el trabajo.
 


 

—Rave, amigo, ¿qué necesitas? —cuestiona en tono amigable.
 


 

—Que hables con el jefe. Necesito urgente que mande un abogado a la comisaría cuarta del South Central. Que traíga dinero para cuatro fianzas o cinco aproximadamente —murmuro con voz fría. 
 


 

—Ok. En menos de una hora estará ahí con el dinero —acepta sin rechistar y estoy por agradecerle y cortar cuando sigue: —Rave, ¿qué fue lo que pasó? A ti nunca te atrapan...
 


 

Suelto un suspiro exasperado.
 


 

—Larga historia —resoplo—. Y Joseph... 
 


 

—¿Sí?
 


 

—Gracias, hermano.
 


 

Y cuelgo.
 


 

La policía está esperándome unos cuantos metros más allá. Lo suficiente lejos para respetar la privacidad pero también lo suficiente cerca para vigilar que no intente escapar.
 


 

Vuelvo a la celda y me quedo observando su bonito rostro. Luce realmente afligida y asustada. Apuesto a que nunca ha siquiera estado en la puerta de una comisaría. Estoy molesto con el idiota de Rodrigo por invitarla a esa fiesta. Pero más molesto estoy conmigo mismo por dejar que la arrestaran. Podría haber matado tranquilamente a los policías y haber huido, pero no quería que ella viera esa parte de mí. 
 


 

En un instante levanta el rostro y clava sus ojos en mí. A pesar de la oscuridad en la que está sumida todo el lugar sus ojos verdes refulgen opacando todo lo demás. No puedo detallar bien su rostro por la escasa luz pero apostaría mi auto favorito a que está llorando. ¿Cómo pude exponerla a esto? Soy un completo idiota.
 


 

Pasan los minutos y el abogado no llega. Raven se ha recostado en la fría cama de concreto de la celda frente a la mía. Está durmiendo. Estoy seguro de que debe estar agotada y hambrienta. Las sustancias siempre te dan sueño, hambre y sed. Bien salgamos de esta maldita comisaría la llevaré a un Starbucks a que desayune algo. Es lo menos que puedo hacer por ella.
 


 

Un hombre trajeado se acerca a los barrotes de la celda. Lleva un maletín consigo y lo identifico como el abogado corrupto que mi jefe dispone para cada uno de sus hombres. Solo para los importantes. 
 


 

Me paro y voy hasta allí.
 


 

—Will.
 


 

—Rave, ¿qué pasó? —cuestiona con un dejo de incredulidad en la voz.
 


 

—¿No es obvio, Will? Nos detuvo la maldita policía —respondo, hastiado.
 


Él vuelca los ojos y una sonrisa de suficiencia es esbozada.

—Ya pagué la fianza de los cuatro. Me dijeron que tú y Rodrigo deberán ir a juicio por los cargos que de seguro ya les informaron —explica algo tenso.

—Bueno, ¿y cuando nos dejarán libres?

—¿Cuáles son los otros dos detenidos? —Quiere saber, ignorando mi pregunta.

—Detenidas. —Le corrige alguien a mis espaldas. Me giro y confirmo que Rodrigo ya está más que despierto y listo para salir de este lugar.

—Interesante. ¿Y quiénes son las afortunadas? —bromea el abogado.

—Si a esto le llamas ser afortunada... —La voz fastidiada de Aria resuena por todo el pasillo.




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