Los Ricci

23. Te llamaré pesado

POV RAVEN

Me abrazo a mi misma al tiempo que maldigo por no haber traído una campera.

Los demás ya se han ido y yo sigo aquí esperando a que mi madre me busque.

Dijo que pasaría por mí a las doce y ya han pasado veinte minutos después de la hora pactada.

Froto mis brazos descubiertos intentando entrar en calor. El otoño ya se está haciendo presente aquí en Los Ángeles.

Miro en todas direcciones un tanto paranoica.

Odio la noche, sin duda alguna no me siento cómoda con ella.

Me volteo rápidamente cuando oígo pasos detrás de mí.

Oh, solo es Rave.

Espera, ¡Rave!

Vuelvo mi vista hacia la entrada de autos del hospital, con toda la intención de ignorarlo hasta que decida irse.

No puedo creer que hace solo unas cuantas horas atrás estuve llorando en sus brazos. Mis ojos no se han deshinchado del todo.

Me sobresalto cuando siento una gruesa tela ser acomodada en mis hombros.

Inspecciono los mismos para encontrarme con una chaqueta de cuero negra sobre mi anatomía.

¿Este chico no entiende que no lo quiero cerca?

Me saco de un tirón la chaqueta y se la tiendo con uno de mis brazos sin siquiera mirarlo.

—Gracias, pero no tengo frío —aseguro con los nervios desperezándose dentro de mí.

—El temblor de tu cuerpo no opina lo mismo, niña. Deja ya el orgullo y pónte la maldita chaqueta —sisea molesto.

Yo me volteo con mi mejor cara de pocos amigos, hacia él.

La chaqueta todavía permanece en mi mano porque Rave no hace amago de tomarla.

—Te dije que no tengo frío. —Acorto los escasos tres pasos que nos separan y la estampo contra su pecho.

Cuando quiero plegar mi brazo nuevamente y alejarme de él, apresa mi muñeca.

Una sonrisa ladina pinta su rostro.

—¿Por qué eres tan orgullosa? —cuestiona.

—¿Por qué sigues en el hospital? —pregunto en respuesta y tiro de mi muñeca intentando safarme sin éxito.

—Quería asegurarme de que no te pasara nada cuando esperaras a tu madre aquí afuera —explica.

—¿Y tú como sabes que mi madre me busca?

—Tengo mis métodos para saberlo —dice en tono divertido y me acerca un poco más a él.

Nuestros rostros están demasiado cerca. Aprieto los dedos de mis pies intentando mantener la compostura.

—Tu corazón late muy fuerte.

Claro que está sintiendo mi corazón. El dorso de su mano está apoyado en el lado izquierdo de mi pecho, debido a que sostiene justo allí mi muñeca.

Trago grueso.

—¿P-puedes soltarme? —pido, con la respiración agitada.

Su vista en mi boca me pone de los nervios.

—Solo si te abrigas con mi chaqueta —sentencia.

—Está bien —acepto a regañadientes.

Suelta mi muñeca por fín y me paso la chaqueta por los hombros. Mi cuerpo recibe la cobertura gustoso.

Me volteo nuevamente hacia el frente, por donde se supone que debería llegar mi madre.

Sopeso en la opción de llamarle pero descarto la idea al instante, si está manejando no puedo llamarla. No quiero que otra persona sufra un accidente de autos. Una contracción en la boca de mi estómago se hace presente cuando mi mente trae a colación la posibilidad que tanto intenté ignorar durante estos minutos.

¿Y si chocó y por eso no ha llegado?

Rave parece leer mis pensamientos:

—Tranquila, ya llegará. —Oígo que murmura a mi lado.

Luego de eso escucho como enciende un cigarrillo.

No respondo y ruego porque mi madre llegue rápido. No quiero estar cerca de Rave. Estoy muy furiosa con él.

—Deberías relajarte, te vas a quebrar la quijada —suelta en tono bajo.

Todavía no me acostumbro a lo que me produce oír su acento natal.

—Yo estoy relajada —espeto.

—¿Segura? —cuestiona en tono jocoso.

Yo suelto un resoplido.

—¿Podrías aunque sea por un solo segundo dejar de fastidiarme la existencia? —Me irrito todavía más cuando se le escapa una carcajada.

Muerdo mi labio superior con tal de no insultarlo y quedar como una maleducada.

—Vamos, escupe lo que tengas para decir, niña. —Su aliento me hace cosquillas cuando susurra eso en mi oído—. Puedo soportarlo. Pero solo si prometes que luego de eso, me darás otra oportunidad.

Trago grueso y agradezco que ahora se encuentre a una distancia prudente.

—Déjame en paz, Rave. Ya te he dicho que no vuelvas a hablarme —mascullo.

—Tanto rencor te hará mal, cariño. —Toma un mechón de mi cabello y lo posiciona detrás de mi oreja.

Yo rasco la punta de mi nariz intentando ignorar el estremecimiento de mi cuerpo.

—Yo no soy rencorosa —resongo y es muy tarde cuando noto que he sonado como una cría de diez años.

—Claro, y yo soy Lady Gaga. —Eso me saca una pequeña risa que reprimo al momento.

Él ríe al notar que yo lo hice.

—¿Qué tengo que hacer para que me perdones? —pregunta ahora enseriado.

Aparto mi mirada de él cuando oígo la camioneta de mi madre ser estacionada justo frente a nuestras narices.

¡Al fín!

—Adiós, Rave. —Intento dar un paso para entrar corriendo al vehículo de mi madre cuando ella baja de el.

Aplano los labios.

—¡Hola, Raven! —exclama y abraza a Rave efusivamente—. Oh lo siento, Rave. —Se corrige a ella misma.

Yo la miro ceñuda.

—Dígame como usted guste, señora Fox —responde el italiano, dándole una de esas estúpidas sonrisas "compradoras de madres".

—Oh por favor, dime Lara, cariño. —Reprimo las ganas que tengo que darme la frente contra el vidrio de la camioneta.

¿En serio mamá? ¿Ahora te cae bien Rave?

—Está bien... Lara. —Rave vuelve a sonreír.

—Gracias por quedarte con Raven. Había mucho tráfico —explica apenada.

—No hay problema. Puede retrasarse todo el tiempo que desee, por mí no hay problema —bromea en un tono tan educado e inusual en él, que hasta mi madre lo mira fascinada.

—Mamá, estoy hambrienta. ¿Podemos irnos? —pregunto, mientras repiqueteo un pie en el suelo con impaciencia.




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