POV RAVEN
—¿Que no te había dicho que no vuelvas a buscarme?
—No seas tan egocéntrica, cariño. Solo vine a traerte unos pastelitos que mi madre horneó para ti. Rhett y Rodrigo no podían traértelos así que... Aquí me hallas —explica mientras enciende un cigarrillo y se lo lleva a la boca.
La vergüenza me atenaza directamente las mejillas que se me ponen rojas al instante.
Pero me niego a mostrarme derrotada por su patética excusa.
—Que coincidencia que justo ayer hayas dicho que vendrías al hospital a verme. —Enarco una ceja en su dirección y me cruzo de brazos.
—Estaba bromeando. Solo es una estúpida coincidencia, Raven. —Veo el movimiento de sus mullidos labios al expulsar el humo del cigarrillo.
Trago grueso.
—Seguro —digo, apartando la mirada de sus labios—. ¿Y los pastelitos?
—Están en la camioneta. Puedes acompañarme para que te los dé —propone ahora mirándome a los ojos, los suyos se desvían a mis labios por un segundo.
—¿Me estás chantajeando, Rave Ricci? —cuestiono acusadora—, ¿por qué no los trajiste hasta aquí de entrada?
—Afirmativo. Esto es un chantaje. —Una sonrisa ladina surca sus labios y ladea la cabeza mientras se acaba el cigarro.
—Pues no funcionará —espeto—. Tengo que entrar al hospital, nos dirán el estado de salud de Rian. Tú ve a buscar esos pasteles a tu camioneta y traélos hasta dentro del hospital. Si no me encuentras déjaselos a Jess —realizo—. Ah, y luego vete. No quiero que me des otra desagradable sorpresa como la de anoche.
Me doy la vuelta y dirijo mis pasos hacia el hospital sin esperar respuesta.
Me extraño cuando no me detiene como acostumbra, pero decido dejar de lado eso.
Bien entro al hopital saludo a Jess y a los demás con un abrazo.
—Al fín llegas. Estábamos esperándote para que nos dijeran a todos juntos las noticias sobre Rian. —Me dice Mack con una mano en mi hombro.
—Sí, lo siento. El tráfico —miento.
Ella asiente con una pequeña sonrisa y una punzada de culpa me golpea al instante por no serle sincera.
—Todavía no ha despertado. —Los padres de Rian anuncian una vez llegan hasta nosotros.
Mi pecho se encoge ante la desilusión una vez más. Abrazo a Jess.
—Le harán análisis para ver la causa —prosigue el señor McCartney con notable pesar.
Se talla la cara con una mano mientras con la otra abraza a su esposa que luce devastada.
Sus ojos oscuros igual a los de Rian nos observan a cada uno de nosotros. Es obvio que quiere decirnos algo y no se anima.
—Chicos, hay algo que debo decirles —comienza él. Mis brazos se tensan sobre Jess que me abraza todavía más fuerte—. Los análisis que le harán, tanto como la medicación que le administran..., es muy costoso, la obra social sólo me cubre el 40% de los gastos y en unos días mi cuenta bancaria quedará seca. —Hace una pausa y desvía la mirada avergonzado—. Necesito, necesito su ayuda. Sé que son sólo unos niños pero con lo puedan ayudarme por favor, no duden en hacerlo.
Se hace un silencio que dura unos segundos.
—Claro que lo ayudaremos señor McCartney. No tiene que pedirlo dos veces. ¿A que no, chicos? —Miro a mis amigos para que al fín reaccionen y digan algo.
—Por supuesto que no señor, le ayudaremos —dice Noah y las demás asienten respaldandolo.
—Muchas gracias chicos, nunca olvidaré esto. —La señora McCartney se separa de su marido y nos abraza a todos con sus delgados brazos.
—No tiene nada que agradecer señora. Rian es nuestro amigo —asegura Sabrina y todos asentimos.
Alguien se aclara la garganta detrás de nosotros y ruego al cielo porque no sea Rave.
Pero el cielo parece no estar de mi lado hoy.
Cierro los ojos un momento cuando lo veo parado en medio de la sala de espera con un tupper en la mano y con su mano libre rascándose la nuca visiblemente incómodo.
Yo le doy la peor de las miradas.
—Lo siento, puedo volver después.
—Se da la vuelta y sale fuera.
—Ya vuelvo —digo avergonzada, antes de seguirlo.
Abro la doble puerta del hospital y salgo afuera. Ahí está Rave, apoyado en sus antebrazos sobre la barandilla. Juguetea con el tupper en sus manos y tiene la vista perdida en algún punto en el horizonte. Por donde el sol se está ocultando para dar paso a la noche.
Escucha que me acerco y me mira.
—Lo lamento. —Se disculpa y sé que me hubiese derretido aquí mismo si no fuera porque estoy enojada con él—. Toma.
Me tiende el pequeño tupper color rosa y yo lo tomo. Nuestros dedos se rozan por la acción y casi puedo sentir una corriente eléctrica subirme por la columna.
—Dile a tu madre que gracias. Y que las de la vez pasada estaban riquísimas. —Mi voz flaquea cuando posa sus audaces ojos en mí.
—Se lo diré. —Me da una pequeña sonrisa que no llega a sus ojos y yo asiento.
No sé por qué sigo aquí parada luego de que ya tengo el tupper entre mis manos. No sé por qué el sigue mirándome fijamente sin decir nada.
—Te ves muy hermosa hoy —adula y yo siento el rubor subir rápidamente a mis mejillas.
Me doy un repaso a la ropa que llevo puesto y me doy cuenta que sólo traigo puestos unos pantalones de mezclilla con un suéter color crema que me va un poco grande.
—Es una broma, ¿no? —pregunto incrédula.
Una risa sin gracia es emitida por mis cuerdas vocales.
—¿El qué?
—Lo de verme hermosa.
—¿Por qué sería una broma?
—Pues porque, mírame. —Me señalo la ropa y lo miro escéptica.
—Eso mismo hago, Raven —afirma y me repasa entera con los ojos—. ¿Piensas que un par de prendas pueden agregarte o quitarte belleza? Eres hermosa con lo que sea que traigas puesto.
Algo cálido se abre paso en mi pecho pero me niego a exteriorizarlo a través de mi rostro. Así que solo lo quedo mirando con gesto impasible.
—Ya-ya me tengo que ir. —Señalo la puerta del hospital mientras me maldigo mentalmente por mi fugaz tartamudeo.