POV RAVEN
Han pasado en total, dos meses desde el accidente de Ryan. Y él todavía no ha despertado.
Reconozco que estoy mejor anímicamente que el primer mes. Pero de todas formas me siento apagada..., resignada a toda esta situación.
Cada día que pasa mi optimismo va mermando, y me voy haciendo a la idea de que él tal vez nunca despierte. Una opresión me ataca el pecho al pensar en esa indiscutible posibilidad.
Rave ha venido al hospital —a pesar de mis incesantes protestas—, cada día. Algunos días sin ninguna excusa, solo para ver como estaba. Otras, traía algún postre que había mandado su madre.
Recados que, según él, no podían ser entregados por ninguno de sus hermanos.
Lo curioso es que tanto Rhett como Rodrigo han venido mínimo dos veces a la semana a solo ver como iba a todo. Por supuesto que Rave no lo sabía. No coincidan en los horarios y yo tampoco iba a decírselo.
De todas formas, me pareció muy tierno el hecho de que haya mentido sobre eso, ¿está mal?
Como les decía, estoy en una etapa de resignación. Lo cual incluye el hecho de ya no quejarme en que Rave venga a verme casi todas las tardes, en las que permanezco en el hospital.
En total, hace un mes que el italiano viene sin falta, a hacerme compañía. Aunque esa compañía solo dure no más de quince minutos; debido a que le pido que se vaya.
Y aunque me niegue a admitirlo en voz alta, eso me gusta. Verlo todas las tardes bajar de su camioneta, con su chaqueta negra puesta, y un tupper que casi siempre es de un color llamativo, algo que no pega ni de lejos con él, me gusta.
El chico sí que es insistente.
Creía que iba a durar, máximo una semana con su teatro de chico bueno. Pero no, él se ha mantenido firme a pesar de todos mis rechazos. El problema, es que necesito mucho más que eso para volver a confiar en él.
Espabilo y vuelvo a la realidad cuando escucho mi despertador sonar sobre mi mesita de noche. Aunque hoy no requerí de su función, me he despertado considerablemente más temprano a lo que acostumbro.
Me levanto de la cama para bajar a desayunar.
Es jueves y por lo tanto, día de Instituto.
Son las diez treinta de la mañana cuando bajo las escaleras bañada y vestida, con mi teléfono en mano.
Estoy revisando mis redes sociales tranquilamente cuando me quedo congelada en mi lugar, al igual que mi dedo sobre la pantalla.
Tengo veinte notificaciones en mi Instagram.
Y todas son de Rave.
》A Rave.Ricci le ha gustado tu foto.
A Rave.Ricci le ha gustado tu foto.
A Rave.Ricci le ha gustado tu foto...《
Y así sigo leyendo que le ha dado me gusta a todas mis fotos. Siento mis mejillas calentarse solo por el hecho de saber que ha visto todas las fotos de mi perfil de instagram.
Por Dios, Raven. No seas patética. Decenas de personas ven a diario esas fotos.
Cállate conciencia.
Decido guardar mi celular y terminar de bajar las escaleras. Escucho a mi hermana reír cuando voy entrando a la cocina.
Están solo ella y mi madre.
Frunzo el ceño intrigada.
—¿Dónde está papá? —Papá nunca se ausenta en los desayunos.
—Hola, buen día mamá. ¿Qué tal despertaste? —ironiza mi madre, entrecerrando los ojos en mi dirección.
—Buen día, mamá. —Me corrijo— ¿Dónde está papá?
—Tuvo que irse temprano. Tenía cosas que hacer en el trabajo —explica.
—Oh... —No sé que decir—. Ok.
Mi madre me da una sonrisa y me tiende un plato con tostadas.
—Aria, no uses el celular en el desayuno. Ya te lo he dicho antes. —Le reprende mi madre a mi hermana que permanece con la vista pegada al celular.
Si no fuera mi hermana diría que es la gemela de Julianne.
—¡Pero mamá! Esto es importante. —Se queja. Pero no le sirve de mucho porque mi madre extiende su brazo para que le entregue el celular.
Aria se lo da a regañadientes.
Estoy comiendo tranquilamente cuando casi escupo el desayuno sobre la mesa.
—Cariño, ¿puedes pedirle al chico Ricci que te traíga hoy en la noche a casa?
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestiono dejando el tenedor sobre el plato.
—Tu padre y yo tenemos una cena con unos colegas y no podré buscarte —dice apenada.
—Iré en mi motocicleta entonces —realizo.
—Por supuesto que no, señorita —sentencia mi madre—. ¿Crees que dejaré que manejes de noche luego de lo que le pasó a Rian?
—¡Pero mamá! Yo soy cuidadosa...
—Definitivamente no. —Me interrumpe.
Y yo le frunzo el ceño molesta.
—Bien. Le pediré a Rhett que me lleve —
anuncio y vuelvo a concentrarme en comer.
—¿Por qué no a Rave? —pregunta mi madre extrañada.
—Ya te dije mamá. No lo conozco en absoluto.
Aria carraspea sonoramente y yo la miro con advertencia.
—¿Algo que decir, cielo? —Mi madre la mira con una ceja enarcada.
—No, mamá. Solo se me atoró un trozo de tostada.
Y toma un trago de café luego de eso.
Idiota.
—Y Raven, ¿cómo vas a conocer a Rave si no le das una oportunidad? —cuestiona mi madre mirándome fijo.
—¿Por qué tanto interés en que le dé una oportunidad, madre? —inquiero en tono acusador.
—No lo sé. Se nota que es buen chico... Tal vez... —Deja la frase en el aire y yo entrecierro los ojos en su dirección.
—¿Tal vez...? —pregunta Aria y ya tengo ganas de matarla.
—Tal vez podría ser tu cita para la graduación.
No reprimo la risa que me ataca.
—Mamá, ¿en serio estás intentando encontrarme cita para el baile de graduación? ¿Como si fuera una perdedora que no puede conseguir una cita por su cuenta? —Tengo los ojos muy abiertos y una expresión de indignación fingida en mi cara.
Aunque la verdad es que me parece un tierno gesto de su parte.
Pero por otro lado me incomoda que piense que soy una perdedora a la que nadie invitará al baile.
—No dije eso, cariño. Por supuesto que tendrás una fila de chicos para invitarte al baile de graduación.