Los Ricci

27. Mala hierba

POV RAVE

Son las siete treinta de la mañana cuando el despertador suena. Me levanto casi automáticamente y voy directo al baño para echarme algo de agua en la cara y así espabilarme.

Salgo del cuarto de baño con una toalla en mano con la cual me seco el rostro.

Veo como los rayos del sol se colan entre las cortinas grises de mi habitación, voy hasta allí y las cierro.

Odio la luz del sol, es sumamente molesta y más cuando me levanto temprano. Es decir, todos los días.

Tomo mi teléfono que descansa sobre la mesa de noche justo al lado de mi cama y reviso si tengo notificaciones en mis redes sociales. Tengo varias-como de costumbre-, pero ninguna de ella. Lanzo el celular sobre el colchón un tanto frustrado y salgo de mi habitación vistiendo solamente un joggins, específicamente el que uso para entrenar.

Camino a través del largo pasillo dirigiéndome al gimnasio que mis padres nos regalaron a mis hermanos y a mí para Navidad. Está insonorizado porque saben cuanto me gusta escuchar música ruidosa y a un alto volumen.

Todo la casa se encuentra en silencio ya que todos duermen a esta hora.

Llego hasta ahí y cierro la puerta a mis espaldas. Me encargo de abrir todas las ventanas que hay en el gimnasio para no morir sofocado cuando entre en calor, y prendo la música a tope.

Tomo una de las sogas desperdigadas por el tatami que cubre el suelo y empiezo a saltar durante diez minutos para entrar en calor.

Luego de dos horas de ejercicio, estoy dándome una ducha para bajar a desayunar con mi familia.

El rock resuena por todo el espacio que le pertenece a mi cuarto de baño mientras permanezco unos segundos más bajo el agua con los ojos cerrados.

De repente su rostro inocente surca mis pensamientos y sonrío como idiota.

No puedo creer que esté dejando que una chica ocupe de esta forma mis pensamientos, que controle hasta mi estado de ánimo.

Soy un completo idiota.

Sé muy bien como puede acabar esto que me pasa con Raven, pero estoy dispuesto a correr el riesgo.

Sé que denuevo estoy cediéndole a otra persona la llave para destruirme.

Algo de lo que he huído por años luego de lo que pasó con ella...

Cierro el agua y salgo de la ducha todavía enojado conmigo mismo por no tener la fuerza de alejarme de ella. Enojado por ya no poder retrucarle a mi estúpida consciencia que ella me tiene mal, muy mal.

Me afeito rápidamente la sombra de barba que está comenzando a crecer denuevo y salgo del baño.

Me visto con una remera básica y unos jeans negros, me enfundo unos borcegos que no usaba hacia tiempo y tomo mi chaqueta de cuero que descansa sobre la silla de mi escritorio junto a mí teléfono que sigue sobre la cama.

Llego hasta la cocina donde puedo escuchar la risa de mi padre y los regaños de mi madre hacia alguno de mis hermanos.

Seguro fue Rodrigo con otra de sus bromas.

—Buen día. —Me anuncio y me siento en el lugar al lado de mi madre luego de saludarla con un beso en la coronilla de su cabeza.

Ella me sonríe y me pasa el café que ha preparado mi padre que sigue en la estufa preparando huevos con tocino y tostadas.

Desde que tengo uso de razón mi padre se ha encargado de preparar los desayunos. Es algo así como una tradición familiar, por tal razón siempre rechazó trabajos que tuvieran horarios de mañana, nunca se lo dije, pero siempre me pareció un detalle para con nosotros.

Sin dudas tuve suerte de tener unos padres como los que tengo.

—Anoche llegaste tarde, sanguijuela. ¿Qué hacías? ¿Estabas follándote a la chica Fox?

Pero claro, no puedo decir lo mismo de mis hermanos.

—Cierra la puta boca, Rodrigo. —Le espeto y él se carcajea.

—¿Qué les dije de usar esas palabras en la mesa? —Mi madre nos da una mirada reprobatoria mientras mi padre niega divertido.

—Fue Rodrigo. —Lo acuso.

—Y Rodrigo, ubicate, no te refieras así a una chica en mi presencia. No es así como te crié, debes respetar a las mujeres. —Le riñe mi madre molesta.

Rodrigo agacha la cabeza.

—Lo siento, madre. No volverá a pasar.

Rhett se limita a ignorarnos y beber de su café mientras lee el periódico.

—¿Estabas con esa niña, cielo? —pregunta mi madre de repente.

—La llevé a su casa. —Le dedico una sonrisa de labios cerrados y ella asiente en aprobación.

—El buen Rave, siempre tan comedido —murmura Rhett con sarcasmo.

—¿Tienes algún problema? —siseo en su dirección.

—Sí.

—Pues dímelo de una vez antes de estar cuchicheando como una maldita colegiala.

Mi hermano tensa la mandíbula.

Mi madre nos da una mirada de advertencia para que la cortemos pero sinceramente hoy no estoy de humor para bancar los comentarios de este idiota.

—El problema es que eres un maldito hipócrita. Puedes engañar a todos aquí, e incluso a Raven, pero sabes bien que clase de tipo eres.

—Rhett, basta ya —ordena mi padre sorprendiendonos a todos ya que él nunca se mete en nuestras peleas.

—Tú no sabes una mierda sobre mi relación con Raven —gruño.

—Rave, cariño, no le hagas caso. Ya déjalo —pide mi madre.

Yo aprieto mis puños bajo la mesa cuando Rhett alza el mentón y esboza una sonrisa pedante.

—¿Tu relación con Raven? ¿Te refieres a como la acosas a pesar de que te dijo que te alejaras de ella?

Cuadro los hombros y me contengo de no partirle la cara de un puñetazo.

—¡Rhett, ya basta! ¡Suficiente! —brama mi padre—. ¡Ya basta los dos!

—Ya no tengo hambre —anuncia Rhett levantandose de su asiento y dejando sin cuidado la taza sobre el desayunador.

Y así se pierde por el pasillo.

Menudo idiota.

Mi padre suspira y se sienta dejando el desayuno sobre la mesa.

Yo me dispongo a comer tranquilamente porque el ejercicio me ha dejado con demasiada hambre.

Intento no darle importancia a las palabras del idiota de Rhett. Yo sé que Raven siente algo por mí como yo por ella.




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