Los Ricci

28(2da parte). El lavado de autos

POV RAVEN

Sigo el camino por donde acaba de irse mi hermana y al llegar al patio trasero de Mack me encuentro con que todos están sentados en reposeras mientras toman una cerveza.

Tomo asiento en el apoyabrazos de la reposera donde Jess está sentada.

—Hola, Jess.

—Hola, Ri.

A los demás los saludo con una sonrisa como de costumbre.

—¿Están todos preparados? —pregunta Julianne con voz de mando.

Y me causa gracia la seriedad que le pone a esto. Ni que nos fuéramos a la guerra.

—¿Vieron los tutoriales que mandé al grupo sobre como lavar un auto correctamente? —vuelve a cuestionar y todos asentimos divertidos.

—Bien, en veinte minutos seguro comenzarán a venir los clientes. —Da por terminado y comienza a acomodar unos papeles que hay en la mesa ubicada detrás del stand improvisado que construimos, que funciona como una caja registradora donde ella cobrará a los clientes.

Mack, Sabrina, Jess y mi hermana se sacan la remera, quedando sólo en short y la pieza de arriba del bikini cubriendo sus pechos.

Las cuatro, incluyendo a Julianne y hasta Noah me miran esperando que haga lo mismo.

Niego con la cabeza repetidamente. Ellas a excepción de Noah, vuelcan los ojos. Una sonrisa de "lo sabía", se extiende por el rostro de Aria. Pero esta vez no cederé ante sus provocaciones. Así que levanto el mentón con suficiencia y le devuelvo la sonrisa retadora que me está dando.

—Bueeeno, con que aquí se armó la fiesta nudista, ¿y nadie me invitó? —La voz coqueta de Rodrigo hace que rompa el contacto visual con Aria.

Me volteo solo para encontrarme a Rhett y Rodrigo en bañador de pileta y con el torso desnudo. Desvío la mirada avergonzada cuando noto la tableta de abdominales que adornan su anatomía.

¿Pero es que acaso los hermanos Ricci nacieron con cuerpos de infarto?

—Vinimos a ayudar. Y también traje mi coche para que puedan lavarlo —anuncia Rhett mirando fijamente a mi mejor amiga que se ruboriza al instante.

¿Y Rave?

Rhett parece leer mis pensamientos:

—Rave se fue hoy temprano de casa y no lo hemos vuelto a ver en lo que va del día —explica con un encogimiento de hombros.

Yo le doy una sonrisa de labios cerrados que pretende verse desinteresada; pero no sé si lo logré.

Todos charlamos un corto tiempo más ya que a los minutos comienzan a llegar autos, camionetas, y hasta motocicletas.

Todos estamos lavando auto tras auto mientras yo tengo doble tarea ya que tengo que supervisar a Aria a cada momento. Mi hermana se toma la libertad de ponerse a coquetear con los clientes y atrasa el trabajo de todos los demás. Después de una hora riñendola por fín se limitó a atender normalmente sin querer ligarse a cada chico que traía su vehículo a lavar.

Estoy pasándole silicona a una camioneta cuando veo a Nastia charlando muy cómodamente con Julianne.

¿Qué hace ella aquí?

Niego con la cabeza y me concentro en terminar mi trabajo.

No pasa mucho cuando Nastia se posiciona a mi lado y veo por el rabillo del ojo que se cruza de brazos.

—¿Por qué no te sacas la remera al igual que las demás, bicho raro? —pregunta en tono burlón.

—¿En serio bicho raro, fue lo mejor que se te pudo ocurrir? —bufo, con la vista fija en mi labor.

—¿Prefieres "deforme"? Sí, creo que ese te queda mejor —escupe.

—Yo tengo uno mejor —habla una voz a mis espaldas que reconozco al instante por su marcado acento extranjero.

Nastia se queda callada mientras le lanza cuchillas con la mirada a Rave.

—¿Ah sí? ¿Y cuál es? —pregunto, solo para picar a la idiota de Nastia.

—Hermosa.

Miro a Rave con una media sonrisa y el rostro rojo de la vergüenza. Él ignora por completo a Nastia y fija sus ojos en mí mientras me corresponde la sonrisa.

—¿Saben qué? Váyanse a la mierda. Los dos se merecen porque los dos no son más que excremento. —Y así se va, dando pisadas enfurruñadas sobre el césped mojado y lleno de espuma.

A sabiendas de que me he quedado sola con Rave mis nervios se despiertan y vuelvo la mirada hacia el siguiente auto que me toca lavar.

Rave recuesta su lado sobre el coche sin importarle mojar la remera que trae puesta.

—¿Quieres saber los demás insultos que tengo para ti? —murmura en tono bajo y ronco.

—No —sentencio, sin mirarlo.

—Preciosa, diosa, bombón..., amor. —Mi estómago se aprieta cuando me llama "amor".

Mierda.

Rave da un paso en mi dirección y yo trago grueso, intentando prestar atención solo a lo que estoy haciendo.

—¿No vas a responder? —susurra y su aliento a menta y cigarrillo me golpea la mejilla.

Mis fosas nasales reciben gustosas su colonia crítica y siento que la piel se me vuelve de gallina.

—Para ya con esto —respondo, en un hilo de voz.

—¿Y si no quiero? —susurra todavía más cerca de mí.

—¡Hey, hey, hey! ¡No se puede ligar con los empleados! —Rodrigo pasa por nuestro lado empapado de pies a cabeza y Rave le lanza una mirada mordaz.

En cambio yo agradezco que me haya sacado de esta fuerte tensión.

—Bueno, sigue trabajando. Nos vemos al rato, Raven. —Me da una sonrisa de dientes completos y se marcha sin esperar respuesta.

Estamos casi sobre la hora pactada para cerrar el autolavado.

Nos encontramos tomando una cerveza para celebrar que hemos juntado algo de dinero para el hospital. No es mucho, pero al menos es algo.

Son exactamente las seis de la tarde cuando alrededor de quince autos se estacionan en la acera frente a la casa de Mack. Todos y cada uno de los presentes nos ponemos en alerta casi al instante.

Rave pasa por mi lado murmurando un "al fín" casi inaudible, y se dirige en dirección a los autos de alta gama que desentonan totalmente con la humildad de este barrio.

Segundos después, todos los conductores de esos autos bajan y es ahí cuando me congelo en mi lugar. Hombres trajeados de negro y de complexión muy robusta, llenos de tatuajes y piercing, se disponen a saludar a Rave con un abrazo amistoso y una palmada en la espalda.




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