POV RAVEN
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—¿Por qué hiciste todo eso por mí? Es decir, ya quedó claro que te gusto, que te gusto mucho. —Un nudo de nervios me atenaza el estómago cuando Rave se gira a verme, por esa última frase—... pero, ¿quién gasta tanto dinero en alguien que conoce hace apenas seis meses?
—¿Alguna vez escuchaste la frase que dice que "una persona puede hacerte sentir en meses lo que otra no pudo en años"? —Le observo a conciencia.
Sus ojos color hoja me devuelven la mirada un tanto divertidos y un tanto escrutadores.
Ahora me doy cuenta de que comparte con Rodrigo esa mirada cargada de picardía y diversión.
—Sí-sí. La he escuchado —respondo finalmente, el contacto visual con Rave está acelerándome el corazón a niveles anormales.
—Bueno, eso —dice con simpleza.
—¿"Bueno, eso"? —inquiero, sin entender nada.
—Sí. Eso. —Ahora una sonrisa ladina adorna su pálido rostro.
Él parece divertirse con la situación.
Vuelvo la mirada al camino frente a nosotros, meditando en sus palabras.
—¿Te refieres a que yo te causé muchas más cosas en estos cortos seis meses que otra persona en años? —pregunto, elevando las cejas.
Ahora tengo curiosidad por saber de esa otra persona.
—Muy bien... resolviste el acertijo, Holmes —contesta, con un tono cargado de sarcasmo.
Giro a mirarlo nuevamente cuando estamos adentrándonos con su camioneta a la manzana en donde se encuentra el Instituto.
—No hacía falta el sarcasmo, Nacho. —Vuelco los ojos—... contigo me puedo esperar cualquier cosa. No puedes culparme.
Ahora es él el que me echa una mirada fugaz enarcando una negrida ceja.
Entramos al parqueo del Instituto y noto como todas las miradas están puestas en la camioneta de Rave. Más específicamente, en mí. Incluso la de las tres chicas que rompieron mis auriculares.
Para cuando Rave termina de estacionar su vehículo con una facilidad envidiable, ya estoy nerviosa hasta la médula.
¿Me atacarán de nuevo por llegar con él?
¿Qué pensarán todos al verme salir de su auto?
—Ya deja de cuestionarte todo, cerebrito —murmura Rave, inclinándose hacia mí y tomándome por el mentón con suavidad.
—Estoy muy nerviosa —admito, mirándolo directo a los ojos.
—No tienes por que, yo estoy aquí. Nada malo va a pasarte —asegura y me besa.
Siento como todo el mundo a mi alrededor se esfuma en el instante en el que nuestros labios se unen.
Incluso los malos pensamientos.
Todo, todo.
Hundo mis dedos en su cabello, mientras aspiro su característico olor a cítrico y cigarrillos.
El beso se profundiza cuando Rave une nuestras lenguas. Siento que el corazón va a salírseme en cualquier momento, a causa de la fuerza con la que golpea mis costillas.
—Rave —susurro contra su boca, cuando logro separarme del abrumador chico frente a mí.
—Dime, Raven.
—Tengo miedo de que tus sentimientos vuelvan a cambiar. De que vuelvas a ignorarme. Después de esto no soportaría verte con otra chica. Creo que moriría de...—No puedo seguir porqué Rave vuelve a atacar mi boca en un beso dulce y más cariñoso que el anterior.
—No voy a irme de nuevo, hermosa. Lo prometo. —Puedo ver en sus ojos que es sincero.
Entonces me permito confiar, confiar en él.
A pesar de en el fondo saber que él puede destruirme con solo una palabra.
Que él puede quemarme con solo una decisión.
Rave me da un corto último beso en los labios y se baja de la camioneta, de lo más campante, mientras yo estoy muerta de nervios a causa de la miradas curiosas sobre nosotros.
¿Es que no tienen nada más interesante que hacer que chismorrear?
Vuelco los ojos antes de salir de una vez por todas de lo único que resguardaba mi inminente inseguridad.
Rave se acerca hasta a mí y cubre con su mano una de las mías. El calor de su tacto logra apaciguar el nudo de ansiedad que aprieta mi estómago.
—¡¿Se les perdió algo?! ¡¿Que tanto miran, idiotas?! —vocifera el pelinegro y yo siento como toda la sangre del cuerpo se me agolpa en los pies.
Lo miro de reojo, todavía apenada por su atrevimiento.
Aunque debo admitir que algún día me gustaría tener esa seguridad.
Para mi sorpresa, las palabras de Rave hicieron que todos dejaran de prestarnos atención. O al menos, que no nos mirasen como si fuésemos alienígenas recién saliendo de su nave.
—Listo. —Rave me observa con una sonrisa en su rostro que se me antoja a la de un niño que ha hecho las cosas bien y espera la aprobación de su madre.
Ese pensamiento —no sé por qué razón—, me hace sonreír.
Entramos al Instituto tomados de la mano.
Y... de nuevo esas miradas.
Esta vez decido ignorarlas.
Entendiendo que esas miradas siempre estarán ahí, pero que es decisión nuestra el grado de importancia que le damos.
Después de todo, no podemos vivir la vida pensando en lo que los demás digan, sino, simplemente no estaríamos viviendo.
Es por eso que, cuando llegamos al casillero de Rave, lo tomo de la remera y hago que se doble hasta tenerlo a la altura de mi rostro, para luego unir nuestras bocas.
Creo que podría acostumbrarme a esto.
Cuando profundizo el beso, él, en respuesta, quita la mano que permanecía en la puertecilla de su casillero y rodea mi cintura con sus brazos, pegándome a su cuerpo.
Dejándome también, aprisionada contra los casilleros.
Un gemido bajo me es arrancado cuando aumenta la velocidad del beso y la fuerza con la que ataca mi boca.
Una que otra mordida a mi labio inferior hace que suelte un quejido, que al parecer le divierte, porque lo siento sonreír bajo mis labios.
—¡Consíganse una habitación! Todavía hay menores aquí. —Estoy tan ensimismada en el momento, que ni siquiera me molestan los típicos comentarios de Rodrigo.
Segundos después nos separamos.