Los Ricci

39. Arrogantómetro

POV RAVEN

Me quedo de piedra cuando la veo.

Una sonrisa radiante pinta su perfecto rostro, y su perfecto cuerpo lleva ropa ceñida que le sienta bien, más de lo normal. Y la odio por eso.

La odio por hacerme sentir no solo mal conmigo misma, sino porque todo lo que me dijo aquella noche cobra sentido, y me doy cuenta de que ella tenía razón, en absolutamente todo.

—Tú no eres nada a comparación de mí, ¿sí lo comprendes?

—Cállate —sisee, pero un nudo había empezado a obstruir mi garganta.

—Mi consejoes que no vuelvas a intentar nada con nadie. Porqué siempre habrá alguien mejor que tú; y ningún chico... O chica, te elegirá por sobre nadie. Nunca.

Una lágrima que intenté retener había escapado. Mis manos estaban en puños, pero no por querer golpearla, yo nunca hubiera violentado a ninguna persona..., y no empezaría con ella.

—Porque no vales nada. —Prosiguió.

Y de tanto repetirlo, terminé por creérselo.

—Sí, soy yo. —La voz del italiano me trae de vuelta al aquí y ahora.

Rave toma su mano y le da un apretón rápido antes de soltarla y dar un paso atrás. Aunque Jenna no se inmuta en lo más mínimo. Su ego más grande que todo West Side no le permite siquiera socavar en la posibilidad de ser rechazada.

—Aunque mi prima no había mencionado que eras tan... —El coraje comienza a crecer dentro mío cuando lo repasa de pies a cabeza sin descaro—. Tan guapo.

—Ah. —Una sonrisa quiere abrirse paso en mi semblante cuando noto el deje desdeñoso con el que él responde.

Mi prima lo observa durante unos largos segundos, y luego decide que dejará su patético coqueteo para más tarde.

—¿Cómo estás, primita? No sabía que vendrías. —Acorta la distancia que nos separa y me envuelve en un abrazo que me causa náuseas. Su perfume a coco me revuelve hasta lo más recóndito de mis entrañas.

Me separo con brusquedad y ella me observa con una ceja enarcada, escéptica.

—Si nos disculpas, queremos ir a por unas bebidas. —Los callosos dedos de Rave envuelven mi muñeca y tiran de mí con suavidad, para terminar de apartarme de mi prima.

Y me sorprenden dos cosas:

La primera: El que no le haya seguido el coqueteo a Jenna.

La segunda: El que pueda leer tan bien mis emociones y darse cuenta —a pesar de que, cuando preguntó sobre mi relación con Jenna, le dije que era buena— que no quiero estar un segundo más cerca de la rubia.

—¡Oh, sí, claro! —Jenna aparta su mirada de mí y esboza un gesto amable hacia el italiano—. Puedo acompañarlos si gustan, sé de unos mojitos especiales que le pedí al barman y la verdad le quedaron de puta madre.

En este momento, Aria se estaría burlando de su patético y malogrado intento de sonar como una chica cool.

Ella ni siquiera dice palabrotas. Según ella, solo las chicas con poca clase las dicen.

Rave la contempla con el ceño levemente fruncido.

—No, no gustamos. Pero agradecemos el gesto. —Un calor se abre paso en mi pecho cuando habla en plural.

No sé por qué mi cerebro se empeña en ver la expresión que Rave utilizó, como una posibilidad de un nosotros.

De un nosotros... Como pareja.

La expresión de mi prima se contorsiona durante unos segundos por la molestia que le causó la respuesta de Rave, pero lo oculta al instante y esboza una sonrisa fresca y despreocupada.

—Claro, claro. No quiero interrumpir a la parejita —dice, en un tono que pretende sonar amable y comprensivo, pero que fracasa en absoluto porque se nota  a una legua el filo tenso que irradia no solo su voz, sino toda su presencia en general.

Rave le da un asentimiento antes de echarse a andar en dirección a la arena, todavía con su mano rodeando mi muñeca.

—¿En serio intentó ligar conmigo en tus narices? —Rave tiene el ceño fruncido y una sonrisa irónica tira de sus labios.

—Te presento a mi querida prima —murmuro con sarcasmo.

Suelta una risotada.

—Hey —llama, detengo mi andar hacia la barra improvisada del lugar, y lo observo. Rave me mira con dulzura y toma mi mentón entre sus dedos—. Vi como la mirabas. Y quiero que estés tranquila, nunca me metería con tu prima estando en algo contigo.

Me lo quedo mirando, escéptica.

—Así que si no estarías en algo conmigo, sí te la tirarías. —Intento sonar divertida, pero no logro ocultar el tono de reproche en mi voz.

—Tal vez solo una noche. —Por primera vez desde que lo conozco, me molesta que sea sincero—. Pero definitivamente no la volvería a llamar. No solo es sumamente egocentrista y superficial, si no que a leguas se nota la falsedad con la que habla. Se nota que no es una buena persona.

—En serio eres la primera persona, además de Aria, que lo nota —digo en tono amargo—. ¿Y cómo es eso de "vi como la mirabas"?

—Nunca te vi mirar así a nadie. —Frunzo el ceño y él aclara—. Recelosa. La mirabas con rechazo.

Abro la boca para tratar de contradecirlo, porque me avergüenza el hecho de que se me note tanto la repulsa que siento hacia ella, pero nada viene a mi mente. Así que vuelvo a cerrarla.

—Prefiero no hablar de eso. —Me sincero.

Llegamos a la barra y pido dos cervezas negras al barman.

—¿Por qué no? Está claro que es algo que te tiene angustiada. —Lo observo a detalle, ¿cómo es posible que pueda darse cuenta de estas cosas? ¿Cómo alguien como él puede ser tan... Receptivo?

—Vaya, veo que tus habilidades de psicólogo están fanfarroneando con esmero —murmuro, sarcástica, mientras tomo las botellas de cerveza que me tiende el de la barra y le paso una al pelinegro.

—Pues claro, no por nada decidí estudiar psicología —bromea, en tono arrogante.

—Ya cállate.


















 

—¡Wow! Veo que tu prima es una sensación entre el público masculino —comenta Sabrina, una vez se abre paso hasta nosotros. Julianne y Mack permanecen a su lado.




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