POV RAVEN
—Vamos. —Rave extiende su mano en mi dirección. La tomo y sacudo la arena que se ha pegado a mi ropa y a mi piel.
—¿A dónde vamos? —inquiero.
—A buscar algo de comer, muero de hambre —responde.
—Ah... Ok —acepto, porque la verdad es que también tengo mucha hambre.
Minutos más tarde, estamos apoyados en el capó de su camioneta, comiendo unos tacos que compramos en el puesto que vimos a unos metros más allá.
Estoy segura de que ese señor hoy volverá casa con una buena pasta. Hay muchos estudiantes hambrientos en su puesto.
—¿Y qué tal los exámenes de admisión? ¿A qué Universidad quieres aplicar? —pregunto con la curiosidad carcomiéndome.
Sin darme cuenta, me encuentro pensando, más bien, rogando, el que no haya elegido una Universidad muy alejada de la mía.
Pero, ¿por qué? Ni que fuéramos novios.
Tal vez él ya no quiera saber nada de mí luego de la graduación, tal vez esté interesado en universitarias más maduras y lindas.
—Según mis planes, a principio de este año iba a aplicar para una universidad en Canadá —medita. Mi pecho se desinfla al momento—. Pero ahora..., no sé.
Aparto la mirada que tenía puesta en el amanecer que se abre paso frente a nosotros y la poso en él.
«Ahora, no sé»
¿Y eso qué significa?
¿Significa que buscará otra opción para que podamos vernos?
Jesús, no seas estúpida, Raven. Mira si va a cambiar sus planes por ti, eres patética.
Me reprime mi conciencia. Y creo que esta vez tiene razón.
Pero de todas formas, me obligo a preguntar:
—¿Por qué no sabes? —cuestiono con cautela.
—Porqué no quiero alejarme de ti. —Contengo el aliento al escucharlo. Mi corazón comienza a palpitar al punto de dolerme el pecho y mi respiración se vuelve dificultosa.
Y todavía más, cuando clava sus ojos verdes de lleno en los míos. El sol le da en el lado izquierdo del rostro, creando un conjunto de sombras que acentúan sus rasgos varoniles, las motas celestes en ellos se hacen más pronunciadas gracias a la claridad del día, sus labios se ven sonrosados y secos, contengo el impulso de remojárselos yo misma.
¿Cómo sería mi día a día si él no estuviera en el? ¿Cómo sería mi vida sin él? ¿Sin alguien que me proteja, me haga reír, tenga detalles conmigo, y me acepte, a pesar de... mí? ¿Cómo sería mi día a día sin la adrenalina que siento al estar cerca suyo? ¿Sin sentir sus besos en mis labios, mi cuello y mi cuerpo?
¿Cómo sería mi vida si él no hubiera llegado a ella?
Sinceramente no lo sé, y tampoco quiero averiguarlo.
—Yo tampoco quiero hacerlo, Rave. —Acorto los escasos centímetros que nos separan y tomo en un puño su chaqueta para estampar mis labios en los suyos.
Una corriente eléctrica me recorre la columna entera cuando mi mente pierde enfoque al profundizar el contacto de nuestras bocas.
Sus labios encajan a la perfección con los míos y me es imposible no pensar en que fueron hechos para el otro.
Como si hubiéramos nacido, crecido y vivido para encontrarnos. Como si la vida estuviera incompleta hasta él. Como si... fuera un regalo.
Sus brazos, el calor del mundo entero, y sus besos, la plenitud de mi existencia.
Nos separamos cuando necesitamos tomar oxígeno.
Nuestros pechos suben y bajan con pesadez, siento mis mejillas calientes y mis labios húmedos y cosquilleantes por el demandante tacto.
—Raven... —Rave ahueca un lado de mi rostro y me toma por la cintura pegándome de nuevo a su cuerpo. Mis ojos no se apartan de su hermosa mirada en ningún momento.
Noto que quiere decirme algo a pesar del silencio...
—¡Chicos, vamos! —Jess llega corriendo hasta nosotros y se detiene a unos cuantos pasos para recuperar aire—. Oh, mierda. ¿Por qué siempre la cago?
Rave y yo reímos ante la mueca de pesar de mi mejor amiga por habernos interrumpido una vez más.
—¿Qué pasa, Jess? —Me termino de separar de Rave y alcanzo a la rubia.
—Hay un chico genial que quiere invitarnos a desayunar en su casa a todos los que quedamos en la fiesta. Tiene una casa aquí en la playa, los demás me enviaron a preguntarles si quieren venir —responde.
—¿Cómo se llama el tipo? —Oígo a Rave preguntar a mis espaldas.
—Lucas.
—¿Quieres ir? —Lo observo por sobre mi hombro y él encoge los suyos en un gesto desinteresado.
—Si tú quieres.
Vuelco mi vista nuevamente hacia Jess y muerdo mi labio inferior, pensando en qué hacer.
—Vamos, Ri. —Jess me hace un puchero de súplica al que nunca puedo decirle que no.
—Bien, ¡iremos! —exclamo.
—Suban al auto —ordena Rave en tono amable y saca sus llaves para desbloquear los seguros de su camioneta.
—No sabía que te gustaban mandones —susurra Jess con una sonrisa, mientras rodeamos la Mercedes para entrar.
—Pues ahora ya lo sabes —río y hago chocar nuestras caderas.
Me trepo en el asiento del copiloto y Jess en los asientos traseros cuando Rave enciende el vehículo. Da una vuelta en U y regresamos al lugar en donde horas antes se desarrollaba la fiesta.
Me pregunto dónde demonios estará Jenna.
Porqué es claro que Aria no la habrá vigilado ni una sola vez. Si es por ella, mi prima podría morirse tranquilamente.
***
Dos semanas más tarde...
—¡Rave, ya bajame! —exclamo entre risas histéricas.
Rave sigue girando conmigo a cuestas mientras ríe y de paso, me ignora.
—¡Voy a vomitar! —Sigo riendo—. ¡Rave, voy a vomitar!
Me zarandeo sobre su hombro mientras siento la sangre bajar a mi pobre cerebro y la comida subir por mi esófago.
Si no me baja ahora lo vomitaré completo.
—¡Está bien, está bien! —acepta entre risas.
—No me caes bien —digo sosteniendo mi estómago, una vez mis pies tocan el suelo.
—Qué mentirosa. —Se acerca hasta mí y toma mi rostro entre sus manos.