Los Ricci

43. Patética

POV RAVEN:

El baile de graduación se acerca.

Es algo con lo que he fantaseado desde niña.

No puedo siquiera contar las veces que me visualicé entrando al salón con un vestido de ensueño.

La mayoría de las chicas que conozco, siempre han soñado con el día en que estén caminando hacia el altar con un hermoso vestido blanco; pero, para mí, ese altar es mi diploma de egresada.

Mi momento soñado, es ese.

Y por supuesto que también he soñado con compartirlo con el chico del que estuviese enamorada en ese momento.

Y ahora, a escasos días del baile de graduación, de la entrega de diplomas... Tendré —casi— todo.

El diploma..., el vestido..., los zapatos..., el peinado..., el maquillaje..., el salón de ensueño..., y también, un chico del cual estoy enamorada.

Solo que él no bailará conmigo, no me felicitará, no me abrazará, no me dará un regalo de graduación, y definitivamente tampoco estará enamorado de mí.

—¿Y este qué tal? Siguen sin convencerme ninguno de los dos, Ri. ¿Qué hago? —lloriquea mi mejor amiga mirándome con un puchero lastimero.

—Sabes que a mí me gusta ese celeste de ahí. —Señalo uno de los tantos vestidos que descansan sobre la cama.

—Bueno, espera que me lo vuelvo a probar y me confirmas, ¿sí? —Toma el vestido con más entusiasmo del que yo podría siquiera arañar y se mete al baño de mi habitación para cambiarse.

Me froto el rostro con frustración y luego observo mi patético vestido color verde esmeralda que compré hace unas cuantas semanas. Había elegido ese color especialmente para que combine con sus ojos. Y ahora aborrezco el vestido. Solo me recuerda lo patética que fui, y que soy.

¿Por qué siquiera di por sentado que el querría ir al baile de graduación conmigo?

Ya ha pasado una semana desde que terminó todo lo que teníamos. Se dice que el tiempo cura las heridas, o al menos, que las cicatriza.

No entiendo por qué en mi caso no es así.

Con cada día que pasa la desesperación por no verlo, por no saber si está bien, por no poder hablarle, me vuelven loca. Hace apenas dos días fue que por fín logré no llorar cuando me encuentro sola en mi habitación y los recuerdos vuelven para torturarme.

En más de una ocasión me encontré con su foto de perfil a centímetros de mi rostro, queriendo enviarle un mensaje al menos para saber cómo se encuentra. En más de una ocasión me encontré siguiendo sus pasos, en un impulso tonto por preguntarle por qué hizo lo que hizo.

—¿Y? ¿Qué tal me queda? —De pronto Jess aparece en mi campo de visión, enfundada en el hermoso vestido celeste, que a decir verdad, le queda genial.

Estoy segura que ella y Rhett saldrán perfectos en la foto del anuario.

Muy a mi pesar, sonrío.

—Te queda hermoso. —Me sincero.

Ella me sonríe de nuevo y debo admitir que su sonrisa de felicidad es contagiosa. Jess, al igual que yo, siempre ha anhelado este día.

—Bien, este es el elegido entonces —contesta entre risitas—. ¿Y tú te pondrás el verde de todas formas? —Esta vez su sonrisa pierde fuerza.

—Por supuesto —suelto en un bufido burlón que no repara en el ardor persistente en mi pecho.

—¡Perfecto! —Mi amiga al parecer no nota el regusto amargo en mi frase. O si lo hace, me hace el favor de disimularlo—. ¿Y cómo irás peinada?

Estoy por responder cuando Aria entra de prepo a mi habitación.

—¿Qué cuentan, perras? —Recuesto mi cabeza en su hombro cuando se sienta a mi lado en el colchón y pasa uno de sus brazos por mis hombros.

—Estamos viendo cómo irá peinada al baile de graduación. —Mi mejor amiga me señala.

Aria fija su atención en mí y analiza mi rostro con una expresión dudosa.

—El cabello recogido de un lado no te quedaría mal —sopesa.

—Preferiría llevarlo lacio y suelto —respondo en tono bajo.

—Yo pienso que te quedaría mej... —comienza Aria, pero somos interrumpidas por mi madre.

—Niñas, llegarán tarde al instituto —anuncia desde la entrada.

Miro la hora en mi celular y tiene razón, llegaré tarde al instituto.

—Bien, mojigata, rubia, luego seguimos. —Aria se levanta de un salto del colchón y desaparece por la puerta.

—¿Lista para ignorar traseros italianos?

—Si te soy sincera, no —admito con una pequeña sonrisa amarga.

—¡Genial! Esa es la actitud —exclama y tira de mi brazo acercándome al armario.

***

—Muy bien, niños, llego el día que tanto esperaban. —Siento los nervios a flor de piel mientras escucho al consejero de admisión comenzar su diatriba—. Los exámenes de admisión los darán hoy. Espero que se hayan esmerado al estudiar para esto.

Ni me lo digas, además de arrastrarme en mi miseria, lo único que he estado haciendo estas últimas semanas fue tener la nariz metida entre libros de texto.

Al menos, estoy confiada de que daré bien el examen de admisión para la universidad del Sur de Maine.

El examen cuenta con 120 preguntas de distintas materias. Entre ellas matemática, ciencias, literatura, derecho, etc.

El consejero de admisiones entra nuevamente a su oficina ubicada a unos metros de la oficina del director y yo peino mi cabello con cierto ímpetu.

Más allá, en la fila casi interminable que se ha formado al pie de la puerta de la consejería del instituto, se encuentra Rave y Rhett.

Jess permanece justo delante de mí en la fila, me habla de algo que dejo de oír cuando su mirada y la mía conectan.

Me remuevo incómoda en mi lugar cuando Rave clava su mirada con intensidad en la mía; luego barre toda mi anatomía con sus ojos y siento las rodillas temblarme cuando vuelve la vista a mi rostro —con una lentitud casi tortuosa, debería recalcar—.

—Raven. —Doy un respingo cuando Jess me toma de la muñeca y exige mi atención.

—Lo siento, yo... —Echo una ojeada en dirección a Rave, pero él ya no está mirando hacia aquí. Sacudo la cabeza—. Perdón, estaba distraída.




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