Los Ricci

48. Bajo las estrellas

POV Raven:

Luego de salir del instituto damos un par de vueltas con la camioneta buscando un sitio abierto para comprar algo de tomar. Por fin, en un minimarket compramos alcohol, jugos para rebajarlo y vasos descartables.

Rave paga todo sin dejarme sacar la billetera del bolso.

Al parecer la droga deja buena pasta, pienso con amargura mientras le miro recelosa mientras paga.

Trepamos a la camioneta y salimos en dirección desconocida. Rave pone algo de música en la radio sin mediar palabra conmigo.

—¿A dónde vamos?

Me echa un vistazo corto y vuelve la vista a la carretera.

—¿Alguna vez te sentaste a ver las estrellas?

—¿Quién no lo hizo?

—Hay personas que no lo han hecho. —Enarca una ceja.

—¿Eso haremos?

—Genial, adivinaste, Holmes —murmura con sarcasmo.

—¿Esta era tu gran idea para una despedida?

—¿Verdad que es una gran idea? —inquiere con una sonrisa ladeada haciéndose el tonto.

—Gran idea —repito siguiéndole el juego.

—Ya verás que te gustará.

No respondo y me limito a mirar por la ventana.

***

Ha pasado media hora cuando llegamos a un risco en lo alto de los Ángeles. Rave anuncia que hemos llegado y bajo de la camioneta para acercarme al borde de la montaña. A lo lejos puedo divisar el cartel de Hollywood.

—Linda vista, ¿no? —Se acerca hasta donde estoy y se posiciona mi lado—. Siempre vengo para desconectar un poco.

—Eso es muy cliché.

—Pero no por eso pierde su encanto.

Lo observo con el entrecejo fruncido y él me regala una sonrisa reluciente que revuelve cosas dentro de mí. Carraspeo, incómoda, cuando nos quedamos mirando uno al otro más del tiempo debido y vuelvo a la camioneta para sacar lo que trajimos.

Nos recostamos en el capo del auto con las bebidas a mano y las estrellas brillando en el cielo, a pesar de las luces de la ciudad a lo lejos. Inevitablemente mi mente comienza a relacionar el cielo con Rave, y a mí con las estrellas.

La manera en la que él, con toda esa oscuridad me envuelve. No digo que yo sea el alma más pura como para compararme con una estrella, pero de todas formas y junto a Rave, me siento como una, porque somos la antítesis del otro.

—¿No beberás nada? —pregunta sacándome de mi ensimismamiento.

—En un rato —respondo y, de repente, la curiosidad me asalta—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro —masculla llevándose el vaso a los labios.

Su manzana de Adán se mueve arriba y abajo con la acción de tragar.

—¿Por qué te metiste en todo esto?

—¿En la mafia?

Me toma por sorpresa. Pensé que solo vendía drogas y lastimaba personas de forma independiente o por trabajos pagos.

—¡¿E-estás metido en la maldita mafia?! —exclamo.

Sonríe de lado y asiente. Su expresión luce abatida.

—¿Y cuándo pensabas decírmelo? —reclamo a pesar de saber que no tengo derecho para decir lo que debe o no hacer con su vida.

—Me alejaste sin darme tiempo a nada. De todas formas, supongo que si lo hubieras sabido antes no hubieras accedido a venir al medio de la nada con un mafioso —suelta con sorna.

—¿Encima te atreves a burlarte de mí? —Me bajo del capo y comienzo a caminar de acá para allá tomándome el rostro—. ¡Pues claro que no hubiese venido al medio de la nada con un asesino, vendedor de drogas que, además, es parte de la mafia!

—¡Hey, hey, hey, para el carro! —Rave se planta frente a mí tomando mis manos entre las suyas para alejarlas de mi cara—. Yo no soy ningún asesino, no he matado a nadie.

—¿Esperas que crea eso? —espeto y veo como su rostro es invadido por el enojo.

—¡La única jodida vez que estuve cerca de matar a alguien fue cuando amenacé al hijo de puta que estaba tras de ti! —grita.

¿Qué?

—¿Es una broma? ¿Sabes lo enfermo que suena eso?

—¡Sí! ¡Sí lo sé! Pero por ti soy capaz de cualquier cosa, Raven, de cualquier cosa —dice liberando mis manos y tomándome del rostro.

Su rostro está tan cerca del mío que siento su aliento a cigarrillo y alcohol. Las ganas de besarlo son incontenibles y estoy poniendo todo de mí para no hacerlo. Por más que no sea un asesino, no puedo estar con un mafioso.

—¿No dirás nada? —pregunta en tono abatido.

Por fin lo miro a los ojos... Y es ahí cuando todo explota.

—Bésame, Rave.

No necesito pedirlo dos veces cuando sus labios chocan con vehemencia contra los míos. Siento las ansias consumirnos cuando mi espalda choca contra la puerta del auto y me levanta por los muslos antes de enredar mis piernas en su cintura.

Nos besamos como hacia tiempo que no hacíamos. Se nota en el roce de nuestras lenguas y nuestros labios todo el tiempo que esperamos por esto.

—Déjame hacerte el amor —susurra contra mi oído con la respiración agitada.

—S-sí.

Es lo único que puedo responder entre jadeos.

Rave todavía conmigo encima abre una de las puertas y me deja recostada en los asientos traseros, mientras se quita la ropa, quedando solo en bóxer y luego la lanza al techo del auto.

Mi vestido largo hace que nos cueste más quitármelo, pero con su ayuda nos deshacemos del estorbo. Queda encima de mí y vuelve a besarme introduciendo su lengua en mi boca y encendiéndome más, si eso es posible.

Le da un último mordisco a mi labio que logra hacerme una pequeña cortada antes de atacar mi cuello con más mordidas que hacen que me sienta más húmeda. Mete su mano debajo de mis bragas, y me tenso de placer cuando las yemas de sus dedos hacen contacto con mi núcleo.

Se me escapa un gemido sin poder evitarlo.

—¿Te gusta?

Su agitada respiración resuena en mi oído mientras sigue tocándome.

—Me encanta —admito mirándolo a los ojos.

Sus pupilas están dilatadas y sospecho que las mías igual

—Déjame ir arriba —pido en tono ansioso.

—Como quieras, hermosa.

Su voz ronca y ese acento tan raro que había extrañado logran calentarme a otro nivel.




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