POV Raven:
La policía no ha dejado de interrogarnos desde que llegamos a la estación de policía hace algunas horas.
Mi madre no me ha dejado sola un segundo desde que nos trajeron.
El cuerpo de mi mejor amiga lo han ingresado a la morgue, para determinar la causa de muerte. Procedimientos legales, dijeron. Porque Rave ya les había contado cómo se dio todo. Y por supuesto que no les dijo la verdad. No pudo revelar que él trabaja para un cártel de narcotráfico el cual es rival del otro al que pertenecen los responsables de la muerte de Jess.
Al principio me opuse a mentir a las autoridades, pero luego entendí que era lo mejor. Así fue que decidí callar y apegarme a la coartada que Rave, Rhett y yo íbamos a sostener.
De todas formas, estuve callada todo el rato, al igual que Rhett. Por lo que fue Rave el que manejó la situación cuando llegó la ambulancia junto con la policía. Solo hablé cuando me llevaron a la sala de interrogaciones y me tuvieron una hora completa haciéndome preguntas que respondía con monosílabos.
El rostro sin vida de Jess no ha dejado mi mente en ningún momento. Con el pasar de las horas, siento cada vez más el peso de todo esto. El peso de la realidad.
Jess está muerta.
Está muerta y no volverá.
Y eso, es mi culpa.
—¿Señorita Fox? —Levanto la mirada de mi ropa ensangrentada y la fijo en la oficial a unos pasos de mí—. Ya puede volver a su domicilio, la llamaremos si necesitamos realizarle más preguntas. —No sé en qué momento mi vista volvió a estar puesta en mi ropa—. La pondremos al tanto si hay más noticias sobre el caso.
—Ok. —Es lo único que respondo, con la garganta rasposa de tanto gritar horas atrás.
Me levanto del asiento y camino hasta donde están mis padres hablando con otros dos oficiales.
Mi madre me escucha llegar y me toma para abrazarme casi al instante.
—Dijeron que ya puedo irme —informo, en un hilo de voz, si levanto más el tono mi garganta sufrirá las consecuencias.
—Está bien, cielo. Terminamos con los oficiales y te llevamos a casa —responde mi madre, mi padre me echa un breve vistazo y noto su mirada cansada.
Me da una sonrisa de boca cerrada y acaricia una de mis mejillas unos segundos antes de volver su atención a los policías que me observan serios.
—Prefiero irme con Rave —contesto, y echo un vistazo detrás de mí, solo para comprobar que él todavía no haya salido de la sala de interrogación.
—¿Estás segura?
—Sí, mamá —afirmo con desgano—. Solo quiero dormir un poco...
Y luego despertar y que todo sea solo un mal sueño.
Está claro que eso último me lo guardé para mí.
Mi madre asiente sin decir más y, por mi parte, decido que esperaré a Rave afuera.
Al salir del resguardo de la calefacción siento el frío colarse en mis huesos y afianzo la chaqueta de Rave a mi cuerpo.
Observo cómo a lo lejos sale el sol, aunque está cubierto en su mayor parte por espesas nubes que no permiten que los rayos cálidos lleguen al suelo.
El nudo en mi estomago no se ha ido. Y presiento que no se irá en un largo tiempo.
Me recuesto en el capó de la camioneta de Rave cuando llego hasta ella y minutos más tarde, lo veo salir de la estación de policía con el semblante rígido y cansado.
Cuando nuestros ojos conectan su expresión se suaviza y me observa con pesar. Desvío la mirada y me trago el nudo que se ha formado en mi garganta, al tiempo que carraspeo cuando llega hasta mí.
—¿Tienes un cigarrillo?
No contesta por varios segundos y sigo con la mirada fija en el cielo nublado.
Voy a repetir la pregunta cuando al fin responde: —No se si sea buena idea que vuelvas a fumar —murmura.
—¿Y eres tú quien me lo dice? —espeto, con irritación—. Solo dame un cigarrillo, Rave.
Él no dice más y lo escucho rebuscar en sus vaqueros hasta dar con el paquete y el encendedor.
Me los tiende y tomo las dos cosas con las manos temblándome y el corazón latiendo tan fuerte en mi pecho que siento que duele.
Lo enciendo y doy la primera calada, sintiendo el pequeño alivio que me brinda.
—¿Estás consciente de que esto no arreglará cómo te sientes, verdad? —masculla Rave.
—Entonces explícame qué hago para dejar de sentirme así.
Puedo notar en sus ojos la culpa.
Bajo la mirada al cigarrillo entre mis dedos y vuelvo a hablar:
—Llévame a casa, Rave.
—Está bien, vámonos. —Es lo único que responde.
***
Bajo de la camioneta ni bien estaciona frente a mi casa. Él baja segundos después y sigue mis pasos hasta la entrada. Me toma de la muñeca y hace que quedemos frente a frente; su mirada intensa recae sobre mí, y sin que diga una sola palabra, puedo saber exactamente lo que siente.
—Yo... —comienza—. Raven... Yo, yo en verdad lo lamento. Esto es-
—No, para. No es tu culpa —niego—. Yo no te culpo, Rave.
Él desvía la mirada y apresa su labio entre sus dientes unos segundos antes de soltar mi mano y empezar a despeinarse el cabello con desesperación, caminando de aquí a allá.
—¡Debí matarlo cuando tuve oportunidad! —vocifera, mirándome con remordimiento.
—Tú no... Tú no fuiste quien la mato. —Trago saliva y fijo mi vista en el suelo unos segundos.
—Todo esto es mi culpa, que tu amiga esté muerta es mi culpa... —Se agarra la cabeza con exasperación, no ha dejado de caminar de un lado a otro—. Por Dios, la novia de mi hermano..., su novia.
Llego a un punto en el que ya no puedo retener las lágrimas. Me abrazo a mí misma y agacho la cabeza, dejando que caigan por mi rostro hasta golpear contra el suelo humedecido por el rocío de la mañana.
—Deja de torturarte, no fue tu culpa, Rave. —Le frunzo el ceño, mirándolo sin poder enfocar su imagen debido a las lágrimas.
Deja de tirar de su cabello y se acerca hasta a mí para tomarme entre sus brazos.
—Sé que no puedo devolverte a tu amiga, cariño. —Su voz se escucha ahogada contra mi cabello—. Pero te prometo que los haré pagar por todo.