Los Ricci

55. La fiesta

Rave
 


—¿Qué piensas? —Raven dio una vuelta para enseñarme el atuendo que eligió para esta noche.

—Te ves exquisita. —Le sonreí y tome su mano para hacerla dar otra vuelta.

Su vestido celeste con volados se desplegó por el aire. Su cabello estaba suelto y ondulado, libre. Un leve rubor cubría sus mejillas dándole un aire de inocencia que no podía estar más alejado de cómo era ella en realidad.

Y de todas formas, lucía como una maldita princesa de cuento.

Me sonrió, radiante, sin esas ojeras a causa de las noches de insomnio y llanto, sin esos ojos enrojecidos por la marihuana.

Sabía que le estaba haciendo daño al facilitarle volver a viejos vicios, ¿pero quién era yo para sobreponer mis deseos a los de ella? ¿Y qué nivel de hipocresía me otorgaría decirle que los problemas no se solucionaban con excesos?

Además, si la tenía cerca mío nada más importaba. No era un secreto que podía llegar a ser muy egoísta cuando quería algo. 

Y yo la quería a ella.

—Me pongo las sandalias y estoy lista —avisa, zafándose de mi agarre y yendo hasta mi armario, donde guardo todas sus prendas.

Una vez esta lista trago saliva y me armo de valor para cruzar el umbral de la puerta hacia el pasillo con ella detrás de mi.

Los pocos conocidos con los que nos cruzamos a medida que caminamos hacia la salida la observan con curiosidad disimulada, nadie se atrevería a mirarla directamente sabiendo que va conmigo. 

Saludo con un leve asentimiento a los tipos a con los que mas o menos me relaciono y una mirada fría a los que nunca había visto por La Casa y por ende, no conozco. 

Esos son los que en realidad supondrían un peligro para Raven.

Ni bien salimos a la calle subimos a mi camioneta. Enciendo el estéreo y dejo que Raven decida la música que escucharemos durante el trayecto. Maldigo para mis adentros cuando pone una canción en extremo melódica de un jodido yankee que hace sangrar mis oídos.

Shawn Mendes, dice Raven que se llama.

Maldito Shawn Mendes y sus canciones melosas.

Conduzco rumbo a nuestro destino con mi novia cantando a todo pulmón a mi lado.

Raven
 


Una hora y media después de salir de La Casa llegamos al lugar donde se llevara a cabo la fiesta. 

Ni bien bajo de la camioneta de Rave quedo embobada con la fachada de la casa frente a mí.

No es como ninguna casa que haya visto antes. Esta es imponente, demasiado gigante y muy pulcra, a pesar de tener a mucha gente fuera de ella en un estado de ebriedad extremo.

Cuando Rave llega hasta mí es que comenzamos a avanzar hacia la entrada. Por el camino me encuentro con gente de la edad de Rave o incluso más grandes. 

Nunca había estado en una fiesta que no fuera del instituto. Con adolescentes haciendo sus desmadres por doquier y todo eso. Por lo que me siento algo intimidada cuando pisamos el porche de la casa y un tipo que al parecer contrataron para ser seguridad, nos pide nuestras identificaciones y luego, con un asentimiento, nos deja entrar.

Dentro, tomo la mano de Rave para no perderme entre el tumulto de gente. 

Él dice algo, pero no logro oírle por la música a tan alto volumen. 

Avanzamos entre la gente, rozando cuerpos que bailan al compás de música electrónica muy pegadiza.

Sonrío maravillada, cuando observo las luces violetas, fucsias y rojas que parpadean por todo el lugar. 

Rave me echa una mirada por sobre su hombro y me sonríe cuando ve mi expresión.

—¿Te gusta?—De un momento a otro, dejo de estar detrás suyo y paso a estar con la espalda pegada a su abdomen. 

Sus brazos rodeándome y apartando a la gente que nos topamos a medida que avanzamos hacia unas escaleras anchas de color marfil.

—Me encanta. —Acerco mi boca a su oído, como hizo el segundos atrás.

Aparto la mirada algo avergonzada cuando nos encontramos con parejas haciéndolo contra la barandilla de la escalera. 

¿Es que esta gente no teme caerse?

—Vamos a por unos tragos, ¿quieres? —pregunta Rave mientras subimos las escaleras.

Asiento.

—¿La barra no está en el primer piso? —cuestiono, recordando haberle dado un vistazo fugaz a una barra, ni bien entramos.

—Hay otra aquí arriba, en la terraza. —Me sonríe.

Una sonrisa ladeada que me seca la boca.

Nunca voy a acostumbrarme a lo ridículamente atractivo que es.

Ni aunque sea mi novio.

—¿Hay una terraza? —pregunto, emocionada.

Cuando llegamos al final de las escaleras nos encontramos frente a un pasillo casi por completo a oscuras.

Sin previo aviso, Rave me toma por la cintura y me pega contra una pared del pasillo. 

Nuestras miradas conectan y siento mi sangre calentarse bajo la intensidad de su orbes verdes. Llevo mi mano hasta su mandíbula y la barba que crece allí me raspa al contacto. 

Me relamo los labios y los ojos del italiano caen en ellos.

Antes de que pueda hacer cualquier movimiento, lo acerco bruscamente hacia mí y uno nuestros labios. 

La canción que sonaba hasta hace un momento cambia a una mucho más lenta y sensual, y mientras Rave me besa con ferocidad, puedo llegar a oír los gemidos que se escapan de las habitaciones del corredor.

Me siento una completa depravada cuando un cosquilleo familiar se abre paso en mi abdomen bajo al escuchar a esas personas tener sexo. 

Eso, sumado a los besos de Rave, ahora en mi cuello, la música a todo volumen y el olor a alcohol y drogas que flota en el ambiente, logran marearme lo suficiente como para tener que cerrar los ojos y dejar caer mi cabeza contra la pared.

¿Cómo pude estar tanto tiempo alejada de esto?

—¿No nos están esperando? —pronuncio con la voz ronca, cargada de deseo.

Rave detiene su acción y me observa con los ojos brillosos a causa de la misma lujuria que me consume en este momento.

—Si, tienes razón. —Se endereza y acomoda su chaqueta de cuero. Luego clava sus ojos en mí y remoja sus labios—. Pero esto lo vamos a resolver en otro momento, no vas a escapar tan fácilmente.




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