Los Ricci

56. No quise hacerlo

Raven

Tragué saliva.

Los maté a todos.

La frase retumbaba en mi cabeza como un mantra demasiado oscuro, demasiado macabro.

—Hey, ¿estás bien? —Rave chasqueó los dedos a centímetros de mi cara—. Raven..., ¿estás bien? —Volvió a preguntar, esta vez más bajo.

Asentí.

Sentía la boca seca, al igual que mi garganta.

Miré a las chicas que me rodeaban, y no sé cuál sería mi expresión en ese momento, pero ni siquiera Xio acotó algo.

Terminé por mirar a Lola directo a los ojos. Dos pozos oscuros, profundos, me devolvían la mirada.

Los maté a todos.

Volví a recordar en un bucle interminable.

Las ganas de vomitar me embargaron y salí corriendo de ahí en busca de un baño en el cual encerrarme.

Oí el llamado de Xio y luego los pasos apresurados de Rave que me seguían, de alguna forma estaba segura que era él quien lo hacía.

De todas formas, no me detuve; seguí hasta la entrada que conectaba la terraza con el resto de la casa. Y, pasar de la iluminación de esta, a la oscuridad en la que estaba sumida el interior de la casa, me asfixió. Provocando todavía más ansiedad en mi estómago, haciendo que las ganas de vomitar fueran más fuertes.

La música traqueteaba en mis tímpanos y esta vez no era algo agradable. Estaba aturdida.

Ansiosa y aturdida.

Me sostuve de un extraño cuando tropecé con unas prendas regadas por el suelo del pasillo, y luego de una pared.

Sentí unas manos tomarme por la cintura y de inmediato supe que era Rave; por el aroma de su loción.

—Aquí hay un baño, ven, entra —susurró contra mi oído y la calma que me provocó su voz me dio ganas de echarme a llorar.

¿Por qué me sentía así? ¿Por qué me había afectado de esa forma lo que dijo Lola?

Entré al baño luego de que Rave abriera la puerta y me dejé caer de rodillas frente al escusado para terminar largando todo lo que había comido antes de venir aquí.

Mis ojos se empañaron debido a las arcadas, la garganta me dolía y maldecí haber fumado tantos cigarrillos estas últimas semanas, sentía como si estuviera vomitando clavos.

Lo escuché sentarse en el suelo luego de trabar la puerta; sentí su mano sobar mi espalda con delicadeza mientras yo bajaba la tapa y me limpiaba las comisuras de la boca.

Mi mente era un manojo de ansiedad y pensamientos sobre todo y nada a la vez.

Ella se vengó. Lo hizo.

¿Acaso yo...?

No.

Imposible.

Yo nunca tendría el valor suficiente.

¿Pero y sí...?

Volteé mi rostro hacia él y lo vi sentado en el suelo; sus piernas extendidas y su espalda apoyada contra la tina de cerámica blanca.

Ya no tenía arcadas, pero el nudo de ansiedad seguía afianzado a mi estómago.

Rave me miraba abatido, cansado... ojeroso.

Se veía realmente mal.

—R–rave... —pronuncié en un hilo de voz casi imperceptible. La garganta me raspaba al hablar—. ¿Ella en verdad los mató?

Rave apartó la mirada durante unos segundos, su ceño se frunció antes de que asintiera con la cabeza.

—Lo hizo, sí.

Me quedé en blanco durante unos segundos en lo que procesaba todas las ideas intrusivas que me arrojaba mi mente.

"Tú deberías hacer lo mismo".

"Ella es demasiado cobarde como para hacerlo", opinó otra voz.

"A veces el dolor puede ser combustible suficiente para orillarte a hacer cosas que en tu vida imaginaste hacer".

"No".

"Sí".

"No".

"Sí".

En mi cabeza se libraba una batalla persistente sobre qué debía hacer al respecto.

Cerré los ojos con fuerza y me llevé las manos a los oídos en un pobre intento de acallar las voces.

"Vamos, di la verdad, eres demasiado cobarde como para hacerlo. Tal como lo fuiste hace dos años atrás".

"Ella no tuvo la culpa".

"Todos aquí sabemos que sí fue su culpa. Al igual que también fue su culpa que matarán a..."

—¡Cállense! —Mi grito retumbó en todo el espacio.

"Sabes bien que ella murió por tu culpa".

—¡Cállate, cállate! —Rave me hablaba, pero yo solo podía escuchar esa voz acusándome.

Lo peor es que decía la pura verdad y no soportaba oírla. Sentía el pecho apretado y la respiración entrecortada. Rave me tomó entre sus brazos haciéndome caer sobre sus piernas de forma brusca.

Sus brazos me rodearon, pero seguía sintiéndome desprotegida.

El enemigo era mi propia mente, y estaba aterrada.

—Oye, oye, escúchame a mí. Mírame a mí. —Me tomo por el mentón, desesperado, y abrí los ojos empapados en lágrimas—. Escúchame solo a mí, Raven.

"¡Asesina! ¡Tú la mataste!"

Sentía que el aire se entrecortaba en mi pecho y me apreté contra el suyo al tiempo que me cubría el rostro con las manos:

—¡Has que pare, Rave! ¡Por favor, has que pare!

 

Rave

 

Horas más tarde estoy recostando a mi novia en nuestra cama. Me he encargado de quitarle el vestido y los zapatos y de cubrir su cuerpo semidesnudo con el edredón.

Encendí la calefacción por si le daba frío ya que en esta época del año los estadounidenses tienen la estación de invierno.

Aunque, rememorando los inviernos de Italia, la ciudad donde nací, esto es solo una brisa de verano.

Me recuesto a su lado y me acerco a su cuerpo para rodearla con mis brazos.

La observo preocupado.

¿Por qué le afectó tanto el enterarse de la venganza de Lola?

No recuerdo a nadie reaccionar de una manera tan extrema; ni siquiera a alguien que ha perdido a un allegado como en el caso de Raven.

Raven es diferente a las demás personas. Me recuerda mi subconsciente; y tiene toda la razón, ella es... distinta.

Estoy casi seguro de que eso fue lo que hizo que me enamorase tan perdidamente de ella, después de años de relacionarme solo sexualmente con mujeres.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.