Los Ricci

57. Pesadillas

Pov Raven

—No me jodas —jadeé, acercándome hasta la zona de tiro al blanco.

Cuando me detuve en la primera línea limite desde donde se disparaba sentí a Rave posicionarse a mi lado.

Muchos pensamientos surcaron mi mente en ese momento; rememoré el sueño de esa misma mañana y todas las ideas que vinieron a mí luego de ello. Por supuesto que no las había compartido con Rave... Porque, ¿qué iba a pensar de mí luego de decirle lo que pasaba por mi mente?

Por amor de Dios, es un maldito narcotraficante, me recordó la voz en mi cabeza.

—Aquí es donde estuve perdiéndome estos últimos días..., necesitaba. —Se acercó lo suficiente hacia mí para que pudiera oírlo por sobre el barullo de todo el lugar. Gente montando y desmontando armas de alto calibre, cargándolas y descargándolas, algunos charlando o bebiendo (me incomodó que esta gente estuviera bebiendo mientras sostenían un arma entre sus dedos) —... despejarme de todo.

—Despejarte de mí —tanteé, dudosa y con un nudo en la garganta.

La posibilidad de que ya se haya cansado de mí y todos los problemas que acarreaba me sacudió desde dentro hacia afuera.

—Tal vez —respondió en tono de broma al tiempo que dejaba un beso en mi coronilla y se alejaba de mí para acercarse al área donde te hacías de un arma.

Lo seguí, a pesar de que lo que menos quería en ese momento era estar cerca de cualquier arma de fuego; de cualquier cosa que me evocase a ese sueño.

Aún no comprendía la sensación viciosa de culpabilidad, a pesar de que solo había sido un sueño y no es que fuera a hacerlo en la vida real. Tan solo era eso, un sueño...

¿Entonces, por qué me sentía tan acojonada, como si realmente hubiera vengado la muerte de mi mejor amiga? ¿Como si en verdad hubiera matado a alguien?

Sacudí la cabeza para disipar esos pensamientos intrusivos y acorté la distancia entre Rave y yo. Estaba cargando un arma negra, similar a la que utilizaban los policías. 

—¿Quieres ver disparar a un profesional? —Movió sus cejas abajo y arriba de una forma que hizo que soltase una pequeña risita.

—Él solo dice que dispara como un profesional. —Se mofó Marco, mientras se acercaba a paso lento hasta donde estábamos.

Miré a Rave divertida: —Solo tu llegarías a ese nivel de arrogancia.

—Cierren la boca, ambos. —Marco y yo soltamos una carcajada cuando lo vimos dirigirse enfurruñado a la primera línea de tiro, la más alejada del blanco y disparar sin aviso una y otra vez, haciendo que llevase las manos a mis oídos cuando el estruendo del disparo me aturdió por completo.

—Si serás idiota —gruñí una vez se acercó nuevamente hasta nosotros con una sonrisa petulante en el rostro.

—Puedes juzgar por ti misma mi nivel, solo acércate y observa. —Su sonrisa siguió intacta.

Me acerqué hasta desde donde pude divisar bien el blanco atravesado por la bala del italiano, y sí, tenía razón: un tiro limpio en el centro del blanco lo coronaba.

—Estoy segura de que, si le enseñaras, podría hacerlo aún mejor que tú. —Marco se posicionó a un lado de mí y me pasó un brazo por los hombros en un gesto amistoso, pero que me incomodó de cierta forma.

—¿Acaso perdiste la cabeza? —resopló Rave y le dio una mirada de advertencia a Marco, este no pareció afectado y se limitó a encogerse de hombros.

—¿Por qué no? Después de todo, vivo en una casa llena de delincuentes de todo tipo, ¿no es así? —Enarqué una ceja hacia mi novio y él volcó los ojos en respuesta.

—No empieces con tus locuras de nuevo. —Quiso zanjar la conversación volteándose en dirección al blanco para comenzar a disparar nuevamente.

—Descuida, que no tengo que pedirte permiso para hacer lo que se me venga en gana. —Rave le erró al blanco cuando se giró en redondo hacia mí con la mirada echando chispas.

—Venga, Marco, enséñame a cargar una.

—¡Con gusto! —Me extendió el brazo flexionado tal como si fuéramos a bailar un vals y yo reí algo más relajada.

*** 


Oscuridad.

Todo a mi alrededor no era más que oscuridad.

No lograba ver ni tan siquiera mis propias manos.

Escuchaba gritos. Muchos gritos. Venían de todas partes y de ningún lado a la vez.

Escuchaba mi nombre ser gritado por una voz que no logré reconocer. Pero sí reconocía la desesperación con la que clamaba mi nombre.

Me levanté aturdida, me mareé en el proceso, pero logré mantenerme en pie y enderezarme.

Caminé a paso decidido hacia la voz que seguía aullando mi nombre, a pesar de que mis ojos no distinguiesen el camino, debido a la escasa iluminación.

—¡Raven! ¡Raven, ayúdame! —Me paré en seco y me cubrí la cabeza cuando el grito desgarrador pareció venir desde el centro de mi cabeza.

Sentí como si me fuera a explotar el cerebro en cualquier momento.

—¡Raven, ayúdame! —Esta vez logré reconocer ese timbre de voz.

—¿Jess? —susurré a la nada —. ¡Jess! —La desesperación se había apoderado de mí casi al instante en que descubrí que aquella era su voz pidiendo auxilio—. ¡Jess! ¡¿Dónde estás?! ¡Dime dónde estás! —Comencé a buscarla en la oscuridad y a bramar su nombre, pero nadie respondió—. ¡JESSICA!

—¡Raven, despierta! —Sentí todo mi cuerpo ser sacudido, por lo que abrí los ojos con rapidez.

Rave me devolvía la mirada, con los ojos muy abiertos por la impresión; luego su expresión cambió a una sumamente preocupaba.

—¿Otra pesadilla? —preguntó, a pesar de que los dos sabíamos la respuesta.

Asentí, aun conmocionada. Todavía podía oír zumbidos en mi mente que tomaban la forma de gritos de auxilio de mi mejor amiga.

—No pude salvarla. —Todo mi rostro se contrajo por el dolor cuando recordé el día que la mataron por salvarme.

Escondí mi rostro entre mis manos cuando comencé a llorar en silencio, con el pecho apretado de angustia y la dificultad para respirar haciéndose presente.




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