Mientras Nicolo se había inclinado en la mesa para mirarla, ella estaba más pendiente de su deliciosa boca incluso estuvo fantaseando, preguntándose como sería besarlo. Algo le decía que no debía ser un amante tranquilo y conciderado. Todo lo contrario estaba segura de que sus besos serían apasionados y salvajes.
Sacudió la cabeza, irritada consigo misma. Mientras observaba como salía del comedor dando grandes zancadas, se recordó que no estaba interesada en Nicolo. Ella estaba acostumbrada a salir con hombres liberales, de mente abierta y cómodos a la igualdad de género. No había estado nunca con alguien como Nicolo, un salvaje dispuesto a cargarla en el hombro como un saco de patatas para echarla de esa casa.
Recogió los platos y los llevo a la cocina, volvió a pensar en el mientras llenaba el lavavajillas y no pudo evitar suspirar. Parecía completamente ageno al concepto de hombre moderno, no tenía nada que ver con los hombres sofisticados con los que solía salir y le molestaba darse cuenta de que había conseguido facinarla aunque no sabía por qué.
Ni siquiera estaba interesada en tener nada con nadie. Ya no estaba enamorada de Richard, pero no iva a olvidar nunca la razón por la que dio terminada su relación. Era algo que seguía doliéndole. Su incapacidad para darle a Richard los hijos que quería había echo que se sintiera incompleta y defectuosa. Se había sentido abandonada como cuando su padre las dejo a su madre y a ella para irse con su amante.
Sabía que la atracción que empezaba a sentir por Nicolo era meramente sexual y no tenía ninguna iintención de dejarse llevar por esos sentimientos. Creía que esos hombre con aspecto peligrosos bandoleros estaban muy bien para las novelas románticas, pero no en su vida.
Sophie no sabía por qué se había despertado. Por un momento, se sintió desorientada. No estaba acostumbrada a la intensa oscuridad de la habitación. En el campo todo era distinto, no le llegaba las luces de los coches ni de las farolas. Miro su reloj y vio que eran las tres de la mañana. Oyó de repente un fuerte trueno y pensó que quizás hubiera sido la tormenta lo que la había despertado.
Se acomodó de nuevo en la cama, pero estaba completamente despierta y muy consciente de todos los ruidos extraños que habían en la gran casa. Podía oir desde allí el tic tac del reloj que había en el rellano de la escalera y un crujido muy sospechoso en el armario. Esperaba que no fuera un ratón. El corazón le dio un vuelco cuando noto otro ruido, había alguien en su habitación. Podía oir a alguien respirando. Era un sonido que se iba acercando a su cama. Aterrada, extendió una mano y busco a tientas la lámpara de la mesita de noche. Sus dedos entraron en contacto con algo peludo y apenas pudo controlar el grito al sentir el aliento caliente en su cara. Muy nerviosa por fin el interruptor de la lámpara la encendió.
_¡Dios mío! ¡Dorcha! _exclamó cuando vio al perro.
Sintió una inmensa sensación de alivio.
_Me as dado un susto de muerte. Pense que... Había pensado en todo tipo de estupideces aunque sabía que sólo los niños soñaban con fantasmas, monstruos acechandolos en la oscuridad.
_Vuelve a tu cesta _le ordenó al perro_. Voy a ver si puedo volver a dormirme.
Pero, cuando iba a apagar la lámpara, oyo grito seguido de un gemido que le helo la sangre. Sonaba como si algo o alguien estuviera ssufriendo. Oyó otro gemido más y se dio cuenta de que no se lo había imaginado. A parte de Dorcha, sólo estaban Nicolo y ella en esa casa. Se hizo el silencio y contuvo el aliento. Pero volvió a oírlo. Esa vez, fue un grito de agonía. No pudo soportarlo. Se levantó de un salto y no perdió el tiempo poniéndose su bata. Salió al pasillo y se detuvo un segundo.
No sabía dónde estaba la habitación de Nicolo, pero se dio cuenta de que los gemidos venían desde el otro extremos del pasillo. Fue hasta la habitación y vaciló un momento antes de entrar, pero oyo otro grito desesperado y se le ocurrió que tal ves hubiera entrado un ladrón en la casa y estuviera atacando a Nicolo.
Trago saliva, tomo un pesado jarrón de metal, del mueble del pasillo y abrió la puerta. La luna iluminaba ese lado de la casa y entraba algo de luz por las cortinas. Pudo distinguir una oscura figura en la cama, pero no había nadie más en la habitación.