Abeagul Village.
Salgo de la habitación a regañadientes, otra vez el arrabal tuvo un apagón, el alcalde decidió disminuir el consumo de energía a medio pueblo para ahorrar unos cuantos centavos hasta que la economía se estabilice.
Como siempre los que pagamos los platos rotos somos los de categoría media baja.
Me dirijo a la cocina para tomar el candil y continuar arreglándome, no me gusta trabajar en el turno de la noche/madrugada pero no tengo otra opción, si no trabajo no puedo pagar los servicios básicos, tampoco comería, aunque tengo mis ahorros este no es el momento para darme el lujo de dejar tirado mi empleo.
Respiro hondo y miro a mi alrededor puede que para algunas personas este escenario sea aterrador y en realidad lo es, pero aún así aquí pasé los años más felices de mi vida y también los más tristes.
Mi papá construyó esta casa con su esfuerzo y dedicación, él siempre trato de dar lo mejor para que mi mamá y yo no pasemos tantas necesidades y ambas tengamos un hogar.
Es de un solo andar, está construida con bloques, el techo es de teja, tiene dos ventanas en la parte frontal, la puerta principal es de madera, tiene dos habitaciones, las puertas de estas son sábanas que mi mamá cortó para hacerle unos vuelos y así tuvieran un poco de movimiento.
Tomo el candil y sonrió, varios recuerdos vienen a mí cada vez que lo enciendo, años atrás solía quedarme haciendo deberes con el candil frente a mí y muchas veces el sueño me ganaba, cuando despertaba tenían toda la cara manchada a causa de este.
Unos golpes en la puerta llaman mi atención, me acerco a hurtadillas ya que no espero a nadie pero como soy tan torpe mis pies se enredan haciendo que caiga al piso.
—Amarie Zetti, abre la puerta sé que estás ahí. —dice Ekain Laxo.
Me sorprendo ya que no lo había visto hace mucho tiempo, Ekain es ese amigo que está para ti solo cuando él se siente bien consigo mismo, de lo contrario tiende a desaparecer.
—¿Resucitaste de entre los muertos? —pregunto en un tono burlón, aún en el piso.
—Puedes abrir la puerta, no voy ha decir nada teniendo una puerta de por medio.
Me levanto del piso sacudiendo mi ropa y por suerte él candil no se hizo trizas y aún sigue con vida.
—Entra —lo invito haciéndome a un lado para que pueda pasar.
—¿Trabajas esta noche?
—No Ekain, me gusta llevar el uniforme de mi trabajo —digo sarcásticamente—, a que debo el honor de tu visita.
—En realidad te vine a llevar. —dice con una sonrisa.
Lo miro de manera confundida y el prosigue.
—Necesito que veas algo importante.
—Ekain debo trabajar, aparte aún no termino de arreglarme.
—Aún tienes tiempo, tu turno empieza a las 22:00 y apenas son las 19:00.
Me quedo pensando unos segundos, casi nunca tengo tiempo libre y no suelo salir con demasiada frecuencia así que acepto y Ekain sonríe.
—¿Enviaste tu proyecto a la universidad para que te den la beca? —preguntó curioso.
—No, ya lo pensé bien y no lo voy hacer. —digo restándole importancia.
—¿Por qué? —preguntó sorprendido.
—Porque aún no estoy preparada para que la vida me de otro golpe.
—¿Estás dudando de ti? —eleva una ceja—, Amarie tienes 18 años, con una vida por delante, aún tienes muchos errores por cometer y también muchos logros por alcanzar.
—Exactamente tengo 18 años, ni siquiera cuento como persona.
—El punto es que no puedes prohibirte esta oportunidad, no importa si te rechazan, vuelves a intentar cuantas veces sean necesarias. El no ya lo tienes ahora debes ir por el si.
Le regalo una sonrisa y lo dejo en medio de la sala hasta terminar de arreglarme.
Salimos de casa y empezamos a caminar.
—Recuerdas cuando el arrabal no gozaba de servicios básicos —suspira—, a veces venía el camión que nos brindaba agua potable y todos corríamos para poder tener un poco de agua.
—Como olvidar esos tiempos de oro —bromeo—, deja tu eso, lo más duro era cuando debíamos caminar una hora y media con baldes para pedir que nos regalaran un poco de agua y así poder asearnos, cocinar e hidratarnos.
—Mi mamá me despertaba a las cuatro de la mañana para que yo fuera a la escuela porque debía caminar casi dos horas, pero yo odiaba que me despertara porque eso significaba que debía bañarme —dice horrorizado—, me tenía que bañar con agua fría y sentía que mi cuerpo en lugar de relajarse se tensaba, mis dientes titiritaban al igual que mis manos pero eso sí, el sueño se iba volando. —bromea.
—Dímelo a mí, yo corría por toda la casa y activaba el modo invisible —digo sonriendo—, a veces me funcionaba, otras veces estaba fuera de servicio.
—Este no es tu lugar Amarie —me mira serio—, debes enviar tu proyecto, no les niegues la oportunidad de tenerte ahí.
—Ekain las cosas no son tan fáciles.