La segunda noche del viaje Eider tuvo insomnio.
Trato de varias maneras volver a dormirse, incluso pensó tomar un relajante natural que le habían recetado, pero no quería amanecer con demasiado sueño.
Entonces saco su celular y se puso a ver unas fotos.
En la mayoría aparecían varios miembros de su familia, amigos cercanos e incluso personas que había conocido hace mucho tiempo. Pero siempre paraba en las fotos donde aparecía su tía, a veces no se daba cuenta de cuánto tiempo había pasado viendo las fotos, le pasaba más seguido de lo que le gustaría.
Pero al ir pasando más fotos Eider encontró un video y empezó a reproducirlo.
Lo primero que apareció fue una niña con ropa bastante abrigadora, de hecho, llevaba tanta ropa encima que parecía una bolita parlante.
La niña era ella.
Trataba de caminar, pero el viento era tan fuerte que se la llevaba volando y siempre caía con su trasero en la larga hierba. Luego aparecía su familia, todos muertos en risa al ver a la pequeña Eider pelear con el viento por haberla empujado. Finalmente aparecía Rosetta susurrando algo inaudible, pero Eider ya sabía lo que había dicho.
—Rojaijo—susurró Eider como si su tía pudiera escucharla.
Al terminar el video Eider apago su celular.
Se quedo viendo la pantalla oscura y sintió vértigo.
Siempre se sentía rara desde que su tía había muerto, pero no era eso lo que la inquietaba, podía vivir con la idea de ser rara. No le molestaba, de hecho, le gustaba la idea de ser rara. Te enseña a ser valiente. No todos pueden convivir con la idea de ser raro y disfrutarlo.
Pero el sentimiento que estaba sintiendo nuevamente la asustaba, era un vértigo que le hacía ver las sombras, la hacía escuchar gritos y veía todo cambiar de forma.
Lo que la hacía sentir perdida.
Confundida.
Mareada.
Sola.
Sentía que las paredes a su alrededor se derrumbaban, que se encontraba bajo los escombros y que no podía moverse, aunque quisiera, era como si la tuvieran sujeta de pies y manos para asegurarse de que no pudiera escapar del lugar de confusión que su mente había creado.
Su interior gritaba por ayuda, pero ella no podía articular palabra, quería llorar, pero no le salían las lágrimas y justo cuando ya no podía más, su mente la devolvía a la realidad.
Todo a su alrededor era normal.
Las cosas no estaban derrumbándose, no había nadie sujetándola.
No estaba atrapada bajo los escombros.
Tenía dominio de su cuerpo otra vez, pero lo que más le sorprendía era que no estaba sola.
Ana estaba a su lado y los demás pasajeros también y todos dormían.
Cuando al fin pudo dormir tuvo pesadillas donde aparecía él.
Y ¿Quién es el?
Eider lo llamaba el flautista.
Y una vez más, para su fortuna o desgracia, se durmió escuchando la melodía de flauta de tan extraño personaje.