Manipulada Por Mi Jefe

CAPITULO 55 LA TRAICIONERA

CAPITULO 55 LA TRAICIONERA

Ámbar

Londres

13 de noviembre 2018

09:30 A. M.

Fuerte…

Valiente…

¿Dónde están cuando quiero ser mas que un manojo de lágrimas y dolor?

 

Camino todo el pasillo escuchando de fondo risistas de las niñas y como alguien suelta una carcajada con música de fondo acompañando al cuarteto que sueltan risas mientras canta.

Cuando llego a la sala de la suite, el olor a canela llama mi atención junto al de pan siendo calentado. 

Miro en uno de los espejos de las paredes si el moretón se nota, pero con el maquillaje que me coloque hace rato, no deja verlo para nada y las leves marcas de mi falta de sueño fueron cubiertas en caso de preguntas de las niñas al notar mi cansancio.

Te perdiste mi amor... Y yo...

Y yo te estaba amando

Cantan a todo pulmón que mi corazón se pone sensible ante la canción que cantábamos gracias al bullicio de la calle en aquellos años, abstengo las lágrimas que quieren salirse, pero me abstengo de ello mirando el techo para que las lágrimas no se me salgan, ya llore bastante anoche, después de varios segundos, miro en dirección de la puerta de la cocina y camino hacia ella, topándome con las gemelas quitándoles las cascaras de las uvas y lo ponían en platos de la encimera de la mesa.

Miguel está cerca del refrigerador con unos pantalones cortos y camisa limpia llevando en mano unos huevos mientras sigue bailando al ritmo de la canción que resuena en toda la cocina.

Miro hacia el otro extremo, donde Alexis separa los panes de unas bolsas tarareando la canción al igual que todos.

La paz que se había alejado ayer en medo de mi llanto y desesperación sube un poco, y el arrepentimiento de haber reaccionado así ayer, hace pensar que seriamente debo contactar a la psicóloga y tratarme, no abandonándola como lo hice en mis años pasados, debí afrontarlos a tiempo.

Aun puedo hacerlo.

Todos, los cuatros.

Miro nuevamente a Miguel, quien me había estado viendo con una mirada lleno de felicidad mientras acomodaba loas huevos en un plato. Sonrío ligeramente, ya que él no parece haberse dormido a las tres y pico de la madrugada. 

No tiene cara de estar con sueño.

Lo escuche, anoche ambos llegamos a hablarnos mientras las lágrimas eran más escasas al pasar las horas, a él también le afecto todo desde aquel día, ha dejado una huella en nuestros corazones que es imposible borrar, se culpa al igual que mí, pero por abandonarme, algo con el cual, la comprensión llego a los días que él no apareció y con la advertencia de su madre, no había razón para odiarlo, tal vez la palabra anhelarlo era corta a lo que lo necesite, pero me cerre después a esas emociones.

Fue lo que la doctora Meys me dijo en una de mis secciones antes de dejar de visitar su consultorio.

Me cerre a todas las emociones y me concentre en el dolor, la ira, el arrepentimiento y el miedo. Todas ellas han hecho de mi cabeza un estrago en cuestión de días que me han marcado con todo el odio que me sentí a mí misma. Hasta hoy en día, eso que canturrea cuando menos lo pienso, está alejado y callado gracias a las palabras de Miguel de nuestra charla, me sentí más reconfortada, y calme sus inquietudes tal y como las hizo conmigo con cada murmuro, suaves caricias que callaban a los insultos de eso en mi cabeza.

Necesito volver lo más rápido posible, me angustia el tema de mis hermanos en estas condiciones, creí que nunca más pasarían por algo parecido en su vida, pero todo se sacudió para ellos.

Me conforme con que ellos me dijeran que sabían de la muerte de nuestros padres, que mi madre era abusiva pero que no recordaban lo que me hizo y lo que intento con ellos. Casi todos sus recuerdos fueron reprimidos y me calmó en aquellos tiempos.

—¡Am! — el grito despavonante de las gemelas me sacan de una de mis preocupaciones y me acerco a ellas, notando que Miguel enciende la cocina y pone un sartén en la hornilla.

— Pequeñas... Muy buenos días — Les sonrío a ambas dándoles un beso en la frente a cada una, quienes ríen divertidas por mi pequeña muestra de afecto a ellas. — Buenas Alex — me acerco a mi hermano, quien se me queda mirando por varios segundos y asiente con la cabeza.

Se me seca la garganta al notar aquel gesto, es lo que siempre hace cada mañana desde dos años antes de irse a la escuela.

Miro a Miguel, y esta nota mi sorpresa y solo asiente señalándolo con los huevos.

Mi hermano ha salido de su trance más rápido de lo que sucede.

— ¿Ensalada de frutas? — Las gemelas asienten cuando muevo los platos con papaya y manzanas picadas

— Si — me responde Hanna cortando con cuidado la banana en una mini tabla y un cuchillo pequeño, para que luego Anahí repartirlo en cada plato. — Miguel hará unos huevos revueltos y un par de tostadas — Sonríe al levantar la cara orgullosa por saber manejar el mini cuchillo que deja en la mesa.

— ¡Hey, Am! No sabía que a Miguel ya le salía tanta barba, es un chico ya muy grande — Las dulces palabras de Anahí salen en un tono muy infantil del que solo recordaba. 

Hanna levanta la mirada y se le acerca a murmurar algo a su gemela, Miguel se gira y me mira sorprendido por las palabras de ella.

— Es que es nuestro muchachote, crece muy rápido— respondo lo más rápido que mi cabeza me deja hacer, un leve murmullo de eso se acerca, peor pongo un alto a ello.

No los necesito atormentando ahora. Miro de reojo a mi hermano quien solo las mira con nostalgia cargada, expresa demás sus sentimientos a las menores.

— Ah... Entonces Sebas también debe tenerlo ¿Cierto? — Pregunta esta vez Hanna con curiosidad en sus ojos. Asiento con la cabeza mientras me digo a mí misma que debo seguir con el juego.




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