Manipulada Por Mi Jefe

CAPITULO 59 EXTRAÑÁNDOLO DE MAS

CAPITULO 59 EXTRAÑÁNDOLO DE MAS

 

Ámbar

14 de noviembre 2018

14:55 P. M.

Nadie prestaría atención a alguien como yo

Tal vez estuve ciega o atascada en mí misma

Tú estabas ahí sin necesidad de verte

De lejos, pero me cuidabas

Las niñas parlotean mientras les muestran los juguetes que yacían en su habitación, Paúl les dijo que son sus regalos, a pesar de que son de meses pasados, ellas no dejan de hablar lo bonitas que están y que les encantan los vestidos que tienen puestos, no pude notar la reacción de Paúl cuando ellas le mencionaron sus muñecas Hela y Ana que Sebastián les había regalado hace unos meses, miraron a Miguel, quien tuvo que decirles que se olvidaron pero que mañana las trae para que duerman con ellas y Paúl trata de hacer que ellas se olviden de esas muñecas, aun cuando las mira anhelando que se rían de sus gestos.

Paúl, desde el momento que lo conocí parecía una persona que estaba contento con la vida que llevaba, consentía a mis hermanas ya que era hijo único y le molestaba estar con su familia en Alemania y así bromas siempre sobre ponerse mi apellido para que mis hermanas lo llamaran tío.

Me lanza una mirada cuando ellas le cuentan donde las esconden para que mamá no las pille, y en susurros le dicen por qué deben hacerlo, mientras se concentran en los peluches.

Miguel trato de callarlas, pero estas ni caso le hicieron, al parecer la confianza que tuvieron con Paúl se les hace más fácil hablar con él de todo un poco. La tristeza se le refleja cuando escucha atento a que pasaría si las encuentra.

— Castigara a mi hermana, a ella no le gusta que gaste dinero a nosotras, no importa cuánto le expliquemos que ella no fue quien lo compro, no nos escucha.

En la gran habitación, se logró escuchar ello, yo escondida en un rincón sin ser notada me deja escuchar sus pensamientos respecto a ello, todos sentados cerca de las camas, solo Miguel y Paúl voltearon a verme sutilmente al terminar de escucharlas.

Salgo de la habitación siendo perseguida por Octavio que esperaba afuera, la puerta cruje cuando quiero correr a la habitación, pero sé que no puedo escapar así que camino apresurada por el pasillo.

Alguien más quiere respuestas.

Paso por la habitación de Alexis, la puerta abierta me deja verlo recostado en la cama de espaldas, me alejo de ella tranquila de que llegaron sanos y que la seguridad ha sido doblada en toda la mansión y las entradas principales, me alejo sin cerrarla y voy a la habitación que comparto con Octavio.

— Yo quiero hablar con ella — la discusión viene a medio pasillo mientras Octavio le pide que me deje en paz y que se largue a su habitación, Paúl suelta un bufido a ello — Esas niñas no son un chiste para mí, no sé si lo sabes idiota, pero quiero saber de qué hablan, el porqué de su miedo y la única que me puede decir es Am — me giro cuando entro a la habitación ellos paran, sujeto con fuerza el picaporte esperando a que mis palabras fluyan tras los breves minutos que tuve de pensarlo desde que llegamos.

Ambos están alterados, es claro en sus rasgos faciales y lo tenso que se encuentran.

—Responderé a tus dudas — miro a Paúl cuando digo ello, pero luego miro a Octavio quien lo mira con enojo palpable y sujeta su chaqueta del costado deteniéndolo — eh, para — llamo la atención de Octavio, este me mira y niega sin soltarlo, y las ganas de golpearle la frente se me sube a la cabeza.

—No tienes por qué hablar Ámbar — siento que el estremecimiento de mi cuerpo sube hasta mi cuello y aprieto más mi agarre.

Algunos quieren respuestas, tras escuchar a las niñas recitar como un mantra varias cosas de nuestra madre así, debe ser lo más sorprendente de que unas niñas lo hablen.

El sudor frio de mi frente cae a mi nariz y tiemblo ante lo frio que se siente. Creo que me desmayare de los nervios.

—Hablare con él — le doy espacio para que pase, aunque la puerta es demasiada ancha, necesito limpiarme las gotas de sudor. Este pasa casi trotando y saca la silla de mi tocador, llevándolo frente a los pies de la gran cama limpia.

Dejo de ver lo concentrado que está mirando sus manos y vuelvo hacia el que se quedó en la puerta, su ceño fruncido y los ojos casi queriéndose salirse de su lugar por mirarlo, me hace sentir un poco menos nerviosa

—No te preocupes — hablo en tono suave y despreocupante para que no quiera arremeter y quedarse. Creo que lo que le dije en el auto ha llegado más allá de lo que yo esperaba.

Octavio deja de verle para concentrarse en mí y solo asiente con la cabeza mientras su mandíbula se endurece, no está nada contento con ello.

— Las niñas se apegaron a Paúl desde que lo conocieron — trato de quitar su enojo con un pequeño recordatorio y me apoyo en la puerta, sintiendo el dolor agudo en mis pies por lo botines, el alivio es corto pero me hace sentir mejor —Que las escuche recitar o hablar de mi madre con frecuencia, era su manera de desestresarse de niñas, a ellas las calmaba cuando Sebas… — sé que parar no ayudo a casi mencionarlo, pero se me sale y lo noto hacer una mueca casi desapercibida que trata de ocultar — Sebastián hacía que ellas se calmaran después de una larga charla con bolos de leche y que no le guardaran rencor — el nudo en mi garganta apenas me deja terminar la oración y bajo la mirada tratando de que mis pies adoloridos sean más fuertes, tose falsamente y lo vuelvo a ver a los ojos para seguir ya que he parado de hablar — No lo han visto, pero confían en Paúl, tal y como lo eran con Sebastián, no es justo que alguien que las quiere quede en la ignorancia de su situación, de nuestra situación — corrijo rápidamente, lo veo en él, lo difícil que es escuchar algo como recordatorio de lo que hemos pasado, siento hasta la lengua seca y me cuesta explicar más —La confianza, el apego y el cariño ha sido muy duro para que las niñas obtengan en años, lo tuvieron, pero se les arrebato con… — sé que la muerte de nuestra madre no fue lo peor, sino el perder a la vida que teníamos antes de que mi madre volviera — Todo, sin padres — susurro siendo golpeadas por los recuerdos de mi sangre cayendo de mi brazo, el murmuro de que casi me pierden a mí, pica por salir pero mi interior no lo acepta para que le revele a Octavio — Estando rodeados con extraños por casi 3 años, es algo que endurece el corazón de niños sin culpa — los ojos de Octavio se suavizan de la preocupación ya la compresión deja que su ceño se calme, la tira de en medio de su nariz, cerca de sus cejas deja de fruncirse y sé que ha aceptado esto — Hablare con él, no te preocupes ¿Si? — trato de calmarlo — Bajo en unos minutos para que comamos algo ¿Te parece? — no paramos ya que mi estomago no dejaba de pensar en Ricardo y eso me dolía, estaba angustiada, pero estando ya entre las paredes se calmó mi ansiedad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.