CAPITULO 61 MALA MENTIROSA
Ámbar
14 de noviembre 2018
10:10 p.m.
Ojala pudiera escapar
estoy cansada de fingir
Desearía poder borrarlo todo de mi memoria
Pero está ahí, en esos recuerdos, en medio del caos
De niña me decía para mi misma que si no me movía y me quedaba callada ella no me lastimaría. Que si quedaba en las sombras, lejos de ella, no me miraría.
Me equivoqué, fue mi error.
Ella me quería a su lado, respirar era el comienzo de los golpes y gritos.
Encerrar a mis hermanos se volvió mi único consuelo de saber que estaban bien.
No era tan fuerte como para romper una puerta, así que después de varios intentos, los dejo de lado, ella los amaba, nunca les grito o les resintió de algo. Había rabia, siempre la hubo y no comprendía el porqué.
Hasta que lo supe.
Hasta que los escuché a ambos, días antes de la muerte de mi padre, supe la razón de todo esto.
Yo no era nada de ellos, nada.
Era una pequeña de rizos dorados que se metió en su familia y vida desde que llegué.
Simplemente se lo grito a mi madre, para que se calmará.
— No es mi hija ni de la amante que crees que tengo ¿No te das cuenta solo con verla?
Mi padre, el ser que me protegía cuando podía, era un desconocido completamente de mi vida.
Nada
No éramos nada, pero la pregunta era... ¿Por qué?
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué yo?
¿Por qué me lo ocultaron?
Nunca lo supe, antes de preguntarles, ambos habían muerto.
La duda murió, simplemente cayó a un pozo oscuro y solo donde lo tape.
Lo olvidé para no herirme, para ni siquiera tener esperanzas en ello.
Me abandonaron por alguna razón, papá no me robó ni sostuvo por un momento. Me dejaron con él porque no podían más.
Eso bastó para romperme un poquito más pero no me destruyó.
Los golpes, la muerte de mi padre no me destruyó nunca porqué los tenía a ellos.
Sebastian y Miguel eran quienes me animaban cada día para levantarme, soportarlo y sonreír aunque todo iba mal.
Éramos muchachos ignorados por todos, era inútil gritarlo o mostrarlo, así que quedaba esperar a cumplir 18.
La edad perfecta para irse de casa
La edad perfecta para huir sin que te arresten.
— Él no llegó a cumplir los dieciocho — Sale de mi mientras bebo la taza de chocolate que preparó del tarro gigante que hay en la cocina de alado. Me acomodo en el suave sillón mientras miramos el cielo oscuro, el viento es fuerte y el frío soportable mientras ambos estamos cubiertos por una colcha que traje a rastras de nuestra habitación.
La terraza es más como un segundo comedor al aire libre, tiene una cocina equipada casi como la principal, mesa para comer y asientos similares a los de abajo, protegidos con paredes de vidrio y un hermoso techo.
Los bordes de la terraza tienen muchas plantas, flores de distintos colores y formas, la parte del aire libre es la más amplia que haya visto.
Todo este lugar es más grande que el primer piso, aunque es por la libertad que regala
— ¿Qué? — Me remuevo antes de continuar. Se lleva la taza a sus labios y bebe de ella, la mancha de chocolate es apenas notable ya que enciende un foquito.
— Sebastián, no llegó a celebrar sus dieciocho — lo comentó volviendo mi vista al cielo — Era nuestro deseo — murmuró con la vista fija la luna para que no vea que estoy por llorar — Queríamos cocinar en su casa para su cumpleaños, no estaba lejos del mío, solo eran cuatro meses más — siento como tiemblo ante el remordimiento y la pena de esos días. — Médico... Él quería ser doctor — Me vuelvo a verlo, y la claridad de sus ojos me dejan ver el anheló de querer saber más de él.
— ¿Por qué? — Debe creer que sabe la respuesta, yo soy la razón de ello.
También lo creí durante unos días.
— Amaba a los niños, quería ser pediatra y un gran pastelero — Comentó mientras siento el deseo de probar sus recetas. — Él fue quien me hizo adicta — Levantó la taza con el poco chocolate que me quedaba en ella.
— Tus hermanos lo querían — asiento con la cabeza — Él los quería — asiento simplemente. Sin tener la voz para admitirlo en voz alta.
Varios minutos, varios se que puedo decir algo más de él, pero pienso en Sebastián conociendolo.
Pienso en que tal vez pasaría todo, que Sebastián estaría con lo último de la Universidad y haría sus pasantías, tal vez se hubiera topado con Rose y hubieran hablado de medicina y todo lo que pasa con la salud.
Imaginó por unos segundos, el mundo donde él estaría corriendo por la universidad por su título o dejando sus trabajos con Miguel.
¿Nuestras vidas si no hubiera muerto?
Hubiera sido pacífica, tranquila y llena de peleas tontas que terminan antes de dormir.
Me inclino un poco más al sofá mientras dejo mi taza vacía en mis muslos, mi cabeza está ladeada mirándolo de vez en cuando mientras él está en sus pensamientos.
— Me fueron infiel — Voltea a verme — Mi novia — abro los ojos sorprendidas, pero al parecer lo tomó de otra forma que se corrige — Mi ex novia — relata bien — Se metió con varios de mis exs amigos — recalca ex un poco fuerte— Una orgía con todos ¿Puedes creerlo? — Niego con la cabeza solo pensando cuán amigos debieron ser — Lo peor, fue en nuestro departamento cerca de la Universidad, habían cancelado una clase y llegué cuando los... Vi — si la sorpresa no puedo ser más notorio en mis gestos ya que la vergüenza tiñe sus mejillas al apartar sus ojos de los míos por unos segundos.
Está avergonzado.
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Editado: 25.01.2023