Margaritas en lugar de rosas

Capítulo 1

Toffy
 

Tic, toc, tic, toc, tic, toc…—repetía un viejo reloj que a lo lejos oí.
 


 

Mis ojos se abrieron lentamente, como si pensaran demasiado y yo no tuviera fuerzas. Desvíe la cabeza a la derecha, luego a la izquierda, y de nuevo a la derecha. Estaba en el suelo, era…¿Mi casa?
 


 

Así parecía, solo que se veía diferente. Muy diferente, de hecho. Habían grietas en las paredes,  y el techo goteaba, tenía agujeros por todos lados. Y generaban un incesante ruido, como si cayeran en un balde de metal. Traté de ver más, para decorar en dónde estaba. Es decir, parece mi casa, pero está…no sé exactamente qué palabra definiría el lugar en el que me hallaba. Todo estaba frío, húmedo. 
 


 

Intenté levantarme pero no pude, estaba petrificado. Más bien paralizado. Pegado al suelo. Aunque podía mover la cabeza, el resto de mi cuerpo no respondía de la misma manera. Forcejeé,y forcejeé, pero fué en vano. 
 


 

Volví a ver los alrededores. Está vez noté algo que no había visto, en suelo. Estaba lleno de rosas, como si hubieran sido plantadas. En lugar del piso de madera que recordaba, estaban éstas rosas. Llenas de púas.
 


 

Volví a intentar levantarme. De nuevo mi cuerpo no reaccionaba.
 


 

No quería darme por vencido, sabía que algo andaba mal. Nada de ésto tiene sentido.
 


 

Unos segundos más tarde, sentí una sensación de ansias. Nerviosismo. Mi respiración comenzó a agitarse, lentamente. Y cada parte de mí ser quería salir corriendo, tal vez sentían que algo iba a salir mal. Demasiado mal. 
 


 

Y de una extraña—e incrédula—forma, toda mi vista recayó sobre en lugar en específico. Una puerta. Había una puerta enfrente de mí, era de madera. Con un cerrojo amarillento, casi como óxido. Era la puerta del sótano. En ese momento supe que pasaría, volvería a estar encerrado allí. ¿Por cuánto? ¿Será mucho tiempo?
 


 

—Ésto no puede ser cierto—murmuré, tembloroso.
 


 

—Claro que es cierto—oí detrás de mí a mi padre. Su voz, gruesa, resonó por todo el lugar—, ¿Sabes lo que le pasa a los malcriados que deciden desafiarme?
 


 

Volví a forcejear, una y otra vez. Intentando salir corriendo de allí. Todo fué inútil, estaba recostado en el suelo, lleno de rosas. Y papá estaba a punto de darme una nueva lección. Yo no lo entiendo, no he hecho nada malo. Hice lo que él me pidió, tal y como lo pidió. 
 


 

—Les enseñó su lugar en la jerarquía—finalizó, se le escuchaba burlón. Como si disfrutará cada segundo.
 


 

Caminó hasta donde se encontraban mis pies. 
 


 

Y yo seguí intentando safarme de aquella terrible parálisis que tenía.
 


 

Estaba sudando, nervioso. Asustado. Intentando entender dónde mierdas estaba. Ésta no es mi casa, estoy seguro. 
 


 

La idea llegó a mi cabeza, de repente—como si un tornado hubiera arrasado con mi cerebro—, intenté buscar el reloj que hace un rato había oído. No estaba, en ningún lado. Pero el sonido seguía oyéndose por todos lados. Ese incesante “Tic, toc”. Busqué con la mirada en todas las direcciones que pude. Nada. No estaba.
 


 

Sentí una enorme mano tomarme del pie derecho, luego otra sobre el pie izquierdo, levanté la vista de nuevo. Papá estaba viéndome, con una mirada diabólica, una que jamás había visto, pero que jamás iba a olvidar. Seguido de eso, se irguió, aún con mis pies entre sus manos. Y comenzó a arrastrarme hasta la puerta del sótano. El lugar al que había prometido jamás ir.
 


 

¿Por qué? Fácil, era frío, oscuro, aterrador, húmedo…No existen adjetivos suficientes para describirlos.  Solo puedo decir que es un lugar, que bajo ninguna circunstancia, hay que visitar.
 


 

Sentí las púas de las rosas rasgar mi piel. La piel de mis brazos, de mis piernas. Rasgando mi ropa. 
 


 

Pequeñas gotas de sangre comenzaron a fluir de mí, al mismo tiempo que solté distintos quejidos de dolor. Quejidos que mi padre decidió ignorar. 
 


 

Él no era mi padre, papá se había ido. Lo sé, éste lugar solo es…es…es parte de un sueño. Uno del que debo despertar ya. 
 


 

Volví a levantar la cabeza, para ver por dónde iba. Ví la puerta, estaba allí, a tan solo centímetros de ella. 
 


 

La puerta se abrió, soltando un chirrido penetrante, dónde se supone iban las bisagras. Estaba abierta, completamente abierta. 
 


 

Traté de ver que había allí, pensé que lo primero que vería serían las escaleras. En su lugar lo que ví fué…¿Nada?
 


 

¿No había nada?
 


 

¿Acaso morí y ésta es mi entrada al Inframundo?
 


 

Cual fuera el caso, seguía sin poder moverme. Para intentar huir. Que era la único en lo que pensaba ante está situación, aún sabiendo que sólo era un mal sueño. 
 


 

Intenté despertar, por supuesto. Pero fué aún más inútil que intentar safarme de la parálisis.
 


 

La situación se prolongó durante un par de segundos más. Hasta que se detuvo, dejó de arrastrarme. Casa parte de mí cuerpo ardía, era un ardor suficientemente fuerte como para hacer llorar a un adulto. Las lágrimas comenzaron a salir de mí, pero eran incontrolables. Yo no las provocaba. Solo salían de mí, pero no porque yo lo quisiera.
 


 

—¡Levántate!—demandó mi padre, sin voltear a verme.
 


 

Mi cuerpo reaccionó antes que mi cerebro, ya estaba junto a papá cuando pude darme cuenta de lo que había sucedido. 
 


 

Gotas y gotas de sangre seguían emergiendo. Y el incesante “Tic,toc” seguía siendo tan insaciable como hace rato.
 



#8150 en Otros
#1256 en Humor
#13421 en Novela romántica

En el texto hay: tristeza, traumas, dolor

Editado: 19.04.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.