El frío de la noche se infiltra en la habitación, envolviéndola en una quietud extraña. Un viento misterioso se cuela por las rendijas de la ventana, trayendo consigo un escalofrío que recorre mi cuerpo como un susurro, como si la oscuridad misma me estuviera observando.
Intento ignorarlo, aunque cada pequeña ráfaga parece más intensa, como si buscara llamar mi atención. Me arropo más entre las sábanas, apretándolas contra mi piel, buscando desesperadamente algo de calor en medio de la fría quietud que me rodea.
No sé qué hora es, pero el aire lo dice todo. Supongo que debe ser de madrugada, o tal vez simplemente demasiado tarde, cuando la noche parece estirarse infinitamente, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
¿Será que dejé la puerta del balcón abierta? Esa es la primera pregunta que me viene a la mente mientras me aparto la cobija, mis ojos fijos en la abertura del balcón. Al levantar la vista, confirmo que mis sospechas son ciertas: está abierto.
Sin embargo, no es eso lo que realmente captura mi atención. Recuerdo perfectamente haber cerrado con seguro antes de dormir, pero algo me inquieta aún más. Aquel libro, el mismo que había dejado sobre el escritorio, ahora reposa sobre las rejas del balcón.
No sé si es el sueño que nubla mi juicio o si estoy perdiendo la cordura, pero algo en la imagen me hace dudar. El libro parece brillar desde su posición, iluminado por los rayos de la luna, como si estuviera destinado a estar allí, esperando ser descubierto. Es como si el universo hubiera alineado todo para que alguien más lo admirara, como si estuviera esperando que yo lo viera, atrapada entre la fascinación y el miedo.
Un escalofrío recorre mi cuerpo, pero no por miedo, sino por una curiosidad inquietante. Siento como si algo estuviera observándome, y aunque recorro la habitación con la mirada, no encuentro nada extraño. Hasta que mis ojos se detienen en un cuadro en la pared, uno con una mariposa atrapada en su interior, cuya imagen comienza a brillar con una luz sutil, casi hipnótica.
Con el brillo, algo sorprendente ocurre. Las mariposas que descansaban en los cuadros, muertas pero eternas en su cautiverio, empiezan a liberarse. Flotan suavemente fuera de los marcos, sus alas batiendo con ligereza, como si el aire las llamara. Volando en círculos, todas parecen dirigirse hacia el balcón y el libro que reposa allí, atraídas por una luz que las envuelve con una calma extraña.
El libro, iluminado por la luna, irradia una esencia tan misteriosa que las mariposas no pueden resistirse a acercarse, rodeándolo como si fuera el centro de un enigma por resolver. Mi mente se llena de preguntas, y aunque el aire está cargado de algo inexplicable, una sensación más profunda despierta dentro de mí.
Más allá de la muerte, hay otra vida, mucho mejor que la primera, de la cual nadie nunca ha querido regresar.
Es un susurro lejano que se cuela en mis pensamientos, invitándome a explorar más, a descubrir qué significa realmente.
Mientras observo a aquellas mariposas, que se supone están muertas, una extraña sensación se apodera de mí.
Quizás debería sentir miedo, pánico, terror incluso. Tal vez debería salir corriendo de la habitación, buscar refugio en los brazos de mi madre, aferrarme a la sensación de seguridad que siempre me ha dado su presencia. Pero, en lugar de eso, me siento atraída, como si un imán invisible me llamara.
Es como si, al igual que esas mariposas que se han liberado de sus cuadros, yo también estuviera liberándome de algo, como si mi curiosidad me hubiera atrapado de una manera que ya no puedo controlar. No es miedo lo que siento, sino una fascinación profunda, un deseo inexplicable de acercarme más, de tocar el libro, de abrirlo y sumergirme en sus páginas llenas de secretos que esperan ser revelados.
Siento que algo me llama desde dentro de ese libro, que ahí está la verdad, la respuesta a todo lo que me inquieta. Un conocimiento que me pertenece, que siempre ha estado allí, esperando a ser descubierto. Y aunque una parte de mí duda, la otra, más fuerte y más curiosa, no puede resistirse.
Quizás, lo que antes parecía algo privado, algo que no debía tocar, ya no me importa tanto. Porque este objeto, este libro, parece mucho más que eso: parece algo mágico, algo capaz de revivir lo que ya no tiene vida.
La idea cruza mi mente, descabellada, una chispa fugaz que no puedo ignorar: ¿Y si también pudiera hacerlo con personas?.
La pregunta parece absurda, imposible, pero a la vez, su misterio me atrapa. Tal vez es algo que solo la gente que no sabe disfrutar la vida consideraría, pero en este momento, en esta quietud cargada de secretos, esa idea se siente... posible.
Mi cuerpo, mi mente, mi alma entera parecen alinearse con el destino, empujándome hacia el balcón, hacia ese libro que me está llamando con una fuerza que no puedo ni quiero resistir. La curiosidad, la necesidad de saber, de entender, es más grande que cualquier duda. Ya no pienso negarme más, no quiero luchar contra lo que siento. Esto es lo que realmente quiero, lo que necesito. Y ahora, nada me va a detener.
Al fin y al cabo, nadie sabrá que lo leí. Nadie sabrá que lo tengo en mis manos, hasta que la propia dueña venga a buscarlo, si es que sigue estando con vida. Y si no, ¿qué importa? No tendría nada de malo leer un poco, sumergirme en esos secretos que, de alguna manera, siento que me pertenecen.
Me acerco al balcón, el frío de la noche se hace más intenso, erizando mi piel, pero no me importa. El libro está frente a mí, esperando ser tocado. Lo tomo entre mis manos, y en ese preciso momento, todas las mariposas que antes lo rodeaban vuelan, alejándose suavemente, como si me estuvieran dando paso, como si, en un gesto silencioso, me permitieran abrirlo, adentrarme en su misterio.
Siento que este es el comienzo de algo, algo que no puedo aún comprender completamente, pero que al mismo tiempo, sé que debo descubrir. El aire a mi alrededor parece estar lleno de una electricidad suave, y todo lo que me rodea se desvanece cuando abro la primera página.