Más allá de tu oscuridad

Un afortunado encuentro

Es una noche tranquila en la ciudad de New York y en uno de los barrios de Manhattan Levana Blue, una joven médico cirujana regresa a su hogar después de su jornada de trabajo. Ama su oficio a pesar de lo extenuante que resulta ser en ocasiones, hacer las guardias en el hospital es realmente pesado pero la recompensa más grande que puede recibir es ver a sus pacientes recuperarse y salir con una sonrisa para continuar su vida. Debido a que su automóvil se encuentra en reparación ha tenido que tomar el transporte público que la deja a unas cuadras del edificio en el que se encuentra su pequeño departamento.

La joven desciende del trasporte y se encamina rápidamente hacia su hogar, se encuentra por llegar al edificio cuando se percata de la presencia de un individuo que avanza en dirección contraria a ella sujetándose de la pared como si avanzar le resultara complicado y sujetando su hombro izquierdo. Llena de preocupación se aproxima hasta donde este se encuentra, « Tal vez ese individuo está sufriendo un ataque al corazón.» piensa apresurándose para llegar al sujeto con la intención de auxiliarlo, al encontrarse más cerca de inmediato se percata de la sangre que tiene en la mano y que proviene del hombro que sujeta el hombre.

– ¡Ayuda!–musita el individuo con la poca fuerza que le que queda, ha tenido que caminar mucho antes de encontrar a alguien, su visión es borrosa pero sabe que alguien se ha aproximado a él.

Ha tenido mucha suerte de salir con vida de aquella emboscada que sufrió, todos los hombres que lo acompañaban han perecido en el intento de protegerlo sin que él pudiese ayudarlos de ninguna manera. Aun no logra comprender como es que conocieron su itinerario para poder armar aquel ataque sorpresa en su contra pero lo descubrirá y al hacerlo el responsable pagará por sus actos.

– ¡Tranquilo, llamaré a la ambulancia!–expresa Levana de manera presurosa.

Levana se preocupa al ver el estado del hombre, «Que suerte tengo, justamente hoy que no tengo automóvil.» piensa la joven mientras busca en su bolso el teléfono para poder llamar a una ambulancia para auxiliar a ese individuo.

–No puedo ir a un hospital, me buscaran y vendrán por mi–indica él con esfuerzo.

– ¡Pero no hay tiempo que perder, debo llamar ahora mismo!

–Entienda, si voy al hospital se percatarán de que continúo con vida y me buscarán para terminar el trabajo, llame al número que le daré, vendrán por mí de inmediato y podrán atenderme–indica con dificultad mirando a la mujer que no consigue distinguir.

–Tranquilo–pide Levana al ver lo alterado que se encuentra el hombre y lo débil que parece encontrarse–. Lo atenderé y llamaré para que vengan a buscarlo pero debe calmarse.

Sin esperar respuesta la joven de un metro setenta se coloca al lado del hombre para apoyarlo y hacer que avance en dirección al edificio que se encuentra bastante cerca, «Mi departamento es la única opción ante su resistencia, no puedo perder más tiempo, espero que todo salga bien.» Se dice guiando al joven hasta su hogar para poder auxiliarlo, con gran dificultad, Levana consigue llevar hasta su departamento a aquel hombre de un metro ochenta y tres de estatura y complexión atlética. Se encuentra sumamente sorprendida por la fuerza que ha tenido aquel hombre para caminar a pesar de su debilidad, abre la puerta y lo guía hacia su habitación, en cuanto llegan lo hace entrar. Una vez en el interior, Levana lo ayuda a recostarse sobre su cama, el hombre continúa perdiendo sangre y el dolor es intenso por lo que se encuentra a punto de perder la conciencia, sus ojos pesan y a pesar de su resistencia a cerrarlos, su cuerpo comienza a desobedecerlo.

–No se preocupe, estará bien, puede confiar en mí–indica la joven intentando mantener la calma a pesar de la consternación que la ha invadido.

Rápidamente abandona la habitación, se encamina en busca de sus instrumentos y el botiquín son la única ayuda con la que cuenta para salir de ese lío en el que se involucró, «Si este hombre muere me ira muy mal, tranquila, Levana, no lo dejarás morir, pase lo que pase, ese individuo vivirá.» Se dice volviendo a su habitación completamente preparada para salvar a ese desconocido. Todos sus instrumentos se encuentran esterilizados y preparados para ser usados, tiene agua hervida, toallas, algodón, gasas y todo lo que puede necesitar esperando que sea suficiente para salvar a aquel hombre.

Resistiendo el dolor que lo consume se encuentra Casey, los años han transcurrido es un hombre de treinta años, de carácter fuerte y espíritu incansable, con una herida de bala en su hombro izquierdo lucha por mantener la conciencia, «Todavía no ha nacido quien pueda acabar conmigo, saldré de esto como lo he hecho en muchas otras ocasiones.» piensa lleno de convicción. Con la poca conciencia que aún conserva y la visión limitada, es capaz de percatarse como aquella persona que lo ha auxiliado ingresa en la habitación, deposita cosas sobre una mesita y se encarga de quitar la ropa de su torso hasta dejarlo desnudo.

Ayudando a la mujer tanto como le es posible para que ella pueda quitarle el saco, el jersey y la camisa, Casey coloca su confianza en esa desconocida que al parecer sabe lo que hace al ser tan precisa en sus movimientos y con la completa concentración en el trabajo que realiza. Una vez que ha quedado el torso expuesto, Levana se coloca los guantes quirúrgicos y comienza a limpiar la zona del hombro para poder ver la herida de la que continua emanando la sangre y saber la manera en la que debe actuar.

–Muerda esto–le indica colocándole una toalla en la boca para que pueda resistir el dolor ya que no cuenta con anestesia para la operación que realizará.

Casey siente un objeto punzocortante rasgar su piel, sus dientes aprietan aquella toalla que la joven le ha prestado, se percata de la manera introduce sus dedos y los mueve en su hombro en busca del objeto que ha perforado la zona. Afortunadamente para él la bala no ha tocado su corazón que era el objetivo del tirador y en su lugar se ha incrustado en su hombro sin causarle mayor complicación que la hemorragia, Casey pierde el conocimiento después de algún tiempo, esa escapatoria que encuentra el cuerpo humano ante el dolor.




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