Más que un sentimiento

Prólogo

La humanidad está extinta, la naturaleza ha reclamado su zona y las ciudades están repletas de árboles y flora; nada de zombies, alteraciones genéticas ni hechos paranormales que condenaron la consumación del mundo entero, no hay trucos, todos se esfumaron, o al menos eso se dice...

La Tierra no es igual y se continúan buscando personas para resolver esta peculiar incógnita, siendo la ausencia de cadáveres o restos descompuestos los que sustentan todavía más el misterio.

«Toda persona tiene su punto de vista, sin embargo, el paso del tiempo va dejando cada vez menos opiniones. Son preferibles los aliados por encima de cualquier otra cosa, ¿qué decisión tomarás tú?, ¿prefieres repoblar el mundo o dejarlo en manos de la naturaleza? Los habitantes del planeta serán los que sentencien su destino según las decisiones que elijan».

Algún lugar del oriente próximo

Fecha desconocida...

Dos semanas desde la extinción humana: «Las pocas ciudades halladas en desiertos están desoladas, pueblos fantasmas abundan toda la zona oriental del planeta, no se verán muchos cambios dadas las diferencias al entorno urbano».

Han pasado más de cinco horas y sigo caminando sin detenerme, no percato más que el radiante sol del oriente medio internándose en mi piel. Me siento un momento para relajarme, estoy exhausto. Mi trayecto seguramente ya fueron varios kilómetros y mis piernas tienen acumulada una insoportable fatiga. No había decidido descansar porque siempre puede haber criaturas al acecho. En estos desiertos no suelo ver muchos animales que presenten un peligro directo, pero preferiría tomar precauciones. Mi objetivo de encontrar una ciudad se haya más y más obsoleto a medida que toda la arena cubre el paisaje que me acorrala. Bebo un poco de agua. Mi mochila se está quedando sin provisiones, eso me preocupa constantemente. Afortunadamente he sabido administrar perfectamente el agua. Dadas las aproximaciones de la temperatura, podrían ser 37°, los que me sirven para aguantar hasta 5 días sin tomar agua. Río mientras me levanto para seguir con mi camino.

Tengo un mapa de la región en la que me encuentro, el tiempo que llevo perdido me ha imposibilitado ver a cualquier otra persona.

—Estoy en Damasco... —suelto mientras comparo las cualidades del ambiente con la otra gran ciudad que enmarca el mapa, Beirut.

El poco conocimiento que tengo en geografía me permite hacerme una idea de qué lugar es más apto para sobrevivir en caso de no encontrar a nadie. Para llegar debería cruzar una frontera que atraviesa un conflicto bélico, sin contar que el trayecto me tomaría un período imposible de adivinar. Todo indica que serían unas 70 horas, sin tomar en cuenta mis reposos o imprevistos. Decido tomar un respiro. Me siento y capacito.

Aquí hace mucho calor. No miento, si la temperatura se llegara a elevar hasta los 40° grados centígrados —como se mantiene de manera habitual— posiblemente moriré rápido; sin embargo, en Beirut tengo un ambiente menos caliente y más equilibrado, entre 24° y 30°.

Además que hay más días de precipitaciones, contrario a la casi imposible lluvia que hay aquí. Me levanto y pongo rumbo a mi destino. Escucho un ruido. Me pongo en alerta. Suena el inconfundible cascabel de una serpiente, parece haberse percatado de mi presencia. Prefiero evitarla y seguir. Bebo otro poco de agua. Sigo adelante cumpliendo las indicaciones del atlas.

Al Quasyr, Siria (cerca de Líbano)

48 horas después...

Me encuentro cerca, ya puedo apreciar a lo lejos la separación que poseen ambos países. Estoy sorprendido de no haber encontrado a nadie en todo el camino, supongo que he tomado la decisión correcta al mudarme de posición. Logré incorporarme a las edificaciones hace escasas horas. Consumí la poca agua que me quedaba, la caminata acabó con mi energía, cosa que no esperaba. Opto por buscar agua en todo el sitio, parece abandonado. No me preocupa mucho, la soledad me ha acompañado por bastante tiempo, además de que abundan pueblos "fantasmas" en estos terrenos. Aparentemente es una ciudad. Distingo sus dos caras, una parte está muy bien mantenida, mientras que la otra está devastada, seguramente por la guerra; pedazos de chatarra que antes eran coches, infraestructuras destrozadas, trozos de granito arrancados y distribuidos por las calles.

Se lograba ver la punta de múltiples palmeras en el otro lado de la ciudad, muy posiblemente podía encontrar una fuente de la cual tomar agua. Proseguí, deambulando por todo el sector, siempre alerta de por si habían personas por algún lado. A medida que me acercaba, notaba la clara diferencia entre ambos anexos de la localidad. No sacaba de mi cabeza lo poco que me faltaba para llegar a la frontera, en las afueras leí un letrero que indicaba la distancia de el lugar donde me encontraba, Al Qusayr, de el Líbano, país donde se hallaba Beirut, unos 15 km, quizá. Algunas casas tenían ropa colgada, posiblemente secándose desde hace varias semanas, por la rigidez que presentaban, pero no se resistían al fuerte viento. Exploré las viviendas con cuidado. Subí unas escaleras que me llevaron hasta una entrada. Toco la puerta.

—¿Hay alguien? —digo un poco fuerte. No recibo respuesta.

La perilla estaba muy mal ajustada y no estaba soldada del todo a la puerta. La muevo un poco. Se abre. Consigo entrar a la casa y revisar con precaución. Las ventanas tenían mucho polvo, habían escombros por todo el piso, la cerámica que lo cubría se hallaba muy degradada. Observé una mesa de madera oscura, estaba en buenas condiciones, comparada con los demás objetos que tenía la casa. Esta contenía varias fotos sobre su superficie. Les quité el polvo y me permitió ver el pueblo en un contexto completamente diferente; las calles que hoy están destruidas, antes se encontraban en perfecto estado. Habían dos niños con un hombre que aparentaba ser su padre, todos sonriendo. Me saca una ligera expresión de alegría ver la prosperidad que tenía el lugar. Casi momentáneamente siento escalofríos al pensar que muy posiblemente la mayoría hubiese tenido que escapar y dejar todo para no morir. Busco comida, no veo más que muy contados enlatados. Hago espacio en mi mochila sacando los residuos que esta contenía. Coloco algunas latas y empiezo a abrir las gavetas que poseían utensilios de cocina en su interior. Llevo unos cuantos cubiertos por si acaso.




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