Melodía de la muerte

El dolor

El viaje en familia se volvía en lo mejor del mundo, cuando te concentrabas en la diversión y no solo en refunfuñar por todo. El paseo a caballo, las grandes caminatas y las innumerables fotos, podían convertirse en historias que podrias contar cuando tengas hijos.

El regreso podía ser lo más doloroso, podia sentir dolor en mis caderas por permanecer tanto tiempo sentada en la misma posición. El auto de mi padre podía ser bonito, pero no estaba hecho para permanecer sentada durante horas. Ningún vehículo lo estaba. 

Suspirando, deje que la música fluyera a través de mis nuevos auriculares. Canciones en inglés, español, coreano, japonés y talves alguna que otra en chino lograban distraerme. Podía aceptar cualquier género, siempre y cuando me cautivará en los primeros 20 segundos.

Sin darme cuanta de la distancia, nos habíamos estacionado frente a nuestra casa y todos bajaban.

Habíamos llegado.

Cogiendo todas las maletas que mi hermana usaba de almohada a mitad de viaje, baje del auto.

Un pitido en mis oido me hizo erguirme en la vereda. El pitido silencio la música y un mareo seguido de nauseas me paralizó. Mis ojos se nublaron, y mi corazón dejo de latir.

Con miedo a caerme, me mantuve quieta hasta que el pitido cesó, no tardó demasiado, pero tampoco pude sentirme tranquila. Al enfocar mi vista en la puerta de mi casa, pude reconocer a mi abuela, primos y algunos tios.

¿Cuando habían llegado? Nosotros no sabíamos nada.

Sonreí, dejando lo que había pasado a segundo plano y me acerqué a saludar a todos.

Pero, no podía escucharlos claramente. Con un movimiento me quite uno de los auriculares y seguí dando abrazos y besos. Aún no lograba oírlos, las voces eran como susurros lejanos.

Levante mi mano. Ambos auriculares descansando en mis oídos. ¿No me había quitado ya uno?

Sacudiendo mi cabeza, me quite ambos auriculares y decidí seguir saludando.  Pero no oía nada. Podía ver los labios moviéndose y las sonrisas, pero no llegaba a escuchar ningún sonido. Mis manos se elevaron nuevamente, buscando palpar mis oídos en busca de alivio, un alivio que no sabía cómo conseguir.

Pero mis oídos mantenian los audífonos sujetos. Restándole importancia, pero un poco perturbada. Me quite los audífonos nuevamente, apague la música y desconecte los auricularesen, mientras guardaba el celular en mi cintura. Inclinándome, bese el aire alrededor de la mejilla de alguien que no recordaba haber visto nunca.

La música empezó suave. Creciendo lentamente en mis oídos. ¿Que estaba pasando? Con temor me decidí a tocar mis oídos, buscando nuevamente los audífonos. Pero ya no había nada. Mis oídos se encontraban libres. Mi cabeza se giró, enfocando los audífonos que descansaban en la mesa donde los había dejado.

Mareada, aturdida y completamente desconcertada, me apoye en una pared. No podía seguir saludando a la gente...no cuando no podía oírlos. Si no escuchaba no podría contestar las preguntas.

Tomando una profunda respiración, trate de que los latidos en mi corazón se calmaran. "No podía escuchar a nadie, ni a nada. Aquello no era tan malo, probablemente todo pasaria pronto" respirando agitadamente, detuve todo movimiento y observé mis dedos manchados de sangre.

Sangre fresca.

No me había percatado de que mis dedos no habían parado de presionar mi oreja, o de buscar en ella, raspando la delicada piel, buscando algo que quitar, algo que alejara aquella música.

Sangre había salido, manchando mis uñas y dedos, pero la música seguía resonando en mis oídos. No parecía querer detenerse.

Observando alrededor decidí que no podía quedarme apoyada en aquella pared con la oreja sangrando. Cubriéndo la sangrante herida, continúe con los saludos. Sin contestar en realidad. Diciendo monosílabos o mostrando radiantes sonrisas.

Cuando sonrei a la última persona, la música había aumentado en intensidad. Estaba instalada en mi cabeza, resonando en mis oídos.

-Melanie, que falta de respeto. ¿Como saludar recién a los invitados?

-Si, lo se....lo siento mamá

Con mucha concentración había logrado escuchar aquello, pero su voz no era clara, tampoco era fija. La voz de mi madre se escuchaba lejana, muy lejana. Era un susurro aterrador. Sin poder escuchar nada más, me aleje. Marcando el camino a mi habitación, deje que mi respiración y mis pensamientos sobre la situación siguieran. En la privacidad y el silenció de mi habitación, aquella Canción se escuchaba mucho más clara y fuerte.

No paraba.

Era un tormento de una canción tras otra. No escuchaba mi propia voz. No escuchaba los ladridos de mi pequeña mascota frente a mi.

Observando la sangre en mis dedos, mi vista se empezó a nublar alrededor ¿Estaba llorando? No era posible, ninguna lágrima caía.

La canción termino, por un breve y relajante instante creí que todo había terminado. Pero una suave melodía empezó, dando inicio a una nueva canción. La voz de algún cantante japonés se instaló en mi cerebro, cantando...tocando su guitarra...burlándose de mi angustia.



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En el texto hay: muerte, dolor

Editado: 24.06.2018

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