Nunca había visto la ciudad tan hermosa como ahora, desde lo alto de este edificio. El cantar de esa puesta de sol a lo lejos, las nubes que se aproximan lentamente para descargar su peso. El viento golpea con fuerza, y las primeras gotas descienden sobre mis mejillas; unas de lluvia, otras de felicidad.
Estaba por sacar mi paraguas cuando mi madre entró y me dijo que deje lo que estaba haciendo, porque ya era hora de donar mi corazón. Así es, hoy también es mi último día de vida.
No tiene que sonar triste. Ayer pude conocer a mi cantante favorita, y la abracé y pude tomarme fotos. También me cantaron "Feliz cumpleaños a ti", así que no puedo estar triste. Todo esto ha sido tan maravilloso.
Pero debo irme. Tengo que salvar a una persona de morir y dejar este último recuerdo plasmado en letras para que sea leído por muchas personas, y que sepan que fui feliz, porque así quiero que me recuerden.
Ayer soñaba que le decía "Te amo" a esa chica. Nunca me dejaron de gustar sus ojos, nunca. Si tan sólo me hubiese despedido de ella. Pero le envié una carta, nada especial. La rocié con ese perfume con el que la recordaba, y por el otro lado, el mío, para que sepa que éramos uno.
—Querido, te está esperando el taxi.
—Ya voy, mamá.
Editado: 18.10.2019