Memorias de Cristal

Capítulo 1

¿Qué hago aquí? Estoy aquí huyendo. ¿De qué estoy escapando? De la guerra entre dos reinos que no son los míos, de la sentencia de muerte que se me ha impuesto por haber nacido diferente, por tener poderes especiales que el resto de personas no. No es mí culpa, no lo decidí, pero esa es mi realidad. Ahora, sentado en la parte trasera de un extraño autobús blanco, fingía ser uno de ellos, pertenecer al reino más cercano a mi pueblo, para poder ir a un lugar seguro y sobrevivir. No quería estar ahí, tenía miedo y extrañaba mi hogar a pesar de haberme marchado tan solo un par de horas antes. El abuelo Abe y mamá se habían quedado en casa, no sabía cuando volvería ni cuando los vería de nuevo. No quería que la nostalgia me volviera a invadir, sería patético llorar frente al montón de chicos que se encontraban a mí alrededor. Además, llamaría demasiado la atención y debía, no, más bien necesitaba pasar desapercibido.

Con eso en mente, saqué de mi mochila mi cuaderno de dibujos y me dispuse a abrirlo para trazar figuras sin sentido en él, esa era la mejor idea que se me ocurría para despejar mis pensamientos. Sin embargo, eso fue algo que nunca llegué a hacer; al abrir el cuaderno, antes de la primera página, se encontraba una hoja de papel doblada. En ella, reconocí la descuidada caligrafía del abuelo Abe. Al principio, pensé que se trataba de un mensaje de despedida o algo parecido, pero lo que leí en ella me dejó muy confuso y con sed de información.

Elliot,

Esta mañana tuve una nueva visión, las cosas se pondrán duras pero no debes tener miedo. Siempre y cuando apoyes a la chica rubia con un increíble poder del hielo todo estará bien. Jamás olvides ser fiel a tus instintos.

Tu abuelo.

El abuelo Abe tenía el poder de la premonición, veía pequeñas fracciones del futuro en sus visiones,aunque no siempre resultaban ser tan precisas. Sin embargo, a causa de ello él había pasado su vejez oculto, pues se trata de un poder ambicionado por los miembros del ejército imperial, y si lograban apresarlo lo utilizarían como arma hasta causarle la muerte.

Su carta me había dejado perplejo. En mi pueblo, encontrar a la chica hubiese sido fácil, ya que todos poseen los rasgos característicos de la población de Ámbar: cabello oscuro, estatura baja y, como el nombre del mismo reino, unos increíbles ojos color ámbar. Además, los niños nacen con poderes complejos y extraños, a diferencia de la población de Jade que solo tienen control sobre el hielo, la tierra, el viento, el agua y el fuego. Por esa razón, encontrar a una chica rubia con dominio del hielo hubiese sido sencillo. Sin embargo, dichos rasgos describen a un gran porcentaje de la población de Jade, que es hacia dónde me dirijo, por lo que encontrarla sería como buscar una aguja en un pajar. Hasta yo, que soy producto de un matrimonio entre personas de ambos reinos, poseo tal aspecto.

La situación era desesperante. Abuelo ¿por qué no fuiste más explícito en la carta? Ahora me has metido en un laberinto del que no vislumbro salida. Que rayos voy a hacer.

La frustración me empezaba a inundar cuando, de repente, el autobús se detuvo de manera violenta causando que estrellara mi frente contra el asiento delantero. Asome mi rostro por la ventana para ver lo que ha sucedido y observé a dos chicas de complexión delgada correr en nuestra dirección y subir rápidamente al autobús. Ambas caminaban mirando hacia los demás pasajeros en búsqueda de asientos libres; de pronto, la primera me miró fijamente desde la distancia, cosa que me incomodó, mientras la segunda se acercó a mí con una amplia sonrisa.

-¿Están libres?, preguntó señalando los espacios junto a mí. Asiento a modo de respuesta y ambas se sentaron a mi lado.

El resto del camino no tuve tiempo suficiente para pensar en la carta debido a que la chica a mi lado se dedicó a hablar sin parar. ¿Hacia dónde te diriges?¿Qué edad tienes?¿Alguna vez has visitado la provincia Malaquita? ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? ¿Prefieres el bosque o la playa?¿Le temes a algún insecto? Me bombardeaba con preguntas sin importancia, que en ocasiones no sabía cómo responder, sin quitar en ningún momento de su rostro esa expresión sonriente. Al parecer, nos dirigíamos hacia el mismo destino por lo que "disfruté" de su compañía el resto del viaje. Mientras tanto, la otra chica no pronunció ni una sola palabra. Ambas se parecían mucho, a excepción de que una era rubia y otra castaña; sin embargo, por lo que la rubia sonriente me comentó, no son familia.

El viaje terminó y los tres bajamos del autobús. Frente a nosotros se encontraba un largo sendero con múltiples árboles a los costados.

-Vamos, conozco el camino, dijo la rubia. La otra chica y yo la seguimos mientras avanzaba hacia el oscuro pasaje. Durante el recorrido el silencio reinó y nadie habló en ningún momento. Estábamos concentrados en seguir los pasos de nuestra guía.

-Ya hemos llegado, dijo la chica luego de lo que parecieron horas y señaló una enorme casa de madera que tenía sobre la puerta un cartel en el que se leía "Escuela Daisy Hill" en letras muy grandes. Aquel sería mi nuevo hogar, viviría en ese internado con personas que no conozco, fingiendo ser alguien que no soy, negando mis raíces. Era la única manera de evitar sospechas, de sobrevivir. Pero eso no lo volvía menos duro de soportar.



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En el texto hay: romance aventura accion, aventuras magia

Editado: 22.02.2019

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