Capitulo 2- Como un niño.
Ulises se estaba atando los cordones de las zapatillas, ya lo tenía todo preparado en bolsas de plástico, y estaba deseando dejar el hospital. Y es que, tras cuatro largos días, había llegado el momento que tanto anhelaba. Ahora solo le quedaba aguardar que concluyera la jornada de la doctora Alonso.
Estaba algo nervioso, todo suponía un gran cambio para él, pero no era temor lo que sentía, era ansia ante las expectativas.
El día anterior había bajado a la calle con Jacinto. Y si bien es cierto que al principio le abrumaron tantos sonidos, personas y escenarios diferentes, acabó por vislumbrar algo hermoso entre la muchedumbre, la viveza de una ciudad que palpita y resuena con hegemonía.
Sus circunstancias ya no le resultaban tan estresantes, en cierta forma se había acostumbrado, y, a pesar de que seguía sin recordar nada, miraba con optimismo hacía el futuro.
La puerta de la habitación se entreabrió y por ella se asomó Laura.
-Ya he terminado, y tengo tus papeles, por mí nos podemos ir ya.
-Estupendo. —Comentó cargando sus bolsas.
Al llegar a la puerta Ulises se detuvo y volteó su cabeza para mirar por última vez su habitación. Podía resultar paradójico, pero se despedía de lo que había sido su primer 'hogar' hasta la fecha.
- ¿Vamos?
-Sí, vamos.
-Espero que te guste mi casa, te aviso de que es muy normal.
-Seguro que es perfecta. —Afirmó con una honesta sonrisa, antes de cerrar definitivamente la puerta de la habitación 207.
-Bueno, pues vamos allá.
-Espera. —Se frenó antes de llegar al final del pasillo. — Tengo que despedirme de Jacinto.
-Claro Uli. Yo te espero aquí, y así puedes despedirte tranquilamente.
-Gracias.
Ulises no perdió tiempo, y recorrió el corredor hasta arribar a la cancela de la habitación 224. Con suavidad golpeó dos veces la puerta.
- ¡Adelante! —Exclamó Jacinto desde el interior.
-Hola Jacinto, ¿qué tal la mañana? —Manifestó mientras pasaba al cuarto.
-Ey chico, todo bien. Tú ya para casa, ¿no?
-Sí. Ya me toca.
-Recuerda lo que te dije ayer, ahí fuera, tienes que probarlo todo tres veces.
-Si. —Se pausó para rememorar las palabras correctas. — Una vez para probar, otra vez para aprender, y otra para decidir si me gusta.
- ¡Exacto! —Comentó con orgullo. — Bueno, espero que pronto vengas a verme.
-Seguramente mañana mismo venga a verte.
-Cuando quieras, ya lo sabes. Gracias por todo. —Declaró con afecto.
-Igualmente, ha sido un placer. Pero recuerda, no me voy, es solo que a partir de mañana te vendré a ver como visitante y no como paciente.
- ¡Anda tira!
-Hasta luego.
-Hasta mañana Ulises.
Ulises volvió a salir y cerrar la puerta, para regresar con celeridad junto a Laura.
- ¿Listo? —Mencionó Laura intercalando con el botón del ascensor.
-Listo.
-Perfecto.
Las puertas del ascensor se abrieron y accedieron al interior. Eran cuatro las plantas que separaban del inmenso vestíbulo del hospital.
- ¿Quieres qué te ayude con las bolsas? —Laura se ofreció.
-No gracias, si no pesan.
- ¿Te apetece qué pasemos por la panadería de enfrente? Podíamos comprar algo para merendar.
-Bien.
-Pues vamos. —Enunció encaminándose hasta el paso de cebra.
Ambos cruzaron la calle, el uno al lado del otro. Ulises no podía creerlo, estaba en la calle y no debía regresar al interior del centro.
-Que bien, no hay gente. —Mencionó tras divisar el interior de la tienda desde el escaparate. — ¿Qué te apetece?
-Sorpréndeme. Eso si, que tenga chocolate.
-Jajajaja. —Laura no pudo evitar una carcajada. — Esta bien.
-Te espero.
Laura entró en el establecimiento, dejando a Ulises esperando en la entrada. Él estaba pendiente de todos los transeúntes que concurrían la calle. Tantas personas diferentes, con rasgos propios, que las convierten en únicas y singulares. Y es que, algo dentro de él se apaciguaba con el discurrir de las personas a su alrededor.
- ¿Vamos? —Afirmó Laura al contemplar el ensimismamiento de Ulises.
-Claro.
-Sígueme, y si puedes, intenta memorizar el camino. Para cuando quieras visitar a Jacinto.
-Sí, buena idea.
Emprendieron el camino, y mientras, Ulises se fijaba en todos los detalles con máxima atención. Laura no podía evitar mirarle, le divertía ver sus expresiones.
-Oye, ¿hay mucha gente en el mundo?
-Muchísima. ¿Por qué lo preguntas? —La cuestión suscitó el interés en Laura.
- ¿Cuántas son muchas?
-Eh, pues no sé... Unos siete mil millones de personas aproximadamente, creo.
-Tiene que ser un caos tanta gente.
-Bueno, piensa que están repartidos. Pero sí, a veces puede llegar a serlo. Y todavía más para los que vivimos en la capital.
Ulises seguía con semblante pensativo, reflexionando sobre la cantidad de personas que había en el mundo.
-Mira, es ahí. —Manifestó Laura señalando con el dedo índice un viejo edificio en el centro de la calle.
La estructura contaba con tres plantas, y con dos viviendas por rellano. El exterior de la construcción estaba algo deteriorado, la pintura naranja que cubría la fachada estaba agrietada y ya poco tenía que ver con el color original.
Cuando alcanzaron el portal, Laura sacó del bolsillo trasero de su pantalón un llavero con diferentes llaves. Con la facilidad que produce la práctica, no tardó en abrir la puerta de hierro que le separaba de interior.
-Intenta recordar, patio 11, puerta cuatro.
Ulises asintió.
Ambos accedieron al edificio, en la entrada había una rampa a la derecha y tres escalones consecutivos a la izquierda. Tras los peldaños había un antiguo ascensor pintado en color rojo, y al otro lado las escaleras.
Laura pulso él botón para llamar al ascensor. Cuando se dispuso a abrir, alguien empujo la puerta desde el interior. Se trataba de una mujer de avanzada edad, uno de los convecinos de Laura.
-Buenos tardes Laura. ¡Oh! —Comentó al ver a Ulises. — ¿Y este apuesto caballero? ¿Es tú novio?
- ¡Doña Encarna! —Reprochó su exceso de confianza.
-Hija, a mi edad, prefiero preguntar, que quedarme con la curiosidad. —Bromeó desenfadada.
-Es un amigo, va a vivir conmigo.
-Entiendo. —La mujer sonrió a Ulises con picaresca. — Pues que os vaya muy bien. Ya nos veremos por aquí.
-Claro, que tenga buena tarde.
-Igualmente. —Comentó la mujer antes de marcharse.
Ulises y Laura accedieron, y ella interactúo con el botón que marcaba el número 2.
-Disculpa a doña Encarna, desde que faltó su marido esta desenfrenada.
-Tranquila. Jacinto tiene una actitud muy similar. Deben ser cosas de la edad. —Afirmó jocoso.
Salieron del ascensor, quedando frente a la puerta con un 'cuatro' sobre sí.
-Puede ser que tenga relación, y quizá llegados a una edad nos desinhibimos. —Mencionó mientras introducía la llave en la hendidura.
Abrió con cautela, para que sus mascotas no intentasen salir.
-Perdona, pasa.
Ambos accedieron al recibidor, donde los gatos esperaban a Laura. Nada más entrar ambos fueron a frotar sus cabezas contra las piernas de ella.
-Estos dos son los causantes de que siempre este todo lleno de pelos. —Afirmó con humor mientras los acariciaba.
-Son muy bonitos.
-Gracias. Este blanquito de aquí es 'Jon'. Y esta 'mini tigresa' es 'Aria'.
-Curiosos nombres.
-Son por una saga de libros. Si quieres tengo ahí la serie de televisión, podrías verla.
-Genial.
-Bueno, vamos, voy a enseñarte la casa.
Laura prendió la luz del pasillo y le hizo un gesto a Ulises para que la siguiese.
-Esta es la cocina. —Recalcó tras abrir la puerta. — Puedes utilizar cualquier cosa, y comer absolutamente lo que quieras. Eres mi invitado y no quiero que te reprimas.
-Está muy bien. —Afirmó mientras la divisaba.
La estancia tenía forma rectangular, con una anchura limitada, pero con una extensión prolongada. Contaba con una encimera de mármol, y una vitrocerámica con horno eléctrico. La seguían una lavadora y un lavavajillas, y en frente la nevera. En la parte superior, tenía una salida de humos y varios estantes con todo tipo de utensilios colocados.
-Sigamos la visita.
El pasillo constaba de cuatro puertas más. Laura se detuvo en la siguiente
-Aquí el baño. —Enchufó la luz. — La bañera es muy amplia, y por lo demás, lo general; bidé, retrete, y pila con espejo. En ese armario de ahí tienes todo lo que puedas necesitar: gel de ducha, bastoncillos, peines, dentífrico, papel, etc. En ese cubo puedes poner la ropa sucia y la iré limpiando.
-Entendido.
-Ups. Perdona si estoy sonando muy autoritaria, solo quiero que te sea fácil. —Justificó su aptitud. — Si quieres que baje el ritmo, solo dilo.
-No te preocupes, así esta perfecto. —Le sonrió con ternura.
-Estupendo.
Laura apagó la luz del baño, se giró y anduvo dos pasos hasta la siguiente puerta.
-Aquí, el comedor.
El salón contaba con ventanales a la calle, lo que aportaba una gran luminosidad a la habitación.
En el interior, un amplio sofá cheslón negro, en frente, una pantalla de televisión de 55' pulgadas. Entre el sillón y la tele, una pequeña mesa de superficie de cristal y patas de madera, que servía para depositar objetos pequeños.
Al otro lado, dos estanterías pegadas a la pared, conectadas con forma de ángulo recto, y al lado, una mesa grande, amparada por cuatro sillas.
-Es muy elegante.
-Gracias Uli.
Después de un vistazo rápido prosiguieron.
-Estas puertas paralelas son los cuartos, el mío es el de la derecha y el tuyo el de la izquierda.
-Bien.
-Igual los gatos se cuelan. —Abrió la puerta del cuarto de la izquierda. — Antes estaban aquí sus camitas, pero las he trasladado a mi cuarto.
El cuarto contaba con lo básico, un mueble compuesto por siete cajones verticales, una cama de 120 centímetros de ancho, y una mesita de noche que estaba junto a un interruptor y un enchufe. Con una ventana que conectaba con el patio interior y unas cortinas de color rosa con una tonalidad clara.
-No es gran cosa, pero de momento.
-No digas tonterías, es perfecto.
-Ais, gracias. Bueno, te dejo un momento para que guardes tus cosas y te organices, te espero en el comedor.
-Vale. Y gracias por todo, en serio. —Se mostró sinceramente agradecido.
-No es nada. —Le sonrió con dulzura.
Laura abandonó la habitación, dejando dentro a Ulises. Él apoyó las bolsas en la cama, y se sentó junto a ellas. Las paredes amarillas le gustaban, no eran como las del hospital, estás le resultaban más cálidas y acogedoras.
Ulises tomó un breve instante para relajarse, se sentía una persona verdaderamente afortunada. Todo parecía haberse resuelto, y por fin tenia algo similar a un hogar. Esos minutos aprovechó para observar el cuarto y sus detalles, y lo cierto es que pese a sus limitaciones, le resultaba perfecto. Esta era la primera vez, que sentía dicha, al pensar en el futuro, desde que se había levantado en aquella cama de hospital.
No demoró mucho más y se levantó, quería regresar junto a Laura. Salió de la habitación y recorrió el pasillo hasta el comedor.
-Uli, ¿quieres qué merendemos? —Le preguntó nada más verlo llegar.
-Si, me apetece.
-Ponte cómodo, voy a por el dulce.
-Claro.
Laura salió dirección a la cocina, Ulises por su parte se acomodó en el sofá. Laura no tardó en regresar con la bolsa de la panadería en sus manos.
-Toma, espero que te guste. —Le acercó un envase con cuatro donuts, dos blancos y dos de chocolate.
-Vaya forma. —Comentó nada más verlos.—¿Por qué el centro es hueco?
-Pues... —Quedo pensativa. — Lo cierto es que no tengo ni idea. —Comento emanando una risita. — Nunca lo había pensado.
-A ver. —Afirmó dando un bocado a uno de chocolate. — ¡Está buenísimo!
-Me alegra oírlo. —Manifestó sacando una napolitana de jamón york y queso que había comprado para ella. — Creo que lo tuyo definitivamente es el dulce.
-Es que todo lo que lleva chocolate esta bueno. —Afirmó sonriente terminando su rosquilla.
-Bueno, te comento así rápido. Yo de lunes a viernes tengo que ir al hospital de nueve a dos. Tu eres libre de hacer lo que quieras. Te he preparado series, libros, películas y música para que te entretengas. Aunque también puedes salir a pasear. Lo único, es que debes ir con cuidado, no me gustaría que te perdieras o que te pasase algo.
-Por supuesto, haga lo que haga tendré cuidado.
-Y mira. —Expuso levantándose y acercándose a la estantería. — Te he hecho una copia de las llaves de casa. Así ya las tienes, pero guárdalas bien, que son importantes.
-Eso haré. —La miró con orgullo. — ¿Puedo preguntarte algo?
-Claro Uli.
- ¿Por qué eres tan buena conmigo?
-Yo... —No supo que decir. — Bueno, lo cierto es que me nace serlo contigo.
-Pues soy muy afortunado, y todo gracias a ti, Laura. No sabes cuanto te agradezco que cuides de mí.
-Me gusta saber que te sientes así.
Ambos compartieron una mirada fija, pero sumamente reconfortante.
-Bueno, ¿ponemos algo en la tele?
-Claro. — Ulises asintió sin poder apartar la mirada de la cara de Laura.
Cuando Laura comenzó con el zapping, los diferentes programas y la proclive publicidad distrajeron a Ulises.
-Cuantos canales. —Afirmó con cierta fascinación.
-Si, pero es que además de los canales de TDT, tengo varios de pago. Tienen buenos contenidos y menos anuncios.
- ¿Y qué emiten?
-A esta hora, sobretodo, programas de preguntas y respuestas.
-Pon uno. —Afirmó intrigado.
- Claro. —Declaró usando el mando a distancia, pulsando la tecla correspondiente al canal tres.
En la pantalla había dos equipos de cuatro personas, y por turnos tenían que responder a diferentes preguntas, donde aparecían algunas letras de la respuesta, pero no el resultado final. Laura subió el volumen para escuchar bien las preguntas.
«- ¿Capital de Islandia? —Interpeló el presentador a uno de los concursantes.»
- Reikiavik. —Mencionó Laura antes de que el propio concursante contestase.
«-Correcto, ¿Escritor de la novela 'el cuervo'? —Pregunto el presentador a la misma persona»
-Edgar Allan Poe.
De nuevo, Laura volvió a acertar con presteza.
-Eres muy inteligente.
-Bueno, tampoco es para tanto.
-Me gustaría que me fueras enseñando cultura. No me gustaría ser un inculto.
-Bien, pero poco a poco, tenemos tiempo. Tu ya sabes que me puedes preguntar lo que quieras.
-Vale, conforme me surjan dudas, te iré diciendo.
-Perfecto. Bueno, para cenar he pensado que pidamos pizza.
- ¿Pizza? Me resulta familiar, pero no recuerdo como era. ¿Está buena?
-Estoy segura cuando la pruebes va a ser amor a primer bocado.
- ¿Tú crees?
-Totalmente, no conozco a nadie que no le guste la pizza. A mí personalmente me encanta.
-Entonces si quiero probarla.
-En un rato llamaré, hay un local a pocas calles de aquí.
-Perfecto.
-Voy a ponerles la comida a los gatos, tú ya sabes, haz lo que quieras.
-Sí, gracias.
Laura salió del comedor, y mientras, Ulises se permaneció inmóvil. Estuvo toqueteando el mando a distancia para descifrar su funcionamiento. Los símbolos que lo acompañaban le facilitaron comprenderlo. Fue cambiando de canal hasta detenerse en uno que emitía un noticiario, en uno de los canales de noticias veinticuatro horas. Los locutores estaban exponiendo los detalles de la moción de censura llevada a cabo al presidente del país. Después comentaron los pormenores sobre una erupción de un volcán en Guatemala. Ulises no sabía muy bien que pensar. Solo podía imaginar el desgarrador momento que estaban sufriendo aquellas personas. Laura regresó al salón y le vio con la mirada baja.
- ¿Qué pasa Uli? —Comentó posándose en el sofá junto a Ulises.
-Es por ellos. —Respondió mirando la televisión. — Pobres...
-Bueno... No sé que decirte. Las personas tenemos que lidiar con todo tipo de horrores. Naturales, artificiales, errores, maldades. Ninguno se libra.
- ¿A ti también te ha pasado algo malo?
-Si...
- ¿Qué te pasó?
-Pues... Mis padres tuvieron un accidente de tráfico. Le estalló una rueda a un camión que circulaba junto a su coche. El camión viró bruscamente, sacando al coche de mis padres de la carretera. Cuando los servicios médicos llegaron ya era tarde. —Mientras relataba no pudo evitar que sus ojos se enrojecieran.
-Lo siento... —Apoyó su mano sobre la de Laura.
-Bueno. —Se frotó los ojos. — Al menos tengo a mi hermana. Y mis padres pudieron conocer y disfrutar a su nieta, ¿qué más se puede pedir...?
- ¿Cómo se llaman tú hermana y tú sobrina?
-Mi hermana Carla, y la pequeñaja Carmen.
-Son nombres bonitos. ¿Las ves a menudo?
-Normalmente si, viven a veinte minutos de aquí. Estamos muy unidas.
-Eso es genial.
-Igual en unos días las conoces. Quedaré con ellas por mi cumpleaños.
- ¿¡Cuándo es tu cumpleaños!? —Exclamó con sobresalto.
-El ocho de junio.
- ¡Queda muy poco!
-Tampoco hay nada que celebrar, me estoy haciendo vieja.
- ¡No seas tonta! Estás estupenda, y muy joven.
-Gracias Uli. Voy a llamar para pedir las pizzas antes de que me hagas sonrojarme. —Le contestó con comicidad.
Laura se alzó del sillón y fue por su teléfono móvil, que se encontraba apoyado en la mesa de mayor tamaño.
Ulises quedo reflexivo, era el cumpleaños de Laura y quería regalarle algo, y con más motivo, puesto que quería devolverle todo lo que ella le estaba ayudando. Su concentración fue alterada, cuando Aria se poso sobre sus piernas.
No sabía como reaccionar, así que empezó a acariciarle suavemente detrás de las orejas. Ante la muestra de cariño la felina ronroneó sonoramente.
-Si, y cambio de cincuenta. —Manifestó al teléfono móvil, regresando al comedor. — Vaya Uli, a Aria no le gustan las visitas, esto es novedad. —Afirmó tras colgar el celular.
-Pues es muy buena.
-Ya he encargado la cena. Como no sabía cual pedir, he optado por barbacoa y carbonara.
-Suena bien.
-Y sabe mejor. —Menciono Laura a la vez que guiñaba su ojo derecho.
- ¿Quieres qué veamos alguna serie?
- ¿De qué tipo te gustaría ver?
-La que pienses que es la mejor. —Comentó sin dar muchas pistas.
-Mmm... —Laura lo meditó unos segundos. — Pues por trama y argumento, yo diría que 'Juego de tronos'.
-Venga, pues ponla.
-Pero, te aviso, de que al principio son muchos nombres, y te puedes liar.
-Ya, pero si tengo alguna duda te pregunto a ti.
-Perfecto.
Laura agarró el mando a distancia y puso la aplicación correspondiente en su 'Smart tv'. Después de unos segundos de carga, la aplicación se conectó y Laura accedió rápidamente a la serie, reproduciendo el capítulo número uno.
Cuando llevaban poco menos de diez minutos tocaron al timbre.
Laura usó el mando a distancia y pausó la televisión.
- ¡Las pizzas! —Comentó levantándose y agarrando su cartera de la estantería.
Ulises permanecía sentado, esperando con curiosidad, mientras Aria dormía a su vera.
-Uff, que bien huelen. —Comentó Laura olfateando la caja.
Una vez había pagado el pedido y recibido el cambio, regresó a su sitio en el sofá, y apoyo las cajas en la mesita de té.
-Por cierto, Uli, esto es para ti. Son treinta euros, por si quieres comprarte algo o te hacen falta.
-No puedo aceptar. Ya son demasiadas cosas las que haces por mí.
- ¡Va! ¡No seas tonto! —Agarró la mano de Ulises y le hizo coger el dinero. — Piensa que puedes tener una emergencia. Además, es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.
-Vale, lo acepto... Y lo siento, no me gusta ser una carga para ti.
-Va no seas tonto y vamos a cenar antes de que se enfríe. —Comentó a la vez que destapada una de las cajas.
A Ulises le llamo la atención que en una caja cuadrada llegase con algo redondo. Casi tanto, como le sorprendió que las porciones fueran triangulares.
-Haz los honores.
Ulises cogió una porción y la probó. Sus ojos se iluminaron al instante.
- ¡Dios! ¡Es genial! —Afirmó mirando la pizza con júbilo.
- ¡Te lo dije! —Se rió al ver su reacción. — Ale a comer. —Declaró reanudando el programa de la televisión.
Esta vez la conversación desapareció totalmente, Ulises estaba demasiado ocupado comiéndose la pizza, la cual estaba disfrutando como un crío. Laura le observaba discretamente, y no podía parar de sonreír, ya que cada bocado parecía estremecer de placer a Ulises. Laura compartía su entusiasmo, y es que, para ella, lo placentero era ver como Ulises disfrutaba. Para él hasta lo más simple era apasionante, y para ella eso era algo revitalizante.
-Uff, yo ya no puedo más, termina tú. —Estaba muy hinchada, y se tumbó en el sofá, hasta alcanzar la postura más confortable.
- ¿Sí? ¡Genial! —Ulises no contuvo su efusividad al saber que podía comer más.
-Te han gustado, eh.
-Mucho. —Contestó todavía con la boca llena.
Laura no pudo evitar una carcajada. El tiempo se fue prolongando hasta que el capítulo finalizó.
-Guau. Te deja con mucha intriga. —Ulises estaba sorprendido por el inesperado final.
- ¿Vemos el siguiente?
-Por mí sí.
-Perfecto.
- ¿Te parece bien si me tumbo? —Ulises preguntó por educación.
-Claro, tú como en tu casa, acomódate.
-Gracias.
Ulises se retiró las zapatillas y se acostó apoyando la cabeza en un mullido cojín.
- ¿Mañana qué te apetece comer?
-Estoy tan lleno que no puedo pensar en comida. Creo que mejor elige tú lo que quieras, siempre aciertas.
-Agradezco tu confianza.
-Oye, ¿cómo se llama ese personaje?
-Es 'Joffrey' es el hijo del rey.
-Que asco de chaval.
-Jajajajaja. Si, su personaje puede ser odioso.
Los dos se quedaron viendo el capítulo hasta el final. Y no fue hasta que salieron los títulos de crédito, que Laura se percató de que Ulises se había dormido. Lo vio descansar tan plácidamente que le supo mal despertarlo. Apagó la televisión y se levantó. Acto seguido, agarró una fina sabana que permanecía plegada en una esquina del sofá, y le cubrió con ella.
-Buenas noches Uli. —Afirmó antes de apagar la luz y recorrer el pasillo hasta su habitación.
Al abrir lo ojos y despertarse, Ulises divisó a Jon, el cual estaba a su lado, mirándole fijamente.
-Buenos días Jon.
Ulises se semi incorporó en el sofá. Lo último que recordaba era estar viendo la serie con Laura. Al retirarse las legañas de los ojos vislumbró un pósit adherido a la mesa.
«Me he ido a trabajar, espero que hayas dormido bien. Nos vemos para comer. Laura»
Tras leerlo se alzó y salió por el pasillo hasta el baño, orinó, se lavó las manos y fue hasta la cocina.
Del frigorífico extrajo zumo de naranja y se sirvió un vaso. No sabía donde encontrar los enseres que necesitaba, asique fue examinando los armarios y los cajones hasta hallar lo necesario.
Inspeccionó la nevera y vio que había yogures de varios sabores y se decantó por llevarse dos de sabor a piña. Después de su paso por el hospital, procesaba cierta predilección por este tipo de lácteos. Con el desayuno en las manos, regresó hasta el comedor y tomó asiento en el sofá. Después de beberse del zumo, usó el mando a distancia y encendió el televisor. Se dedicó a hacer 'zapping' mientras se comía los yogures. Fue, de cadena en cadena, hasta que se detuvo en un documental que se emitía el canal dos. El documental hablaba sobre las hormigas. Explicaba detenidamente un análisis al género formícidos. Narraban cómo estos insectos lograban dominar los ecosistemas gracias a sus comportamientos sociales avanzados. Se destacaban su gran variedad, más de 14.000 especies. También relataba los fundamentos de sus conductas y como mediante feromonas se comunicaban y dejaban rastros unas a las otras. Y sobre todo hacía hincapié en la extensa variedad dentro de las diversas especies. Y es que había todo tipo de ejemplares, algunas tenían aguijón, otras poseían mandíbulas más agresivas y masificadas, y algunas incluso eran parásitas que subsistían invadiendo otras colonias.
Ulises terminó su desayuno y siguió con el programa hasta el final, le estaba resultando fascinante, realmente, algo le había cautivado en el comportamiento de las hormigas. Le impresionó todo el trabajo que realizaban en sociedad, salvaguardándose unas a otras por el bien del colectivo. Cuando el documental acabó, puso otro canal, dejando un programa de fondo. Esta vez emitían la 'ruleta de la fortuna'. Aunque lo cierto es que no estaba prestando atención. Ulises estaba más atento a Jon y Aria, que no paraban de perseguirse y jugar por el comedor.
Cuando se quiso dar cuenta, ya eran las dos del mediodía. Le resultó raro que Laura no hubiera regresado todavía, pero no quería alarmarse antes de tiempo. Apagó la televisión y fue hasta su cuarto, buscaba su libro, ya que todavía no lo había terminando.
Los gatos le persiguieron para ver que hacía. Se tumbó en la cama y prosiguió la lectura ante la atenta mirada de ambos felinos.
Actualmente, estaba leyendo la parte en la que Ulises arribaba a Ítaca y la diosa Atenea lo disfraza de mendigo para que no fuese descubierto.
Los pretendientes de su esposa se burlan, ya que no reconocen al héroe. Penélope promete casarse con el pretendiente que consiga pasar una flecha por los ojos de doce hachas alineadas. Sin embargo, a pesar de sus denuedos, ninguno de los pretendientes logra siquiera tensar el arco. Al final, y con ayuda de Telémaco, Ulises consigue probar, y sin ninguna dificultad, lo consigue. Una vez realizada la gesta, y tras quitarse los harapos, masacra a todos los pretendientes que quedaban. Termina frente a su mujer, pero ella todavía no lo reconoce. Entonces Ulises la convence, al contándole como confeccionó el lecho conyugal con la madera de un olivo. Entonces ella lo abraza con fervor, mientras él le narra sus asombrosas aventuras.
Aunque todavía le quedaban unas pocas páginas para acabar, al ver la hora en su reloj de muñeca no pudo evitar intranquilizarse. El reloj indicaba las 15:18, y ahora, Ulises si estaba verdaderamente inquieto. Se levantó de la cama y fue hasta el comedor. Ambos gatos le siguieron hasta el salón. Ulises no sabía que hacer, hacia una hora que Laura debía haber terminado de trabajar. Pensó en llamarla, pero, aunque en casa hubiese teléfono fijo, no sabía el número de Laura. Por un momento también se planteó ir al hospital en su busca. Los minutos le parecían eternos, no podía dejar pensar en Laura, le horrorizaba la idea de que a ella le hubiese ocurrido algo.
Eran casi las cuatro de la tarde, y Ulises estaba totalmente trastornado, sentado en el sofá, aguardaba la llegada de Laura. Fue entonces cuando los gatos miraron simultáneamente a la puerta del comedor. Y sin pensarlo dos veces, salieron veloces hacía la entrada. Ulises lo comprendió de inmediato y se levantó del sillón imitando a los felinos. Laura abrió la puerta y accedió rauda al recibidor.
Ulises apareció con celeridad ante ella.
-¿¡Se puede saber dónde estabas!? —Exclamó Ulises con reproche.
-Yo... —Quedó impactada por la reacción de Ulises. — He ido al centro a por la comida y algunas cosas. —Elevó sutilmente las bolsas que cargaba en sus manos.
-Perdona... Lo siento mucho. Estaba preocupado por ti. No sé porqué me pongo así. —Ulises se disculpó al ver la expresión de Laura.
-No pasa nada... Anda, vamos al comedor.
Ulises la acompañó hasta el comedor. Laura colocó las bolsas en la mesa central y tomó asiento en el sofá, Ulises la imitó.
-Tienes que estar más relajado... No puedes ponerte así.
-Perdóname. —Agachó la cabeza.
- ¿Por qué pensabas qué me había pasado algo?
-No sé, me he supuesto en lo peor, soy tonto. Como sales de trabajar a las dos, y no llegabas, y no sabía cual es tu número para llamarte…, no sabía que hacer. —Se expresó con verborrea.
-Bueno, lo cierto es que yo también había pensado en ello, por eso he llegado tarde.
- ¿Qué quieres decir?
Laura se levantó del sofá y fue a por una de las bolsas de la mesa.
- ¡Te he comprado un móvil! Es como el mío, un Smartphone.
-Soy tonto, pero de verdad, muy tonto. Yo preocupado y tú como siempre, pensando en mí... —Ulises se llevó las manos a la cabeza.
-No digas eso, no lo eres.
-Lo siento mucho Laura, yo, no sé que decir.
-No pasa nada, ha sido algo puntual.
-Ya, pero, de todas formas, lo siento mucho.
-Relájate Uli. A partir de ahora, si pasa algo, me escribes un mensaje y listo. Es para ti. —Comentó sacando la caja donde estaba el teléfono.
-Uf... Muchas gracias... —Ulises no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas por sus mejillas.
-Uli no llores. No pasa nada. —Laura se aproximó a él y posó su mano en su hombro.
Las lágrimas de Ulises eran por diversas razones: impotencia, vulnerabilidad, nervios, gratitud.
-Gracias por todo... —Afirmó mientras secaba sus lágrimas con sus mangas.
-De nada.
- ¿Me enseñarás a usarlo? —Preguntó mientras aún moqueaba.
-Claro Uli. Ya esta actualizado, y tienes mi número guardado.
-Genial.
-Y he traído más cosas para ti.
- ¿Más? —Interpelo con desaprobación.— No tienes porque comprarme más cosas.
-Sé que no tengo porque hacerlo, lo hago por qué me apetece. Te he comprado un polo elegante, unos vaqueros y una camisa. Puedes estrenarlo luego cuando vayas a ver a Jacinto.
-No sé que hacer contigo. —Comentó con júbilo.
-De momento, ¿qué tal si comemos?
-Me parece bien. —Afirmó jocoso.
-Vacía las bolsas blancas, yo voy a por platos y cubiertos.
-Claro.
Ulises obedeció y extrajo todo lo que había en interior de las bolsas de plástico. Había varios recipientes, dos refrescos, y algunas viandas, tan solo cubiertas por papel de plata. Laura no tardó en llegar con los cubiertos, los vasos y los platos.
-¿Y qué tal ha ido tu día? —Preguntó Ulises mientras destapaba la comida.
-Muy bien, como siempre.
- ¿Qué es esta lata?
- ¿No lo conoces?
-No, aunque me resulta familiar.
-Es 'coca cola' una bebida refrescante, a mí de vez en cuando me gusta beberme una.
- ¿Y esto? -Ulises exhibió su curiosidad.
-Es salsa agridulce, combina con varios de los platos.
-Ah. —Comentó extrañado de que llegase envasada en una mini bolsa de plástico.
-A ver, repaso rápido. —Enunció atrayendo la atención de Ulises a la comida. —Esto son 'rollitos de primavera', normalmente se suele comer lo primero. Eso de ahí es ternera con verduras. —Cada plato lo señalaba a la vez que lo nombraba. —Esto es pollo al limón, y esto de aquí es arroz 'tres delicias'. Y en el papel albal sin abrir hay 'Wan Tun'.
-La verdad es que todo tiene buena pinta. —Ulises ya estaba salivando.
-Prueba lo que quieras primero.
-Te voy a hacer caso y empezar con el rollito.
-Con el 'rollito' combina muy bien la salsa agridulce.
-Entiendo. Y, ¿por qué es roja?
-Pues no lo sé... Nunca lo había pensado.
Durante el resto de comida, los comentarios no abundaron, Ulises gozaba tanto probando los distintos platos que no podía pensar en otra cosa. Y, Laura, de nuevo, disfrutaba viendo el énfasis en él.
- ¿Te gusta?
- ¡Riquísima! —Respondió sin haber masticado del todo el arroz de su boca.
Sin prisa, pero sin pausa, fueron devorando los platillos hasta comérselo todo.
-Uff... Estoy que no puedo más. —Ulises se tapó la boca para eructar.
-Y yo.
Laura se levantó de su asiento y fue hasta su bolso, del cual sacó un paquete de tabaco de liar.
-¿Qué es eso? —Ulises fisgoneó.
-Es tabaco, voy a hacerme un cigarrillo.
- ¿Fumas?
-Lo dejé hace unos años, ahora solamente fumo algunas veces. Y me gusta hacerlo después de la comida china, es como una manía.
- ¿Puedo probar?
-Mmm... —Laura no era recíproca con la idea. — No sé Uli. No es un buen hábito, por no decir lo malo que es para la salud.
-Uno no me va a matar.
-Supongo que tienes razón... Ahora te lo lío.
Del interior del paquete extrajo dos filtros, papel y un mechero. Con celeridad y maestría lío los dos cigarros.
Antes de prenderlos, Laura cogió el mando de la televisión y puso un programa de humor y actualidad.
-Mira, lo pones entre lo labios y lo enciendes con el mechero. —Realizaba el gesto con simultaneidad a sus frases. — Expiras y suspirar, como si respirases.
Ulises la imitó.
- ¿Así?
-No, solo dejas el humo en la boca, debes aspirarlo, como cuando respiras.
Ulises esta vez si que inspiró el humo del cigarro. Lo aspiró con tanto ahínco que no pudo evitar toser desmesuradamente. Laura lo miraba sin poder evitar una carcajada, mientras Ulises tosía y se ponía rojo.
- ¿Seguro qué quieres fumar...? —Replicó con pillería.
Ulises se recompuso, aunque su cara y sus ojos estaban enrojecidos por la tos.
-De momento no quiero más.
-Ais. —Laura no podía cesar de sonreír.
-Guárdalo para ti. —Le devolvió el cigarrillo.
-Será lo mejor. Bueno Uli, ¿a qué hora piensas ir a ver a Jacinto?
-Pensaba ir en unos veinte minutos. —Contestó tras otear su reloj.
-Bien, yo me quedaré en casa hoy, me daré una ducha y descansaré un rato.
-Muy bien.
-Por cierto, el agente Ramos ha estado en el hospital y me ha preguntado por ti.
- ¿Sí? ¿Qué quería? —Ulises no había vuelto a pensar en el policía desde su salida del hospital.
-Estaba interesado por tu recuperación. Se llevó una sorpresa al saber que ya estabas fuera del hospital. Me preguntó si sabía donde habías ido.
- ¿Y qué le dijiste? —Ulises estaba intrigado.
- ¿Qué le voy a decir? Pues que estabas aquí, conmigo.
-Mmm...
- ¿Y esa mala cara?
-No es por nada... Es que mucho preocuparse por donde estoy o por si recuerdo algo, pero no han hecho nada por mí y menos por ayudarme.
-Me ha comentado que ha subido una foto tuya a un portal de internet, para ver si alguien te reconoce.
Ulises se quedó callado, ahora mismo se sentía estupendamente como estaba, y no estaba seguro de querer recordar el pasado.
-Creo que voy a irme ya.
- ¿Ya? ¿Pasa algo? —Laura percibió su congoja.
-Nada Laura, solo quiero airearme y bajar la comida un poco.
-Está bien. ¿Te acuerdas de cómo llegar al hospital?
-Si, esta muy cerca, no habrá problema.
-Genial, cualquier cosa, ya sabes, tienes mi móvil apuntado. Le das al icono central que hay en la pantalla y me llamas.
-Claro. Y una vez más, gracias. —Ulises se levantó del sofá.
-De nada bobo, luego nos vemos. ¿Llevas las llaves?
-Llaves, cartera y móvil. —Ulises lo confirmó palpando los bolsillos de su pantalón.
-Perfecto. —Alzó el pulgar.
-Hasta ahora.
-Hasta luego Uli.
Ulises salió del salón y transitó el pasillo hasta el recibidor. Se miró brevemente en el espejo que había colgado frente a la puerta, y abandonó la casa.
Por no esperar el ascensor, y ejercitar las piernas, bajó por las escaleras. Tras dejar el edificio se limitó a seguir el trayecto que habían realizado el día anterior. Gracias a la poca distancia que había, le llevó poco más de siete minutos alcanzar la puerta del centro sanitario.
Transitó el enorme vestíbulo directo a los ascensores. Accedió e interactuó con el botón de la cuarta planta. La cuarta planta del hospital era el único entorno, junto a la casa de Laura, que conocía y donde se sentía seguro.
Ulises finalmente se personó ante la puerta de Jacinto, en la habitación '224'. Con dos golpes secos avisó de su llegada.
Al entrar divisó a Jacinto, que estaba mirando por la ventana, sentado en uno de sus taburetes.
- ¡Chico! ¡Has venido!
- ¿Acaso dudabas de mí? —Bromeó Ulises.
-Para nada, siéntate.
-Veo que ya te han quitado el gotero. Enhorabuena.
-Sí, lo peor de mi tratamiento ha terminado.
- ¿¡Y cuándo saldrás de aquí!? — Ulises estaba entusiasmado.
-Yo no saldré de aquí...
- ¿Por qué no? —Exhibió su confusión.
- ¿Para qué salir? Mi hijo es mayor y está muy lejos, además, ya tiene su propia familia. Mi señora ya no está, y mis nietos viven lejos y han hecho sus vidas. Mejor aquí, que estar sólo en casa.
-Yo... —Ulises no supo como reaccionar ante la justificación de Jacinto.
-Venga, dejemos de hablar de cosas aburridas. ¿Qué tal tú con el bombón de la doctora?
La cara de Ulises enrojeció.
-Muy bien, estoy muy a gusto con ella. —No pudo ocultar su vergüenza.
-Me alegro chico.
-De echo... —No sabía como expresarse.— Quería pedirte un favor.
-Tienes mi atención. —Jacinto era presa de la curiosidad.
-Me preguntaba si podías... —Ulises no quería parecer descarado. — Si me podías dejar algo de dinero.
- ¿Y eso? —Se sorprendió por la petición.
-Mañana es el cumpleaños de Laura. Y quería regalarle algo, por lo bien que se ha portado conmigo.
-Es un motivo noble.
- ¿Eso es un sí?
-Es más. Si quieres puedo acompañarte y ayudarte a elegir algo.
- ¿¡En serio!? —Ulises estaba extasiado con la declaración.
-Sí. —Asintió con convicción. — Además chico, no te lo tomes a mal, pero no estoy seguro de fiarme de tu criterio para hacer regalos. —Comentó altanero.
-Pues haces bien, no tengo ni idea de qué comprar.
- ¿Cuándo es el cumple de la doctora?
-Es el día 8.
- ¿¡Mañana!? ¡¿Ya?!
- ¿Mañana es ocho? — Ulises desconocía la fecha del día en el que vivía.
-Eso nos deja poco margen de maniobra.
- ¿Qué debemos hacer?
-Pues, si quieres, quedamos mañana, las diez es una buena hora. Vienes a la puerta, cogemos el autobús y vamos al centro. Seguro que encontramos alguna tienda, y de paso, tomamos algo.
- ¿Seguro qué estás bien para salir? —Exhibió su preocupación.
-Si, tranquilo. Estoy perfectamente.
-Estupendo. Pues mañana a las diez vengo a por ti.
-Se puntual, eh, a las diez en punto en el vestíbulo.
-Por supuesto.
-Y ahora... —Se pausó para crear intriga. — ¿Una partidita? —Preguntó mientras fijaba la mirada en el tablero de parchís.
-Prepárate 'abuelo', te voy a machacar. —Comentó chacotero mientras se sentaba en el taburete libre frente a Jacinto.
-Lo dudo, el diablo sabe más por viejo, que por diablo. Y yo soy un viejo diablo. —Jacinto le devolvió el atrevimiento.