Mi Primer Amor (parte dos)

Prólogo

Han pasado dos años de que volví con mi padre y de mis amigos no supe más nada. Sí, al principio nos mandábamos mensajes, pero con el tiempo nos fuimos alejando. Sobre Zack, él me dejó de insistir hasta llegar a tal punto de bloquearme de sus redes sociales, no supe más nada de ellos, ni ellos de mí.

Mi padre ahora no es tan estricto como antes, bueno en realidad ahora me deja ir a dormir a las casas de mis amigas, sobre todo a la de Emilia, aunque siempre que me quedo salimos a fiestas y luego volvemos a dormir, a todo esto, sin que se entere mi padre. Ella vive a dos casas de la mía, cuando se enteró que me había ido a la ciudad se enojó mucho porque no se lo había dicho, y lo sé porque estos dos años me lo reprochó bastante.

Ya estábamos a mitad del verano. Me encontraba con mi amiga en su casa tomando unas bebidas bien heladas, con los pies estirados en la mesa ratonera y con los traseros en el borde del sofá.

—¿Qué te parece si este fin de semana salimos a una fiesta? —Suspiró Emilia.

—Me encantaría, pero ya sabes que no me dejan salir—bufé.

—Pero hacemos lo de siempre—rodeó sus ojos—te quedas a dormir y a media noche salimos hasta la discoteca. Luego dormimos en casa y estas como si nunca hubiera pasado nada—respondió.

—Lo intentaré—me levanté del sofá y caminé hasta la salida. Pasé por un sendero, hasta llegar a la casa de papá. Subí hasta mi habitación, me desvestí, tomé una toalla para enrollarla en mi cuerpo y me dirigí hasta el baño para darme una relajante ducha. A pesar de la decisión que había tomado, nunca me sentí cómoda en esta casa, no por mi padre, sino porque su mujer nunca me dio indicios para que yo me pudiera sentir confortable estando aquí. Sé que podía volver con mamá y volver a escapar de las cosas en las cuales no estoy conforme, pero sentía que ya era hora de superar mis problemas y tenía que empezar por acá.

—¿Cómo está la comida cariño? — dijo Mariana, la bruja. Luego de ese agradable baño, baje a cenar.

—Mmm, muy rico amor—respondió mi papá tragando un poco de saliva, mientras tomaba un largo sorbo de su bebida. Como se darán cuenta, la bruja no era muy buena cocinando, casi siempre la quemaba o le colocaba demasiados condimentos. Él siempre tenía miedo que reaccione muy mal si le decía la verdad, ya que era muy loca cuando se enojaba que hasta a mí me daba miedo, así que trataba de mentirle.

—Aún que la próxima podríamos pedir delivery, sabes que no me gusta que te esfuerces tanto—agregó mi papá.

—No, si yo lo puedo hacer, no hace falta llamar a nadie mientras yo esté. —respondió Mariana.

—¡Papá! —interrumpí su conversación.

—Si cariño, dime. —sonrió mientras tragaba con fuerzas el trozo negro de comida.

—¿Este fin de semana puedo ir a dormir a casa de Emilia? —pregunté.

—Esta chica está saliendo mucho cariño, deberías ponerle límites. —agregó Mariana luego de morder su pedazo de carne. Por lo visto a ella si le gustaba—además no estas comiendo.

¡Ay, la odio! ¡¿Por qué se tenía que meter?! Por más que esté viviendo con nosotros, creo que el límite tendría que colocármelo mi padre. —Papá, tengo que disfrutar de las vacaciones, por favor. —hable por encima de ella.

—Sí cariño, puedes ir—contestó papá, mientras que la cara de la bruja se transformó muy seria— es joven, tiene razón, debe disfrutar de sus vacaciones. — Dibujé una sonrisa en mi cara al escuchar sus palabras, mientras que la bruja también encorvó sus labios, pero falsamente.

Terminamos de comer, fregué los platos, ya que todos teníamos una función en esta casa, bueno realmente, papá no hacía nada. Solamente era yo, la que se encargaba de fregar y lavar. Terminé de hacer los quehaceres y me fui a mi habitación para avisarle a Emilia que me habían dejado salir.

’’ ¡Te lo dije amiga!¡Sabía que tu papá te iba a dejar!’’. Escribió mi amiga, por mensaje de texto.

💜💜💜

Al llegar el fin de semana, mi habitación era un desorden. Toda la ropa del placar estaba arriba de la cama, me sentía enojada ya que no sabía que llevar de mi amiga para poder ir a la discoteca. Enrollé toda la ropa y la volví a meter en el ropero. Salí de mi cuarto y caminé hasta la casa de Emilia.

—Bien... ¿A ver qué te puedo prestar? —decía ella mientras miraba su ropero abriendo sus puertas de par en par.

—Lo siento, además de que me tengo que quedar en tu casa para poder salir, tengo que pedirte ropa—contesté agachando mi cabeza—si estuviéramos en casa de mamá no sucedería esto—era cierto, ya que mamá me compraba ropa linda y además no tenía problemas con dejarme salir. En cambio, si en la casa de papá me compraba ropa de discoteca se daría cuenta que lo estuve engañando todo este tiempo y salía a escondidas. Nunca voy a entender porque este hombre es así de estricto conmigo.

—No te preocupes, para eso están las amigas—agregó ella, mientras sacaba prendas de su ropero—además cuando estemos en la casa de tu mamá tú me prestarás.

—Trato hecho—respondí luego de largarnos una carcajada al mismo tiempo. Comenzamos a probarnos todas las prendas que había lanzado a la cama.

—¡Por dios! Este me hace muy gorda—dijo ella usando un vestido blanco y bien ajustados al cuerpo.




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