Mi querido enamorado

Una noche solitaria

Llegué a casa después de la escuela, como de costumbre. En casa era solitaria, mis padres ocupados con el trabajo y mis hermanos en sus habitaciones. Me alegró escuchar que estaba bien y de inmediato me fui a mi habitación. Acomodé mi mochila y me lancé a la cama, acurrucada en mis sábanas y pensando en lo solitario que era todo. No tenía amigos, ni mascotas, ni novio. La mayoría de mis compañeras ya tenían parejas, pero nunca había experimentado ese sentimiento de ser "amada y importante para alguien. Cerré los ojos hasta quedarme dormida.
A la mañana siguiente, me desperté sobresaltada por un extraño sueño con un chico que me miraba mientras dormía. Desestimé el asunto y me preparé para el día. Después de una ducha fría, intenté olvidar el sueño, pero no podía.
De pronto, escuché a mi madre gritándome enojada
-Brenda, ¿cómo es posible que hayas olvidado hacer las tareas de la casa?-"

"Me disculpé, pero mi mamá estaba muy molesta y me dijo que estaba cansada de mi. Me ordenó que hiciera mis tareas, así que me fui a la cocina desordenada, pensando en lo triste que era nuestra situación familiar.
Mientras barría, recogía y ordenaba, no podía evitar pensar en lo desdichada que era mi vida, pero al mismo tiempo, me preguntaba ¿qué podía hacer al respecto?"

Con los ojos llenos de lágrimas, terminé de limpiar la cocina en silencio, mientras pensaba en cómo podía mejorar mi situación. Estaba cansada de ser tan solitaria, de no tener amigos o alguien que me amara. Quería escapar de esa vida, pero no sabía cómo.
De pronto, escuché a mis padres discutiendo a voces en la habitación principal. Los gritos me hicieron estremecer.

Me acerqué sigilosamente a la puerta y me quedé escuchando su discusión, tratando de entender lo que decían. Sus voces se iban elevando cada vez más, y pude escuchar los insultos y reproches que se hacían el uno al otro. Mi corazón se llenó de tristeza y desesperación, y sentí cómo las lágrimas empezaban a caer por mis mejillas.

Me encogí contra la puerta, tratando de contenerme y no hacer ruido. La discusión continuaba y las cosas empezaban a volverse más físicas. Escuché cómo rompieron algo y grité de miedo, pero inmediatamente me cubrí la boca y retrocedí.
Sentía cómo mi mundo se desmoronaba ante lo que estaba escuchando y presenciando.




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