Microhistorias

Dos hombres conversan de noche

—¿Y... cómo le hace para no aburrirse?

—Me gusta asustar a las personas que pasan por aquí.

—¿No le parece eso cruel?

No, para mí es un juego inofensivo. Hay que aprovechar la muerte, sobre todo si no se aprovechó la vida. ¿Hace cuánto murió usted?

—Cinco días.

—Y asumo que está “mortalmente” aburrido —el otro hombre asiente y ambos sueltan la carcajada—. Perdóneme el chiste malo. Mire, le propongo algo ¿Ve a esa mujer que está allá? Acérquese a ella e intente jalarle la ropa o el pelo, sacarle cositas del bolso o alguna cosa similar. Sea creativo, le aseguro que no se arrepiente y si no le gusta pues no lo hace más.

El hombre accede, no sin dudarlo un poco y con timidez se acerca a la mujer parada al otro lado de la carretera, quien probablemente espera algo o a alguien. Estando a poca distancia se detiene. La reconoce. En ese instante siente que su alma se desmorona y sólo puede reaccionar para darle un tierno beso en la mejilla. La mujer levanta la cabeza y lo mira directo a los ojos, él siente un escalofrío. No puede verlo pero lo está mirando, no con miedo, sino con confianza, cariño. Luego deja salir una lágrima, sonríe y vuelve a bajar la cabeza como si nada. El hombre regresa con su compañero.

—¿Qué pasó?

—El que salió asustado fui yo. Pensé que cuando uno moría dejaba de sentir los dolores del corazón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.