Million Dollar Man

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Otra mañana agotadora en la empresa, haciendo las mismas cosas .Miré por el ventanal. Las personas pensarían que viviendo en una ciudad  tan cosmopolita como este, uno podría ser feliz.

Y que me acostumbraría a la rutina pero, créanme, la rutina no era para todos, sobre todo no para mí. Esto teniendo en cuenta de que clase de rutina estábamos hablando. La rutina de fiestas, mujeres diferentes todas las noches y alcohol, definitivamente eran para mí.

Pero la rutina de papeles, hojas de cálculo, acciones y gente corriendo en sus trajes y tacones por los pasillos, no estaban hechas para una persona como yo.

No sé qué les hizo creer a las personas que me pusieron en esta posición que sí lo era. Porque la realidad es que no.

Más si tenía el estilo de vida que yo tenía.  Mí día a día era negocios a la mañana y fiesta a la noche. Era un hombre que no se regía por la norma social "adecuada" para un hombre de negocios. O por lo menos no era la que mi padre había impuesto, trabajando por años y años aquí.

Él siempre fue una persona responsable, y por eso había sido muy respetado por todos a su alrededor. Podía notar que la gente lo admiraba, muchos querían ser como él, y muchas veces había escuchado a mis amigos del instituto decir que querían ser como el "gran Richard Klauss”.

Esa misma gente que tenía a mi padre en un pedestal, esperaba lo mismo o más incluso de mí, pero la realidad era totalmente distinta. Déjenme que los ponga en contexto para que puedan comprender porque decía esto.

Yo, Ryan Stephan Klauss era el último hijo varón de la dinastía Klauss, éramos una gran familia, 6 hijos en total, y mis hermanos para mí habían nacido con un don especial.

Mi hermana Patrice, era una reconocida maquilladora que trabajaba para los grandes de Hollywood. Su nombre aparecía en los créditos de series como La Ley y el Orden, o CSI. La que le seguía, Tessa, estaba inmersa en los negocios de organización de eventos, y tenía su propia cadena, y la última de mis hermanas mujeres, Johanne, era una aclamada chef y pastelera que había trabajado con los grandes peces de la industria y tenía su propio programa en tv y varios libros con su nombre.

En cuanto a mis hermanos, Greg y Nicholas, habían montado una empresa de construcción y se ganaban la vida de esta manera.

Por mi parte, yo era la oveja negra de la familia. La fiesta era mi religión, una chica nueva pasaba día tras día por mi vida y terminé en un internado porque esa fue la opción correcta según mis padres para "enderezarme”.

Lamentablemente no pudieron verme hacerlo. Mis padres murieron en un trágico accidente de helicóptero cuando volvían de su luna de miel, que celebraron luego de su 25vo aniversario de bodas. El día en que me enteré de aquello fue uno de los más negros de mi vida. No tan negros como el día en que tuvieron que reunirme a mis hermanos y a mí para discutir la herencia.

Ellos se quedaron con casas, automóviles, dinero y a mí me dejaron a cargo de la empresa. Tal vez esta era su manera de darme una responsabilidad que me convirtiese en un hombre hecho y derecho como siempre habían deseado.

Así que aquí estaba, cumpliendo su sueño. En la gran ciudad.

Una ciudad que era un poco asfixiante a veces, tráfico, ruidos, gente corriendo a sus trabajos, gente llegando tarde a los trabajos, arriesgándose a ser despedidos. Yo no corría riesgo, era mi propio jefe. Una pequeña ventaja que había obtenido junto al imperio familiar.

Debería sentirme dichoso, por ello. Pero la gente que cree aquello, no tiene idea de la presión que siento por sobre mis hombros al cargar con tanta responsabilidad. Ya no era mi nombre el que estaba en juego. También lo estaba el apellido de mi familia y el legado de mi padre.

Debía hacer las cosas bien. No había otra salida. Otra opción.

Me volví hacia mi escritorio con aquellos pensamientos aún rondando en mi mente y me desplomé en el gran sofá que dejaba bien en claro quién es el que estaba al mando aquí. Los demás empleados tenían pequeñas sillas con ruedas que hacían demasiado ruido y algunas estaban destrozadas, yo por mi parte, podía apoyar mi trasero valuado en millones, en un sofá de cuero. Ocupado por los grandes hombres de la familia.

De repente la puerta se abre de par en par y una familiar cabellera se asomó por un costado.

—Sr. Klauss a las 4 empiezan las entrevistas — dijo Amanda al ingresar a mi oficina.

—Está bien—le sonreí cordialmente — ¿Qué más debo hacer? ¿Algo más para hoy?

Amanda era mi asistente personal. Rubia, con unas piernas increíbles  y un cuerpo que enloquecería a cualquier hombre. Lástima que no se fijaría en ninguno de ellos porque digamos que jugaba para otro bando, estaba muy enamorada de Tiffany.

—Queda una reunión con el comité y es libre—dijo cruzando una pierna sobre la otra.

Un escalofrío recorrió mi columna. Había muchas cosas para las que me habían entrenado en esta vida, pero nadie me enseñó a enfrentarme a un grupo de personas que sabía que estaban allí, no escuchando lo que decía, sino juzgándome a mí y a mi pasado.

—Está bien. Tráeme mi almuerzo .Por favor.

—¿Lo mismo de siempre?

—Lo mismo de siempre — dije mientras le sonreía.

Disfrutaba estar solo en el silencio de mi oficina, ese confort, contrastaba con los ruidos del exterior, pero este silencio  no duró demasiado, lamentablemente.

—Sr. Klauss — dijo una voz por el interlocutor — Una de las postulantes llegó antes ¿La hago pasar?

Odiaba a la gente impuntual, pero odiaba aún más a la gente demasiado puntual. De alguna extraña manera su ansiedad me deprimía y me ponía de mal humor.

—Hazla pasar—bufé.

3 golpes en la puerta.

—Adelante — dije mientras me ponía mi saco y arreglaba un poco mi cabello que alguna vez estuvo cubierto de rizos y ahora era solo un corte uniforme, digno de un hombre empresarial.




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