Milo en busca del sentido

Un capítulo innecesario



Cuando llegue a mi nueva casa lo primero que hice fue ordenar con una minuciosidad increíble mi habitación, pues uno no sabe que clase de cosas sucedieron en una habitación. También, ayude a mama con el patio y con otras habitaciones mientras me quejaba de la mudanza, de la casa, de mi hermanita que solo estaba en su tableta electrónica viendo a una cerda estúpida que habla, por dios, ya ni las caricaturas son buenas...

- Milo ¿quieres dejar de quejarte ya?- dijo mi padre desde la parte superior de la casa, que era lo único rescatable  de la casa, contaba con un balcón desde el cual se podía observar la montañosa a ciudad y el viento soplaba de una manera relajante.- ven, acercate.

Lo hice.

- toma- mi padre me tendió una cerveza demasiado helada, yo no podía entender los cabales de ese señor, mira que ofrecerle esa cosa a su hijo adolescente con problemas de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo y en un caso casi extremista trastorno explosivo intermitente. Igual la tomé.

- eso- dijo mi papa, y devolvió su vista hacia la ciudad como añorando.- piensa que...- comenzó- este es el momento para comenzar una nueva vida, una nueva oportunidad.

Fruncí el ceño, yo no quería una nueva oportunidad, estaba bien así, como estaba, estaba perfectamente bien así tenía todo lo que todos querían ha esta edad, absolutamente todo ¿lo tenia?

No dije nada, me límite a mirarlo al frente como lo hacía el sujeto a mi lado. Mi padre era un sujeto loco, raro y hippie. Usualmente no entendía de que hablaba y sentía que no estábamos en el mismo canal, sin embargo no he podido evitar sentir un poco de envidia, pues a pesar de ser una  hombre viejo tenía el alma de un joven todo lo contrario a mi, preocupado por todo, enojado 24/7 y lo peor, de solo pensar en mi comportamiento me daba más coraje.

Deje la cerveza en un banco que estaba a mi lado y continúe limpiando las ventanas con tanta fuerza como mis nudillos me permitieron, serian las ventanas más limpias que pudieran conocer.

- Milo- dijo mi hermanita dándome golpecitos en la pierna.- mama dice que le pases algo de la alacena.

- voy- dije cansinamente. 

Por mi altura casi anormal, siempre me habían usado para esta clase de cosas. Deje lo que estaba haciendo y corri a auxiliar a mi madre.

El resto del día transcurrió normal, y la cena fue aun mas abrumadora, nadie dijo nada, ni mi papa que siempre tenía algo que decir, o mi hermanita que no podía callarse ni por tres segundos. Fui el primero en terminar, recogí mi plato, lo lave y corri a mi nueva habitación.

Mañana seria mi primer día en la nueva escuela.



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En el texto hay: excesivo nivel de sarcasmo y humor negro

Editado: 18.10.2019

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