Shawn
Abrocho las agujetas sentado en la banca de los vestidores. Respiro profundo y me mentalizo, es una rutina que hago para relajar los nervios.
Se escucha un rechinido, unos pasos traquetean. Pronto levanto la cabeza para ver qué mujer se ha atrevido a entrar al baño de hombres. Hannah camina decidida y me sonríe con suficiencia, así que hago lo mismo. Se sienta a mi lado y acomoda su falda larga de color negro que combina con la playera del equipo. Yo se la regalé.
—¿Ya estás listo para correr? —pregunta.
La verdad es que no, creo que jamás estaré listo, pero no me atrevo a decírselo, porque dirá que es mi obligación y suficiente tengo ya con mis padres.
—Listo —respondo antes de seguir acomodando mis zapatillas.
—Natalie está afuera. —Su nombre hace que la mire. Me observa con los ojos bien abiertos, quizá porque mi ceño está fruncido—. Es muy linda.
No es linda, es lo que le sigue. Y es divertida, hace cosas geniales, es un respiro entre tanta presión. Este último año será difícil, más porque papá espera que vaya a la mejor universidad y estudie medicina sin importar si es lo que yo quiero. Odio la sangre. Ella hace que lo olvide todo y me concentre en el momento.
—Lo es —digo, seco.
No sé por qué me siento incómodo hablando con Han de Nat, a pesar de que hemos hablado de muchas cosas. No quiero que nadie se meta, mucho menos ella.
—¿Están saliendo? ¿Tus padres ya lo saben? —Aprieto la mandíbula porque ese pensamiento me enfurece. Se supone que mi familia busca lo mejor para mí, pero puedo asegurar que a mi padre no le agradará Nat aunque sea la chica más increíble que haya conocido.
Adiós, momento de tranquilidad precarrera.
—Salimos, y no, no lo saben, no tienen por qué saberlo. —Me pongo de pie de un salto. Me atrevo a mirarla por un corto instante. Es tan linda con sus caireles rubios y sus labios rosas, es demasiado pálida y sus ojos azules siempre me parecieron como un cielo lleno de nubes. Debo dejar de pensar en eso.
—Bueno… —suspira con pesadez y se pone sobre sus pies—. Quería desearte buena suerte antes de que todos quieran tener un poco de ti.
—Gracias —digo.
—De acuerdo, entonces me voy. —Se queda quieta unos segundos, no digo nada, se tambalea un tanto nerviosa. Hay un aire extraño entre los dos, uno que antes no estaba ahí y que me entristece, creí que éramos amigos, sin embargo, sus acciones me han indicado que soy más como un acompañante, que la venda haya caído duele. Por otra parte, siento que es mejor así, aunque no lo entiendo del todo.
La veo girarse con pasos apretados y salir del sitio sin voltear. Suelto un respiro que estaba reteniendo y salgo minutos después. La pista está compuesta por seis calles que ya están siendo ocupadas por los atletas concursantes. Veo a mis compañeros esperándome en mi puesto con los uniformes. Yo corro las libres y ellos las de obstáculos, así que estoy solo hoy.
Me reciben con asentimientos y golpes en el hombro, me desean suerte y se van a la banca. Escucho cómo mi escuela celebra y cómo gritan. Quiero voltear y comprobar que Natalie está aquí, pero sé que papá está en alguna parte y no le agradará que me distraiga. Me sacudo y caliento los músculos. Tú puedes, Shawn, solo es una más.
Soy el número cuatro. Miro al frente, no despego la vista de mi calle. Me pongo de cuclillas y coloco los pies en posición. Agacho la cabeza, se escucha el primer sonido, enderezo las piernas dejando al aire mi cadera. El tronido resuena indicando el inicio, empiezo a correr. No me fijo en los otros, solo me concentro en correr los cien metros.
Corro, pensando en que al final Natalie y yo tendremos una cita, cuanto más rápido termine, más pronto podré ir con ella. Encuentro la meta con la vista y la paso. No me detengo, sigo corriendo hasta disminuir la velocidad. Segundo lugar.
Los asistentes gritan, yo solo veo a un hombre que quiere reunirnos en el centro donde están colocados los escalones. Subimos los tres primeros lugares y nos dan las medallas. No debería sentirme bien con la de plata, extrañamente es así.
Veo a la gente llenar la pista, muchos me felicitan, no obstante, a quien quiero encontrar es a cierta rubia. Y lo hago, la encuentro caminando junto a Jasmine. Mis pies se dirigen automáticamente hacia ella, quien todavía no se ha percatado de que estoy observándola.
Me detengo solo para que se tropiece conmigo. Se estampa y pierde el equilibrio, así que rodeo su diminuta cintura. Parpadea unas cuantas veces para enfocarme, esboza una sonrisa deslumbrante y me abraza con emoción. Soy un maldito río de sudor, no quiero ensuciarla, pero tampoco soltarla.
—¡Felicidades! Fue increíble, parecías un proyectil. —Suelto una risita por su comparación y me echo hacia atrás para mirar su rostro.
—Quedé en segundo lugar —murmuro. Su cabeza se ladea como si estuviera analizándome.
—¿Y? La diferencia fue mínima, yo creo que nunca había visto que corrieras tan rápido. —Una sonrisa se forma en mis labios al comprender sus palabras. Alzo una ceja con picardía.
—Así que me observabas desde antes. —Sus labios forman un círculo y sus mejillas enrojecen. Abre la boca, sin embargo, una voz que conozco muy bien la interrumpe.
—Shawn. —Aprieto los dientes al escuchar a mi padre.
Sin más remedio suelto a Nat, no la alejo, solo enfrento a mi padre. Su expresión no me dice mucho, o tal vez sí, no es como si sonriera a menudo por mis logros; pero definitivamente no le gustó mi segundo lugar. Le da una mirada airada a Natalie que me enfurece, más cuando siento que se encoge a mi lado.
—¿Podrías dejarme a solas con mi hijo, niña? —¿Por qué tiene que ser así? Me gustaría que me abrazara y me felicitara como los padres del chico que ganó el tercer puesto.
—Lo siento, papá, en este momento no tengo tiempo para discutir contigo sobre mis segundos de retraso en la carrera. Es absurdo, estoy cansado, hambriento e iré con mi chica a otro lado. —La rabia en mi voz es palpable. Me observa con confusión, nunca lo he enfrentado.