Después de aquella decepción, nuestro protagonista debía levantar la cabeza, pero esto le sería difícil. Veremos qué sucede hoy en su vida. Sin más preámbulo, comencemos el capítulo de hoy...
Justin despierta molesto y comienza a hablar consigo mismo:
—Ayer Emely sonreía con su novio como lo hacía conmigo en mis sueños. La vida no es justa. ¿De qué vale soñar si nada se cumple?—
Se levanta de su cama y comienza a prepararse para salir. En ese instante, suena el teléfono y ve en la pantalla que la llamada proviene de su amigo Juan. Indeciso en si tomarla o no, decide contestar:
—¿Aló? ¿Qué deseas?— responde sin ganas.
—Justin, buenos días. ¿Qué harás más tarde?— dice Juan con una emoción que Justin nota y hace una mueca.
—Tengo mucho que hacer—
—No mientas, hoy es un día feriado y no hay nada que hacer. Pero yo te tengo un buen plan: ven conmigo a ver a mi hermana correr— Juan sigue emocionado y, aunque el plan no le causa ánimo, al escucharlo, Justin tuerce los ojos y le dice:
—¿A qué hora y dónde nos vemos?—
—Pasaré por ti en 4 minutos—
Justin cuelga el teléfono y se comienza a cambiar de ropa para ir a las carreras. Cuando estaba colocándose el pulóver de fútbol de su equipo favorito, Juan llegó frente a su casa y comenzó a llamarlo:
—¡Justin! ¡Vamos!—
Justin se asoma por la ventana con deseos de arrepentirse, pero decide salir y le dice:
—Dame unos segundos y salgo—
Justin sale apresuradamente de su casa con el pan del desayuno en la boca, aún masticando. Mira a Juan, quien tiene una cara muy llena de felicidad, a diferencia de él, que está molesto.
—¿Juan, y ese exceso de felicidad que tienes, a qué se debe? ¿Es por la carrera de tu hermana?— pregunta Justin para salir de dudas.
—En parte sí. Quiero ver a mi hermana ganar; ella ha estado preparándose hace mucho tiempo para este día y quiero verla triunfar. También mis padres estarán en la tribuna apoyándola, uno al lado del otro como cuando éramos pequeños y aún no se separaban. Quizás suene un poco tonto, pero estar los cuatro juntos de nuevo me llena mucho de felicidad— por el rostro de Juan corre una pequeña lágrima de felicidad; para él, su familia es lo más importante y su anhelo es verlos juntos una vez más.
—Y tú, Justin, ¿por qué hoy te levantas con ese mal genio? Aunque no lo creas, me di cuenta. Es solo que no quiero que nada me vaya a estropear la felicidad que hoy siento—
Justin agacha la cabeza y, rascándose la parte trasera de la cabeza, responde:
—Juan, estoy mal porque la chica que me gusta tiene novio y sueño con ella todos los días. Cuando me levanto, me topo con la realidad de que ni siquiera me mira. ¿Cómo quieres que me sienta? No puedo estar feliz como tú, porque mi corazón está roto—
Juan lo mira sonriendo y le dice:
—Hoy tienes que olvidar a esa chica. Vamos a centrarnos en la carrera y a pasarla bien—
Justin lo mira y, aunque incrédulo, con un gesto le dice que está bien.
Cuando llegan a la pista de carreras, Juan se encuentra con su papá, a quien hacía tiempo no veía, sentado sonriendo junto a su madre. Esto le llena de felicidad y se une a ellos, casi olvidando a Justin hasta que se da cuenta. Entonces lo llama y lo agrega al ambiente familiar. Antes de la carrera de la hermana de Juan, todos ríen y se divierten mientras otras personas compiten; Justin sonríe. Luego hay varias escenas de felicidad y diversión.
—Atención: la carrera sub-20 femenino de los 100 metros planos comenzará en 5 minutos—
Todos en las tribunas comienzan a prepararse y anuncian a las corredoras una a una hasta que llegan al carril 7, donde estará Samanta, la hermana de Juan, quien capta la atención de Justin; hacía 3 años que no la veía porque ella se había ido a vivir con su padre y Juan se había quedado con su madre.
Luego de presentar a las ocho, comienza el conteo regresivo y suena el disparo. La hermana de Juan está detrás de la chica del carril 5, pero en los últimos 10 metros reduce su velocidad, lo cual Samanta aprovecha para aumentar la suya y ganar la carrera. Cuando Samanta cruza la línea de meta, todos en la tribuna saltan de alegría. El padre de Juan besa a la madre, un gesto que Juan observa y que lo llena de felicidad. Sin embargo, al darse cuenta de lo que ha hecho, el padre mira a la madre confundido y disimula apoyando a su hija; ella hace lo mismo.
Justin le dice a Juan que va por un helado, y Juan le responde que lo esperará en la pista con su hermana.
Justin compra un helado de fresa, su sabor favorito, porque no le gusta el chocolate. Se siente mucho mejor que antes de llegar. Se dirige hacia la pista, donde Juan está con sus padres y su hermana, riendo y hablando sobre el resultado. Mientras se acerca, observa a su amigo tan feliz con su familia, lo que le provoca alegría. Sin embargo, al concentrarse en Juan, no se da cuenta de por dónde camina y tropieza con una piedra, cayendo de espaldas sobre otra persona y derribando su helado.
—Perdón, no fue mi intención. Tenía la mente en otro lado— se disculpa Justin repetidamente sin mirar a la persona a los ojos. Sin embargo, el olor de esa persona le resulta familiar. Entonces, la persona habla:
—No te preocupes, Justin— dice sonriendo.
Justin levanta la mirada y se da cuenta de que quien había tropezado era Emely. Un nudo se forma en su garganta. En ese momento, llega su novio Karlos, quien le pregunta:
—¿Amor, qué pasó? ¿Por qué tienes helado en tu ropa?
—No pasó nada, se derritió la bola y cayó encima de mí. Vamos a casa para cambiarme de ropa y volver— responden ambos, ignorando por completo a Justin, quien se queda allí esperando una despedida.
Confundido, Justin se siente muy mal. En ese momento escucha su nombre; se voltea y ve a Juan llamándolo para que salude a su hermana. Justin se acerca a ellos y su rostro cambia a una felicidad fingida; no quiere arruinar el momento de su amigo.
—Hola, Justin. Hace mucho que no nos veíamos. Has engordado— le dice Samanta, mirándolo con curiosidad.
—Hola, Samanta. Felicidades por ganar la carrera. Tú también has cambiado; ya no eres la niña que nos molestaba a Juan y a mí de pequeños— responde Justin.
Todos ríen y Justin no nota cómo lo mira Samanta; su mente solo está en la sonrisa de Emely, que se apagó cuando llegó su novio. Se pregunta:
—"Si no hubiese llegado, ¿qué habría pasado? Quizás por fin podría hablar con ella"— pero nunca lo sabrá a menos que lo sueñe.
Después de unos minutos, Juan y su familia deciden celebrar juntos en un restaurante e invitan a Justin. Este les dice que no puede ir para dejar más tiempo en familia a su amigo Juan. Luego se va corriendo a casa y completa toda su rutina antes de dormir, acomodando todo en la cama para tener un buen sueño.
Entonces comienza a imaginar el momento que pasó con Emely hasta quedarse dormido:
—Perdón, no fue mi intención. Tenía la mente en otro lado—
—No te preocupes, Justin— responde Emely sonriendo y guiñándole un ojo.
—Sabía que ese olor y esa dulce voz los conocía de algún lado— añade Justin románticamente.
Emely se sonroja y no sabe qué decir ni qué hacer, así que habla con timidez:
—Gracias, nunca me habían dicho algo tan lindo—
Justin aprovecha esta oportunidad para seguir halagándola; ella sigue sonriendo y muestra interés en escuchar más.
—¿Tu novio no te dice lo linda que eres todos los días?— pregunta Justin con curiosidad.
—Mi novio ni siquiera me muestra que me quiere. A veces siento que está conmigo solo para ser popular; por eso estoy pensando en dejarlo—
Los ojos de Justin brillan mientras le dice:
—Te mereces estar con alguien que te ame y se enamore de ti cada día. Eres una reina y necesitas un rey, no un simple plebeyo que quiera aprovecharse de tu estatus—
—Es cierto. Ya me debo ir. Gracias por tus palabras— Emely se marcha, presuntamente.
En ese momento, Justin se despierta sonriendo, pensando que así debería ser la vida, que todo se solucionara soñando, sin saber que había hecho...