Mis Sueños Mi Nueva Vida

Capítulo 3: El abrazo

—Quizás en otro mundo o en otras circunstancias, yo estaría con ella. Si tan solo fuera menos tímido y más atrevido. Oportunidades he tenido, pero siempre que intento hablarle, algo sucede. La verdad es que no pensé que enamorarse fuera tan complicado. En las historias que leo, el protagonista siempre termina con la chica de la que se enamora. Entonces, si yo soy el protagonista de mi vida, ¿por qué no puedo quedarme con ella? No me gustan los días nublados y fríos porque me hacen pensar en ella, la única que puede iluminar mi corazón frío y vacío. Tampoco disfruto de las películas románticas, ya que me dan esperanza de poder conquistarla, y cuando me animo a intentarlo, choco con la realidad. Lo único que me hace sentir bien es soñar; es el único lugar donde puedo ser feliz a su lado, siendo esa persona que soy pero que no se atreve a mostrar cuando la miro a los ojos. Su cabello corto hasta los hombros, negro como la noche, su piel blanca como el algodón y sus ojos... esos ojos de un color tan cálido que cualquiera que los mire desearía observarlos por el resto de su vida. No es muy alta, pero su estatura es perfecta. ¿Qué podría haber en ella que sea imperfecto? Cada centímetro de su personalidad es una ciencia por descubrir, llena de admiración y curiosidad. Cada vez que la imagino, sonrío, y no puedo pensar en ella de otra manera porque ella es el amor de mi vida.
Estas fueron las palabras que susurró Justin al despertar del sueño en el que aconsejaba a Emely que dejara a su novio. Palabras que brotaron desde lo más profundo de su corazón, un corazón enamorado e ilusionado.
¿Cuántos de nosotros no hemos sido alguna vez como él? Enamorados de alguien que ni siquiera sabe lo que sentimos. Justin quería cambiar esto; quería confesar su amor. Le faltaba valor, pero la determinación lo impulsó. En el capítulo de hoy, conoceremos su confesión...
Al día siguiente, nuestro protagonista se despierta decidido a confesar su amor. Esta vez no le iba a importar nada; reuniría todo el valor posible para hacerlo.
Cuando llegó a la escuela, se encontró con sus dos amigos, Juan y Tom, quienes lo recibieron con una noticia:
—¡Tenemos una gran noticia para ti! —dijo Tom, mirando a Juan y sonriendo.
Entonces Juan, que no decía nada, asintió con la cabeza mientras miraba a Justin.
—Digan lo que sea, que no puedo perder tiempo. Tengo una misión que cumplir —dijo Justin con determinación y un poco de miedo.
Juan y Tom se miraron y uno señaló al otro.
—Bueno, te diré yo: Emely dejó a su novio —le dijo Juan—. ¡Es tu oportunidad! —añadió.
Al escuchar esto, Justin salió rápidamente de la conversación y, con mucha determinación, comenzó a buscar a Emely por la escuela. Ansioso, sonreía mientras en su mente resonaba una frase:
—Es mi momento.
Entró a un aula donde escuchó risas, pero ella no estaba allí. Entonces corrió al huerto y la encontró en una esquina, sentada sobre una piedra, mirando crecer una lechuga. Justin se acercó lentamente; en un arrebato quiso irse, pero sabía que era su momento. Se acercó a su lado y dijo:
—Hola, Emely. ¿Puedo hablar contigo?
Emely lo miró y, aunque intentaba esconderlo, su rostro reflejaba tristeza y algunas lágrimas corrían por sus mejillas. Justin lo percibió y le preguntó:
—¿Estás bien?
Emely no respondió; intentó alejarse, pero Justin, quien la amaba, no podía soportar verla sufrir así. Por instinto, le extendió la mano. Ella accedió, se levantó y él la abrazó suavemente, diciéndole al oído:
—Todo va a estar bien.
Aunque no sabía cómo había sucedido, estaba abrazando al amor de su vida y se sentía increíblemente bien. Su cabello olía más dulce de lo que había soñado. La temperatura de su cuerpo era tan cálida que sentía una paz inmensa al estar a su lado. No había dudas: era el mejor momento de toda su vida.
Después de un breve minuto, Emely se separó tímidamente, le dio las gracias, se secó las lágrimas y se marchó. Justin quedó atónito y, al mismo tiempo, tan feliz. No sabía cómo había sucedido, pero acababa de vivir algo sin precedentes en su vida.
Se marchó hacia el aula con la felicidad más grande de toda su vida. Por dentro, sentía una emoción que no le cabía en el pecho; su corazón latía a mil por millón y, en su estómago, no había mariposas, sino grandes aves de colores volando dentro de él.
En un momento, chocó con la realidad: sabía que era un sueño, porque en la vida real esto nunca le pasaría. Entonces comenzó la frustración de no querer despertar.
Decidió disfrutar ese momento al máximo y, si era un sueño, sabía que sufriría, pero no cambiaría ese sufrimiento por el sentimiento que había llegado a experimentar.
Su mente era un universo alternativo en el cual solo se repetía una y otra vez ese abrazo, hasta que fue interrumpido:
—Justin, Justin, muchacho, despierta—le dijo su amigo Juan.
—No me digas que estaba dormido—respondió Justin con desánimo.
—Estás en la luna, bro. Desde que viniste del huerto pareces estar loco. Solo miras al techo y sonríes. ¿Qué pasó allá atrás?—le preguntó Tom.
—Entonces fue real—dijo Justin, feliz.
—¿Qué fue real?—preguntó Juan.
—¿Emely aceptó tu amor?—preguntó Tom.
Los dos amigos esperaban con expectación la respuesta de Justin, quien seguía emocionado.
—Algo mejor: ella me abrazó—dijo Justin, con un brillo inmenso en sus ojos.
Los dos amigos se alegraron por él y rieron mientras Justin les narraba lo sucedido.
Cuando llegó la hora de irse, Justin se marchó con Juan y Tom como de costumbre, sonriendo. Alguien se acercó a ellos y le entregó una nota a Justin de parte de Emely, con la condición de que la abriera cuando llegara a casa. Entonces, Justin dejó a sus amigos y corrió hacia su casa, ansioso por descubrir qué decía la nota.
Al llegar a casa, tiró la mochila en una esquina, subió a su cuarto y se encerró. Colocó la carta sobre su mesa de noche y durante unos segundos la miró indeciso entre abrirla o no. Finalmente, decidió abrirla, pero antes cerró los ojos y dijo:
—Dios, que sea tu voluntad—
Entonces, cuidadosamente abrió la nota, que decía:
"Fue muy lindo de tu parte abrazarme en ese momento. Te vuelvo a dar las gracias y quisiera invitarte a la Acacia el sábado a las 3 de la tarde. Si deseas ir, entrégale una nota con tu respuesta a quien te dio esta nota. Si no deseas ir, lo comprenderé."
Justin se llenó de emoción; era una especie de cita. Sus sueños se estaban cumpliendo de una forma diferente a como los había imaginado, pero lo importante era que se estaban cumpliendo. En cuestión de segundos, elaboró una nota dándole el sí a Emely para que asistiera a la Acacia.
Luego leyó la nota una y otra vez hasta que llegaron Juan y Tom a su casa. Les reprochó que lo habían dejado solo y les mostró la nota. Ellos se alegraron mucho por él y comenzaron a trazar un plan para que la cita fuera perfecta:
—Mañana le das la nota a su amiga. ¿Por qué no se la das directamente?—preguntó Tom.
—Porque ella mañana no va a la escuela. Es el tercer viernes del mes y tiene que visitar a sus abuelos como todos los terceros viernes de cada mes—respondió Justin.
Juan miró a Tom y ambos se rieron mientras Juan decía:
—Te sabes su vida completa; eres un acosador—todos rieron.
Luego comenzaron a pensar en qué ropa debería llevar Justin para la cita. Entre risas y bromas, encontraron el look perfecto.
Al día siguiente, Justin entregó la nota y comenzó a contar las horas para ver a Emely...
Hoy nuestro protagonista iba a confesarse, pero al final se llevó algo mejor: un abrazo de la chica que ama. Veremos qué sucede el sábado por la tarde en la Acacia...




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