—¿Y si no estoy hecha para el amor? ¿Cómo amar y recibir el mismo amor que das? Estuve siempre para Karlos y él solo me utilizaba. ¿Habrá alguien que en realidad me ame como deseo ser amada? En toda mi vida siempre he escogido a las personas incorrectas, ¿pero cómo saber cuál será la persona correcta?—
Se decía Emely a sí misma en su mente mientras observaba, sentada en la raíz de un viejo árbol frente a un lago, el lindo atardecer otoñal de un viernes.
A pesar de ser hermosa para muchos, ella se sentía menos que las demás, pues las experiencias que había tenido con el amor eran muy malas. Solo había tenido dos novios en su vida y los dos seguían un mismo patrón: llegaban fingiendo estar enamorados, pero en realidad solo querían otra cosa y, al no obtenerla, se iban dejándola destrozada.
—No sé por qué razón invité a Justin a pasar la tarde conmigo si no tenemos nada en común, o al menos eso pensaba hasta que me abrazó—
Emely recuerda ese momento en que Justin la abrazó; recuerda cada detalle, cada movimiento de sus manos en su espalda y su dulce voz diciéndole que todo iba a estar bien.
—Nunca había hablado con él y cuando me vio fue allí; se preocupó por mí sin la intención de recibir algo a cambio—
Hay tantas personas maravillosas en este mundo, pero a veces no las llegamos a conocer. Este mundo juzga a las personas por lo que ve y, según lo que ven, las clasifican en un grupo sin saber qué piensan, cuáles son sus sueños o anhelos y cuál es su modo de actuar ante los problemas de la vida. No saben por qué sufren o por qué lloran. Simplemente juzgan. Lo cierto es que cada persona en este mundo es un libro muy especial que solo conoce su verdadero autor.
—¿Y si Justin es diferente a los demás? Realmente nunca le he dado la oportunidad de conocerme, aunque él tampoco a mí, pues siempre cuando intento hablarle sucede algo—
Reflexionaba Emely mientras el sol se ocultaba detrás de los árboles del lago, dándole la señal de que debía ir a casa. Antes de ir, pensó por última vez:
—Mañana le daré la oportunidad de conocerle y me daré la oportunidad de conocerlo. ¿Quién sabe? ¿Y si resulta ser una gran persona?—
Tantos sueños, tantas ilusiones y ninguno se compara a lo que es la realidad. A nuestro protagonista le esperaba un reto por delante: la verdadera cita con Emely. ¿Qué decir o qué hacer? Ya no tenía tiempo para pensarlo; le quedaban solo 15 minutos para llegar a la Acacia.
Justin caminó presurosamente, pero no le daría tiempo a llegar a su casa y cambiarse, así que decidió tener fe. Cambió su dirección y comenzó a caminar hacia la Acacia, sabiendo que no llegaría a tiempo, pero algo en su interior le decía que sí llegaría. En ese momento, un auto le paró al lado:
—¿Justin, para dónde vas?— pregunta una voz familiar.
—Para la Acacia— responde Justin asombrado, pues quien se había detenido era su vecino Miguel.
—Yo voy para allá y en 5 minutos llegaremos. Monta—
Justin sonríe, se sienta adelante y, al igual que en el sueño, Miguel llega a la Acacia en 5 minutos.
Cuando llegó a la Acacia, Justin pensó que sería igual que en sus sueños. Miró su reloj; faltaba exactamente al igual que en el sueño un minuto para las 3 de la tarde. Entonces sucede: siente un olor en el aire que le trae buenos recuerdos. Una mano delicada y dulce lo toca. Entonces voltea emocionado esperando ver a Emely; Justin sonríe, pero su sonrisa desaparece cuando ve que la persona que lo tocó no era Emely sino una vendedora de flores, la cual curiosamente usaba el mismo perfume que Emely y también tenía las manos muy delicadas.
—¿Joven, quiere comprar una flor?— le pregunta la vendedora, notándose en su cara que es una buena persona.
—Me encantaría, pero no traigo dinero— le dice Justin apenado.
—Perdón por la pregunta, ¿pero viniste a ver a alguien?— le pregunta la vendedora.
Justin no iba a responderle, pero vio confianza en la vendedora y le contó un breve resumen de su historia con Emely. La vendedora, al ver el gran corazón que tenía Justin y la manera enamorada en que hablaba de Emely, se compadeció de él y, antes de irse, le regaló una flor para que la llevara a su cita.
—Toma, de seguro le gustará esta flor—
—No puedo aceptarla, es su trabajo; me sentiría mal si no se la compré— le dijo Justin apenado.
La mujer sonríe, pues ve en Justin a un joven correcto.
—Entonces vamos a hacer un trato. En la próxima cita que tengas con esa chica en este lugar, me debes comprar la flor a mí— le dice la mujer con una sonrisa dulce.
—¿Cree usted que tendré otra cita después de la de hoy?— pregunta Justin con dudas.
—Pues claro que sí. Llevas una flor, estás vestido muy correctamente y, lo más importante, tus sentimientos son verdaderos. De seguro habrá más citas— la mujer le guiña un ojo a Justin, sonríe y se marcha.
Las palabras de la mujer animaron a Justin, quien miró su reloj y vio que eran las 3:05 y Emely no aparecía. Entonces se acordó del lugar especial del sueño y corrió hacia el viejo árbol. Allí, sentada en la raíz, estaba Emely, como en sus sueños.
Él solo la miraba; no sabía qué decir. Con las manos atrás escondía la flor que le había de regalar. Entonces tomó una decisión. Fue hasta su lado y, sin decir ninguna palabra, extendió la flor hacia el frente de ella.
La cual, sorprendida, dice:
—Gracias— dice entre tartamudeos—. ¿Cómo sabías que el girasol es mi flor favorita?— pregunta sonriendo mientras admiraba el bello girasol.
—No lo sabía— responde Justin con un poquito de timidez.
Emely lo invita a sentarse en la vieja raíz y Justin se sienta a su lado. Ella no habla; sigue admirando el girasol con mucha alegría, lo cual nota Justin y se queda embelesado viéndola feliz. Después de unos segundos en silencio, Justin decide hablar:
—¿Emely, no te parece linda la vista desde aquí?— pregunta Justin recordando que esa misma pregunta se la hizo Emely en su sueño.
—Qué curioso; lo mismo te iba a preguntar yo a ti. Si sinceramente es muy hermosa; vengo aquí casi todas las tardes a ver cómo se pone el sol— dice Emely volviendo a sonreír.
Los dos admiran la vista durante un tiempo. Entonces Emely decide esta vez romper el hielo:
—Justin, solo nos quedan dos semanas para las pruebas de ingreso a la universidad. ¿Qué te gustaría estudiar?— pregunta Emely con curiosidad.
—Estudiaré para ser profesor; Biología me gusta mucho esa ciencia y enseñar es algo que admiro y me gusta mucho— dice Justin brillándole los ojos.
—Enseñar es muy lindo; espero que puedas cumplir tu sueño— le dice Emely, quien otra vez sonríe—. ¿Te puedo hacer otra pregunta?— añade.
Justin asiente con la cabeza y Emely le pregunta sonriendo:
—¿Por qué viniste tan formal?— sonríe Emely apenada por la pregunta.
Justin se sonroja y ríe; entonces responde:
—Lo que pasa es que fui a la iglesia de mi amigo Juan y salí muy tarde. Entonces, si me cambiaba de ropa, llegaría muy tarde, así que decidí venir así—
Emely no puede contener la risa y le dice:
—Eres muy puntual—
—Lo soy— responde Justin con una voz aguda y los dos ríen.
Los dos siguen hablando y riendo mucho el resto de la tarde. Hasta que llega el atardecer y se dan cuenta de que a ambos les gusta mucho el atardecer.
—Bueno, ya me tengo que ir— le dijo Emely—. Si quieres, te puedo acercar a tu casa en mi bicicleta— añade.
—Eso sería genial— respondió Justin.
Emely lleva en la bicicleta a Justin hasta la puerta de su casa.
—Bueno, gracias por la tarde de hoy. Hace mucho que no me divertía ni me sentía tan bien como hoy; espero que se pueda repetir pronto— le dice Emely.
Justin se asombra, sonríe y le dice adiós con la mano a Emely mientras esta se aleja con su bicicleta. Entonces él entra a casa, sube las escaleras y cae en su cama, pero esta vez no se quería dormir. Simplemente quería recordar su tarde, la mejor de todas, pues fue una cita real...
Los polos opuestos se atraen, es lo que dice la mayoría de la gente. Emely y Justin eran tan diferentes, pero a la vez tan iguales. Emely quería ser amada y Justin la amaba. Emely buscaba el amor verdadero, mientras que Justin sabía que ella era su amor verdadero. Justin soñaba con ella cada noche, mientras que Emely soñaba con un príncipe azul que pensaba que no existía. Justin tenía definido a quién quería, mientras que Emely pensaba que no la querían.
Nuestro protagonista hoy pudo ver cómo uno de sus sueños se cumplía. Todo no pasó igual que en el sueño, pero fue mucho mejor. Justin se soltó y logró hablar con ella, mientras que Emely se dio la oportunidad de conocerlo...